Shakespeare escribió célebremente: "El mal que hacen los hombres vive después de ellos; el bien suele ser enterrado con sus huesos". Sin embargo, hoy en Polonia, una amplia franja del país insiste en que no debe ser así en lo que respecta a San Juan Pablo II, ya que las nuevas afirmaciones sobre las falencias del difunto Papa en materia de abusos sexuales clericales compiten con las enérgicas defensas de su legado.
Un reciente documental de una cadena de televisión polaca y un nuevo libro de un periodista holandés alimentan el enfrentamiento. Ambos afirman que durante el período en que el futuro Papa fue arzobispo de Cracovia, hubo un puñado de casos en los que el entonces cardenal Karol Wojtyla conocía las acusaciones de abusos contra un sacerdote y lo reasignó o trató de mantenerlo en secreto.
En un reportaje emitido el 6 de marzo, la cadena polaca TVN nombraba a tres sacerdotes a los que, según afirmaba, el futuro Papa había destinado a nuevas parroquias o a un monasterio tras conocer las denuncias de abusos sexuales. En uno de los casos, según el informe, Wojtyla escribió una carta de recomendación de un sacerdote al cardenal Franz Köning de Viena (Austria), sin mencionar que el sacerdote, llamado Boleslaw Sadus, había sido acusado de abusos a menores.
Dos de los tres sacerdotes, según el reportaje de TVN, acabaron cumpliendo penas de prisión por abusos. La conclusión del reportaje era que Wojtyla conocía las acusaciones de abusos y trató de ocultarlas.
El nuevo libro, titulado Maxima Culpa: Juan Pablo II lo sabía, del periodista holandés Ekke Overbeek, hace acusaciones similares. En un caso, Overbeek afirma que un sacerdote que había obligado a niñas de 10 años a practicar sexo oral admitió su conducta a Wojtyla en 1970, pero que Wojtyla mantuvo al sacerdote en el ministerio incluso después de que hubiera sido encarcelado.
"Estamos acostumbrados a esta persona empática, cálida y simpática" cuando la gente piensa en Juan Pablo II, dijo Overbeek a la AFP. "Pero aquí vemos una cara completamente diferente de la misma persona... el apparatchik de la institución de la Iglesia".
Los críticos han insistido en el hecho de que tanto el reportaje de TVN como el libro de Overbeek se basan en archivos de la policía secreta polaca de la época comunista, que quería desacreditar a la Iglesia católica y a menudo fabricaba acusaciones contra sacerdotes. La cadena y Overbeek han respondido que también entrevistaron a supervivientes de abusos y consultaron a otros testigos, y que en cualquier caso no podían basarse en archivos eclesiásticos porque los funcionarios de la Iglesia polaca se han negado a facilitarlos.
La polémica en torno a Juan Pablo II se ha convertido en un balón de fútbol político, y el partido gobernante, Ley y Justicia, estrechamente vinculado a la Iglesia católica, ha hecho de la defensa del difunto Papa un tema de campaña de cara a las elecciones de otoño. Recientemente, los líderes del partido impulsaron una resolución en el parlamento nacional condenando lo que denominaron "la vergonzosa campaña llevada a cabo por los medios de comunicación... contra el Gran Papa San Juan Pablo II, el polaco más grande de la historia".
Fuegos de artificio políticos aparte, los nuevos informes sobre Juan Pablo II tendrán que ser examinados por historiadores e investigadores cuidadosos caso por caso, y puede llevar algún tiempo establecer el grado exacto de responsabilidad que corresponde al futuro Papa.
Mientras tanto, probablemente merezca la pena recordar tres puntos.
En primer lugar, Karol Wojtyla fue arzobispo de Cracovia entre 1964 y 1978, un período en el que, según informes de otros países, como Estados Unidos, Australia, Alemania y Francia, coincidió con un pico estadístico de incidentes de abusos sexuales por parte de clérigos. No hay ninguna razón a priori para creer que Polonia sea diferente, lo que significa que sería una anomalía sorprendente que no hubiera casos de este tipo durante los 14 años de mandato de Wojtyla, especialmente teniendo en cuenta el tamaño y el alcance de la archidiócesis de Cracovia.
Durante ese período, la mala conducta sexual de los sacerdotes solía entenderse por analogía con el alcoholismo: los sacerdotes infractores solían ser enviados discretamente a tratamiento y luego reasignados, sin revelar su pasado. Una vez más, no hay razón para suponer que la forma en que Wojtyla entendía o trataba estos casos fuera muy diferente de la de otros obispos diocesanos de su generación.
Esa parecía ser la esencia de lo que el Papa Francisco dijo en una reciente entrevista con el periódico argentino La Nación, cuando se le preguntó acerca de las acusaciones contra Juan Pablo II.
"En aquel entonces todo estaba encubierto", dijo Francisco, insistiendo en que las decisiones de Juan Pablo II deben ser "interpretadas con la hermenéutica del tiempo respectivo."
En segundo lugar, por lo que respecta a la teología de la santidad, canonizar a un papa no equivale a declarar que toda su carrera eclesiástica estuvo libre de errores.
Recuerdo claramente, por ejemplo, que cuando el Papa Pío IX fue beatificado en el año 2000, los portavoces del Vaticano se esforzaron en subrayar que el acto no significaba que nunca hubiera cometido un error como Papa, incluida su decisión de 1849 de obligar a los judíos de Roma a volver a su gueto. Por el contrario, los portavoces dijeron que la beatificación significaba que, a pesar de las limitaciones o fallos humanos que marcaron su papado, Pío IX tenía una auténtica santidad de vida digna de emulación.
Si esto es cierto para un papado, a fortiori también se aplica a las decisiones tomadas como obispo antes de convertirse en Papa.
En tercer lugar, como cuestión de caridad cristiana básica, el legado de nadie debería reducirse enteramente a sus peores días.
Incluso si asumimos que Juan Pablo II cometió errores trágicos en respuesta a la crisis de abusos sexuales por parte del clero, tanto como arzobispo de Cracovia e incluso como Papa, nada de eso borraría la base positiva para su canonización en 2014. Juan Pablo II seguiría siendo el Papa que inspiró el movimiento Solidaridad y ayudó a derribar el comunismo, seguiría siendo el pastor que animó a toda una generación a "¡No tengáis miedo!", y seguiría siendo un sacerdote de profunda fe que predicó la misericordia divina e incluso perdonó al hombre que intentó matarle.
En otras palabras, un legado papal complicado no es automáticamente lo mismo que una aureola empañada. El reto consiste en hacer justicia tanto a las virtudes como a los vicios del legado de alguien, un acto de equilibrio que nunca es fácil, especialmente cuando se mezclan la política, la visibilidad mediática y los beneficios.