VATICAN CITY – La forma en que cada católico y sus parroquias cuidan a los enfermos ofrece una medida precisa de cuánto son parte o luchan contra la "cultura del descarte" que ignora o descarta a cualquiera que se considere defectuoso o débil, dijo el Papa Francisco en su mensaje por la Jornada Mundial del Enfermo.
El cuidado de los que están enfermos demuestra "si vamos por el mismo camino, pero cada uno lo hace por su cuenta, velando por sus propios intereses y dejando que los demás 'se las arreglen'", dijo el papa en el mensaje, que fue difundido por el Vaticano el 10 de enero.
La Iglesia Católica celebra el día mundial el 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes.
"La experiencia del extravío, de la enfermedad y de la debilidad forman parte de nuestro camino de un modo natural", escribió el papa de 86 años.
Pero, dijo, la Biblia deja claro que "no nos excluyen del pueblo de Dios", al contrario esas situaciones de vulnerabilidad" nos llevan al centro de la atención del Señor, que es Padre y no quiere perder a ninguno de sus hijos por el camino".
Quienes profesan creer en Dios, dijo, deben hacer lo mismo, poniendo a los enfermos en el centro de su atención.
Para ilustrar su punto, el Papa Francisco usó la parábola del buen samaritano, una historia que cita a menudo para ilustrar la importancia de la comunidad y la fraternidad en contraste con la crueldad y el ensimismamiento.
“El hecho de que la persona golpeada y despojada sea abandonada al borde del camino" en la parábola "representa la condición en la que se deja a muchos de nuestros hermanos y hermanas cuando más necesitados están de ayuda", dijo el papa.
Además, dijo, en demasiados casos no es fácil "distinguir cuáles agresiones contra la vida y su dignidad proceden de causas naturales y cuáles, en cambio, provienen de la injusticia y la violencia. En realidad, el nivel de las desigualdades y la prevalencia de los intereses de unos pocos ya afectan a todos los entornos humanos, hasta tal punto que resulta difícil considerar cualquier experiencia como ‘natural’".
El problema no es sólo la enfermedad, dijo el papa, sino también la soledad y el sentimiento de abandono, que "que puede superarse antes que cualquier otra injusticia, porque, como nos dice la parábola, todo lo que se necesita para eliminarla es un momento de atención, el movimiento interior de la compasión".
En la parábola, dijo, "Dos transeúntes, considerados religiosos, ven al herido y no se detienen. El tercero, en cambio, un samaritano, objeto de desprecio, sintió compasión y se hizo cargo de aquel forastero en el camino, tratándolo como a un hermano. Obrando de ese modo, sin siquiera pensarlo, cambió las cosas, generó un mundo más fraterno".
Las personas necesitan el amor y el apoyo de los demás a medida que envejecen y especialmente cuando están enfermas, dijo.
Por lo general, las personas no están preparadas para la enfermedad, dijo, y, a menudo, "ni siquiera para admitir el avance de la edad".
"Tenemos miedo a la vulnerabilidad y la cultura omnipresente del mercado nos empuja a negarla, esconderla debajo de la alfombra, sin dejar lugar para nuestra fragilidad humana", dijo. E incluso cuando la gente no da la espalda, a veces los enfermos piensan que deben distanciarse de sus seres queridos para no convertirse en "una carga".
Pero, dijo el Papa Francisco, "Así comienza la soledad, y nos envenena el sentimiento amargo de una injusticia, por el que incluso el Cielo parece cerrarse. De hecho, nos cuesta permanecer en paz con Dios, cuando se arruina nuestra relación con los demás y con nosotros mismos".
Si la Iglesia Católica realmente va a ser un "hospital de campaña", dijo el papa, entonces sus miembros deben actuar.
La misión de la Iglesia, dijo, "se manifiesta en el ejercicio del cuidado", particularmente en las circunstancias históricas de nuestro tiempo. "Todos somos frágiles y vulnerables; todos necesitamos esa atención compasiva, que sabe detenerse, acercarse, curar y levantar".
“La difícil situación de los enfermos es una llamada que interrumpe la indiferencia y frena el paso de quienes avanzan como si no tuvieran hermanas y hermanos", insistió el papa.
Los enfermos, dijo, "están en el centro del pueblo de Dios y la Iglesia avanza con ellos como profecía de una humanidad en la que todos son valiosos y nadie debe ser descartado".