ROMA - El 13 de julio, se rompió un techo de cristal en el Vaticano cuando el Papa Francisco nombró a tres mujeres en el Dicasterio para los Obispos, dándoles asientos alrededor de una mesa de toma de decisiones clave.
El Dicasterio para los Obispos se encarga de asesorar al pontífice en la selección de nuevos prelados a partir de la información recogida por las embajadas del Vaticano en todo el mundo. Está dirigido por el cardenal canadiense Marc Ouellet y cuenta con numerosos cardenales como asesores.
Las tres mujeres elegidas por el Papa son: La monja franciscana italiana Raffaella Petrini, secretaria general de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano; la monja francesa Yvonne Reungoat, ex superiora general de las Hijas de María Auxiliadora (salesianas); y la argentina María Lía Zervino, miembro de la Asociación de Vírgenes Consagradas Servidoras y presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC).
Al igual que ha hecho con la elevación de cardenales, el papa "se olvidó" de comunicarles que serían nombradas. Según las mujeres, se enteraron tras recibir mensajes de felicitación de amigos.
Ampliamente reconocida como un salto histórico, la decisión del papa Francisco podría producir un cambio de cultura en uno de las oficinas más influyentes del Vaticano, ya que el nombramiento de un obispo tiene un impacto a largo plazo en la Iglesia local y universal.
Sin embargo, para que estos nombramientos sean realmente significativos, sus voces tendrán que tener el mismo peso que las de otros miembros del departamento a la hora de dar explicaciones sobre por qué un candidato debe convertirse en obispo o por qué alguien debe ser descartado. De lo contrario, esto no será visto más que como un movimiento para llenar una cuota.
Aunque Zervino se resiste a admitir que es amiga del Papa Francisco, ambos se conocen desde hace mucho tiempo. En su cargo actual, está conectada con algunas de las mujeres católicas laicas más influyentes de todos los continentes.
Describió su nombramiento como un "shock", pero está preparada para esta nueva tarea, confiando en la promesa del cardenal Ouellet de que las tres mujeres tendrán "total libertad".
No cabe duda de que sus nombramientos aportan una diversidad muy necesaria al Vaticano. La Iglesia Católica ha enseñado desde hace tiempo que los hombres y las mujeres se complementan en sus diferencias.
La hermana Petrini, la hermana Reungoat y Zervino podrían representar un filtro independiente y no clerical en un proceso de selección que en décadas pasadas ha carecido trágicamente de calidad.
El Papa Francisco saluda a la hermana Raffaella Petrini, miembro italiano de las Hermanas Franciscanas de la Eucaristía con sede en Estados Unidos y secretaria general de la oficina que gobierna el Estado de la Ciudad del Vaticano, en el Vaticano el 3 de diciembre de 2015. (Foto CNS/Vatican Media vía Reuters)
Como no pueden convertirse en obispos, no tendrán la tentación de tomar decisiones para su propia elevación o reubicación. Y dada su falta de historia de tiempo compartido en el seminario con los candidatos, no tendrán la tentación de elevar a alguien basado en la amistad personal.
También tendrán en mente a las mujeres cuando consideren a los pastores dignos. Se trata de tres mujeres que llevan mucho tiempo defendiendo que la mitad del pueblo de Dios esté representado y sea escuchado, siempre de acuerdo con la enseñanza y la tradición de la Iglesia.
La creciente presencia de mujeres en los despachos del Vaticano comenzó durante el reinado del Papa Benedicto XVI, quien dio luz verde a una edición del periódico del Vaticano dedicada a las mujeres y escrita por ellas. Fue en esta publicación mensual donde las religiosas comenzaron a hablar de los abusos que han sufrido a manos de los obispos. El Papa Francisco ha seguido nombrando a mujeres en puestos clave que antes no habían sido ocupados por mujeres o laicos.
Sin embargo, este cambio solo será relevante si tiene un efecto de goteo en los cargos diocesanos y en los consejos parroquiales, y si estas "primeras" mujeres consiguen dejar una huella que perdure más allá de su propio mandato.
A medida que la lista de mujeres, tanto religiosas como laicas, que están siendo nombradas para los principales cargos del Vaticano sigue creciendo, es importante recordar que el cambio no se produce automáticamente. Los caminos para sus contribuciones pueden abrirse, pero debe haber una apertura recíproca en las mentes y los corazones de quienes las escuchan.
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