El Papa Francisco y el papa Emérito Benedicto XVI recibieron la segunda y última dosis de la vacuna contra el COVID 19, según confirmaron fuentes vaticanas a CNA, la agencia en inglés del grupo ACI.

El Papa Francisco y Benedicto XVI recibieron la primera dosis de la vacuna el pasado 14 de enero, según confirmó el director de la Sala de Prensa del Vaticano, Matteo Bruni.

El Estado de la Ciudad del Vaticano inició su campaña de vacunación contra el coronavirus el 13 de enero. Las autoridades sanitarias del Vaticano están vacunando desde entonces a empleados vaticanos y a sus familias, además de a residentes en territorio vaticano, a personas sin hogar atendidas por la Limosnería Apostólica y a los periodistas que acompañarán al Pontífice en el próximo viaje a Irak. Las vacunas se están administrando en el atrio del Aula Pablo VI.

Para comprender la naturaleza de esta campaña de vacunación, es importante tener en cuenta que el Vaticano es el Estado más pequeño del mundo con una población de 800 personas. Sin embargo, en la Santa Sede trabajan más de 4.000 personas.

Según explicó el responsable del servicio de salud del Vaticano, el dr. Andrea Arcangeli, al inicio de la campaña de vacunación, la vacuna elegida es “la fabricada por la compañía farmacéutica Pfizer, la primera en introducirse en uso clínico, que ha demostrado tener una efectividad del 95%”.

El Papa Francisco en todo momento afirmó la obligación moral de vacunarse, pidió que las vacunas sean accesibles para todo el mundo y condenó el “negacionismo suicida”.

“Creo que desde el punto de vista ético todo el mundo debe vacunarse, porque no solamente pones en peligro tu salud, tu vida, sino también las de los otros”, dijo en una entrevista concedida al Canale 5 de Italia.

La Congregación para la Doctrina de la Fe publicó el 21 de diciembre de 2020 una nota sobre “la moralidad del uso de algunas vacunas contra el COVID-19”, ante los actuales debates en la opinión pública sobre este tema y pidió “tanto a las empresas farmacéuticas como a los organismos sanitarios gubernamentales, que produzcan, aprueben, distribuyan y ofrezcan vacunas éticamente aceptables que no creen problemas de conciencia, ni al personal sanitario ni a los propios vacunados”.