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CIUDAD DEL VATICANO — En el corazón del Vaticano, la habitualmente tranquila Casa Santa Marta está llena de actividad: trabajadores, ingenieros y funcionarios vaticanos la están transformando de residencia papal en un alojamiento seguro y aislado que haría sonrojar al mismísimo Fort Knox.

Con el cónclave de 2025 para elegir al sucesor del Papa Francisco programado para comenzar el 7 de mayo, la casa de huéspedes del Vaticano se prepara para alojar a 128 de los 133 cardenales electores que se espera estén presentes, según informó a OSV News una fuente que pidió no ser identificada.

El cambio de hotel general a dormitorio seguro para los cardenales se hizo evidente el 29 de abril, cuando se pidió a todos los residentes permanentes —incluidos algunos cardenales con habitación allí desde hace años— que desocuparan sus cuartos. Según un funcionario del Vaticano con conocimiento directo de los preparativos, muchos regresarán a las mismas habitaciones una vez iniciado el cónclave, pero solo después de que cada una haya sido inspeccionada, asegurada y sellada.

Al día siguiente, el personal del Gobernatorato del Vaticano inició una semana de trabajos intensivos. Cada detalle —desde las cerraduras hasta la alineación de las persianas— está bajo revisión. La cocina, cerrada temporalmente, está siendo sometida a una limpieza profunda para cumplir con los protocolos del cónclave. Incluso el estacionamiento subterráneo ha sido convertido en un centro logístico, donde se distribuirán sábanas limpias, alimentos frescos y otros insumos bajo la supervisión de la seguridad vaticana.

Aunque suele asociarse con comodidad, la casa de huéspedes no es un hotel tradicional.
“No hay minibar ni servicio a la habitación”, señaló el funcionario. “Algunos residentes tenían refrigeradores pequeños, pero durante el cónclave, el enfoque es la sencillez y la seguridad, no la conveniencia”. ¿Servicio a la habitación? Solo si el huésped está convaleciente.

La cocina estará a cargo del mismo pequeño equipo habitual de Santa Marta: dos jóvenes cocineros italianos y una chef africana. Los menús —aunque no serán lujosos— se adaptarán a las necesidades de salud de los cardenales, incluyendo aquellos con diabetes, intolerancia al gluten u otras dietas especiales.

Durante la conferencia de prensa del 2 de mayo, el director de la Oficina de Prensa del Vaticano, Matteo Bruni, dijo que no tenía “indicaciones precisas” sobre cuántos cardenales se alojarán fuera de Santa Marta. Sin embargo, la fuente explicó a OSV News que, con sus 129 habitaciones, el edificio tiene capacidad para 128 electores. La habitación que usaba el Papa Francisco permanecerá sellada hasta que el nuevo pontífice la ocupe.

Los cardenales restantes se alojarán en el edificio adyacente conocido como “Santa Marta Vieja”, físicamente conectado con la estructura moderna. Además de los cardenales electores, entre 70 y 80 personas de apoyo —enfermeros, médicos, asistentes litúrgicos, personal de cocina y servicio— permanecerán en el lugar, todos bajo juramento de secreto y completamente aislados del mundo exterior.

Ese juramento no es un gesto simbólico. El mismo funcionario del Vaticano confirmó que toda persona dentro del entorno del cónclave —sea cardenal, laico, sacerdote u obispo— estará sujeta a excomunión si viola las estrictas normas de secreto. Teléfonos, tabletas, computadoras portátiles, radios y televisores serán confiscados, colocados en bolsas selladas con el nombre del cardenal correspondiente y retenidos hasta que concluya el cónclave.

“Incluso las ventanas serán selladas, incluidas las contraventanas, para que nadie pueda siquiera mirar hacia afuera”, indicó la fuente.

Cada habitación será inspeccionada y sellada para garantizar que no haya forma de comunicarse con el exterior. Estas se abrirán únicamente cuando el cardenal elector llegue y tome posesión del espacio, siempre en presencia de la Guardia Suiza o los gendarmes vaticanos.

Estas medidas de seguridad tienen profundas raíces en la tradición de la Iglesia. La palabra cónclave proviene del latín cum clave, literalmente “con llave”, evocando la imagen de cardenales encerrados hasta elegir al nuevo Papa. Esta práctica data del cónclave de 1271, tras casi tres años de estancamiento e injerencia política. En respuesta, el Papa Gregorio X formalizó el proceso en 1274 mediante la constitución Ubi periculum, que exige aislamiento estricto y votaciones continuas.

La importancia del secreto se volvió aún más crucial en la era moderna. Durante el cónclave de 1903, el emperador Francisco José de Austria ejerció el antiguo —y controvertido— derecho de veto contra el cardenal italiano Mariano Rampolla, a través de un representante en la Capilla Sixtina. Aunque el veto no evitó que Rampolla obtuviera apoyo, probablemente influyó en la elección final. El recién elegido Papa Pío X abolió inmediatamente el veto y toda injerencia secular en las elecciones papales.

Ese compromiso con la autonomía fue reafirmado por San Juan Pablo II en 1996 con su constitución apostólica Universi Dominici Gregis, que rige los cónclaves modernos. El documento detalla desde la mayoría de dos tercios requerida hasta las penas por romper el juramento de secreto. Fue luego enmendado por los papas Benedicto XVI y Francisco para adaptarse a los avances tecnológicos y los cambios en el gobierno eclesial.

El cónclave de este año presenta desafíos tanto logísticos como espirituales. Por primera vez, el número de cardenales electores supera el límite de 120 establecido por el Papa Pablo VI en 1970, lo que ha requerido ajustes para dar cabida a todos sin comprometer la integridad del proceso.

Aun así, la esencia permanece intacta. Mientras los cardenales continúan reuniéndose en Roma —con solo unos pocos de los 133 electores ausentes—, el Vaticano cierra puertas, sella ventanas y prepara las habitaciones de lo que ahora es uno de los hoteles más famosos del mundo… del cual emergerá el próximo Papa.

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Inés San Martín
Inés San Martín es periodista argentina y jefa de la oficina de Roma de Crux. Ella es una colaboradora frecuente de Ángelus.