En la multitudinaria y colorida Misa que celebró en Papúa Nueva Guinea con una gran cantidad de asistentes con vestimentas tradicionales papuanas, el Papa Francisco destacó que lo realmente importante para cada fiel es abrirse a Dios y su Evangelio para superar la “sordera interior” y el “mutismo de corazón”.
El Santo Padre presidió luego la Eucaristía ante unos 35.000 fieles presentes en un ambiente de fiesta, muchos de los cuales viajaron largas distancias para poder estar en esta Misa, que el Pontífice celebró también en inglés desde las 8:02 (hora local), en el día en que la Iglesia celebra la fiesta de la Natividad de la Virgen María.
Junto a la procesión de entrada de los obispos y sacerdotes concelebrantes, un grupo de fieles locales realizó una danza típica, mientras los primeros se dirigían a sus lugares.
La homilía del Papa Francisco
En su homilía —que pronunció en italiano y que fue interpretada consecutivamente en inglés— sobre el Evangelio de San Marcos 7,31-37, en el que se relata la curación de un sordomudo, el Papa Francisco destacó que puede suceder que en los fieles exista “una sordera interior y un mutismo del corazón”.
Estas dos realidades, advirtió, son la raíz de todo lo que “nos encierra en nosotros mismos, que nos cierra a Dios y a los demás: el egoísmo, la indiferencia, el miedo a arriesgarse e involucrarse, el resentimiento, el odio, y la lista podría continuar”.
“Todo esto nos aleja de Dios, de los hermanos, de nosotros mismos; y de la alegría de vivir. Hermanos y hermanas, ante esta lejanía, Dios responde con la cercanía de Jesús. En su Hijo, Dios nos quiere mostrar sobre todo esto: que Él es el Dios cercano, compasivo, que cuida nuestra vida, que supera toda distancia”, continuó.
“Con su cercanía, Jesús sana la sordera y la mudez del hombre; en efecto, cuando nos sentimos alejados, y decidimos distanciarnos —de Dios, de los hermanos y de quienes son diferentes a nosotros—, entonces nos encerramos, nos atrincheramos en nosotros mismos y terminamos girando sólo entorno a nuestro yo, nos hacemos sordos a la Palabra de Dios y al grito del prójimo y, por lo tanto, incapaces de dialogar con Dios y con el prójimo”.
Por todo ello, destacó el Papa, “hoy el Señor, como hizo con el sordomudo, quiere acercarse a ustedes, abatir las distancias, hacerlos sentir que están en el centro de su corazón y que cada uno es importante para Él, quiere sanarles su sordera y su mudez. Hoy a cada uno de ustedes les dice: ‘Ábrete’”.
“Esto es lo más importante: abrirse a Dios, abrirse a los hermanos, abrirse al Evangelio y hacer de él la brújula de nuestra vida”.
“Abrámonos a Dios y a su Palabra —continuó el Santo Padre— abrámonos al Evangelio, abrámonos a la fe de la Iglesia y, de esta manera, seremos capaces de comunicarnos entre nosotros y edificar una sociedad distinta, también aquí, en Papúa Nueva Guinea”.
“Que ninguno de ustedes permanezca sordo y mudo frente a esta invitación. En este camino los acompaña el beato Juan Mazzucconi que, entre tantos inconvenientes y hostilidades, trajo a Cristo en medio de ustedes, para que ninguno quedara sordo frente al alegre mensaje de salvación, y a todos se les pudiera soltar la lengua para cantar el amor de Dios”.s
Uno de los momentos más llamativos de la Misa fue el de la consagración. En el momento de la elevación de la hostia consagrada y el cáliz con el vino consagrado, los músicos tocaron unos tambores de forma tubular en señal de respeto.
Al concluir la Misa, el Cardenal John Ribat, Arzobispo de Port Moresby recordó el trabajo realizado por muchos misioneros en Papúa Nueva Guinea, donde “trabajaron mucho para construir la Iglesia” durante “142 años, y este desarrollo no se produjo sin dificultades”.
Tras agradecerle por la Eucaristía y por su “maravillosa y enriquecedora visita” el purpurado le deseó que siga desempeñando su ministerio con buena salud.
El Papa Francisco obsequió luego un cáliz al cardenal, para el pueblo de Dios, el regalo que tradicionalmente entrega en las diócesis que visita en sus viajes; y recibió algunos presentes también.
Ángelus del Papa Francisco: Paz para todos los pueblos
Antes del rezo del Ángelus, el Pontífice encomendó a la Virgen María “el camino de la Iglesia en Papúa Nueva Guinea y en las Islas Salomón. Que María, Auxilio de los cristianos —María Helpim— los acompañe y los proteja siempre”.
“Y desde esta tierra bendecida por el Creador, quisiera invocar junto a ustedes, por intercesión de María Santísima, el don de la paz para todos los pueblos. En particular, lo pido para esta gran región del mundo entre Asia, Oceanía y el Océano Pacífico. Paz, paz para las naciones y también para la creación”.
“No al armamentismo ni a la explotación de la casa común. Sí al encuentro entre los pueblos y las culturas; sí a la armonía del hombre con las criaturas. María Helpim, Reina de la paz, ayúdanos a convertirnos a los designios de Dios, que son designios de paz y de justicia para la gran familia humana”, resaltó.
“Y hoy, que en nuestro calendario litúrgico es la fiesta de la Natividad de la Virgen María, nuestros pensamientos se dirigen al Santuario de Lourdes que ha sido inundado debido a fuertes lluvias recientes”, concluyó el Papa Francisco.
Al final de la Misa, informa la Oficina de Prensa del Vaticano, el Santo Padre se encontró con el Primer Ministro de Papúa Guinea, James Marape, una cita que originalmente estaba programada para las 7:00 a.m., antes de la Eucaristía.Después del almuerzo, el Papa se dirigirá en avión a la ciudad de Vanimo, en donde sostendrá un encuentro con los fieles en la explanada frente a la Catedral de la Santa Cruz y después una reunión privada con un grupo de misioneros, en la Escuela de Humanidades Santísima Trinidad de Baro.
Según indicó a los periodistas Matteo Bruni, director de la Oficina de Prensa del Vaticano, en el avión militar australiano que lo llevará, el Santo Padre llevará ayuda humanitaria para la población local como medicinas, ropa, juguetes para los niños, entre otros.