El Papa Francisco exhortó este 20 de enero a rezar por la unidad entre los cristianos y alentó a “pedir a Dios por la paz, la reconciliación y la unidad”.
El Santo Padre dedicó la audiencia general de este miércoles a la oración por la unidad de los cristianos porque la semana del 18 al 25 de enero está dedicada en particular “a invocar de Dios el don de la unidad para superar el escándalo de las divisiones entre los creyentes en Jesús”.
En su catequesis, el Pontífice recordó que Jesucristo en la última cena “rezó por los suyos, para que todos sean uno” y calificó su oración antes de la Pasión en el huerto de los olivos como “su testamento espiritual”.
Al detenerse en la importancia de la unidad, el Santo Padre destacó que Jesús rezó “al Padre por nosotros, para que seamos uno. Esto significa que no bastamos solo nosotros, con nuestras fuerzas, para realizar la unidad”.
“La unidad es sobre todo un don, es una gracia para pedir con la oración. Cada uno de nosotros lo necesita. De hecho, nos damos cuenta de que no somos capaces de custodiar la unidad ni siquiera en nosotros mismos”, advirtió el Papa.
En esta línea, el Santo Padre puso el ejemplo del apóstol Pablo quien “sentía dentro de sí un conflicto lacerante: querer el bien y estar inclinado al mal” y agregó que San Pablo “comprendió así que la raíz de tantas divisiones que hay a nuestro alrededor - entre las personas, en la familia, en la sociedad, entre los pueblos y también entre los creyentes – está dentro de nosotros”.
Luego, el Pontífice citó la constitución pastoral del Concilio Vaticano II Gaudium et spes que indicó que “los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano. Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre [...] Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad”.
En este sentido, el Santo Padre afirmó que “la solución a las divisiones no es oponerse a alguien, porque la discordia genera otra discordia. El verdadero remedio empieza por pedir a Dios la paz, la reconciliación, la unidad”.
“Esto vale ante todo para los cristianos: la unidad puede llegar solo como fruto de la oración. Los esfuerzos diplomáticos y los diálogos académicos no bastan. Deben hacerse, pero no son suficientes. Jesús lo sabía y nos ha abierto el camino, rezando”, dijo el Papa.
De este modo, el Pontíice afirmó que “nuestra oración por la unidad es una humilde pero confiada participación en la oración del Señor, quien prometió que toda oración hecha en su nombre será escuchada por el Padre”.
Por ello, el Papa invitó a preguntarse: “¿Yo rezo por la unidad?” porque “es la voluntad de Jesús pero, si revisamos las intenciones por las que rezamos, probablemente nos demos cuenta de que hemos rezado poco, quizá nunca, por la unidad de los cristianos”.
Asimismo, el Santo Padre explicó que de la unidad de los cristianos “depende la fe en el mundo” ya que “el Señor pidió la unidad entre nosotros para que el mundo crea” y agregó que “el mundo no creerá porque lo convenzamos con buenos argumentos, sino si testimoniamos el amor que nos une y nos hace cercanos a todos.”
Finalmente, el Papa recordó que el tema de la Semana de oración por la unidad de los cristianos “se refiere precisamente al amor: ‘Permanezcan en mi amor y darán fruto en abundancia’” y destacó que “la raíz de la comunión es el amor de Cristo, que nos hace superar los prejuicios para ver en el otro a un hermano y a una hermana al que amar siempre. Entonces descubrimos que los cristianos de otras confesiones, con sus tradiciones, con su historia, son dones de Dios, son dones presentes en los territorios de nuestras comunidades diocesanas y parroquiales”.
“Empecemos a rezar por ellos y, cuando sea posible, con ellos. Así aprenderemos a amarlos y a apreciarlos. La oración, -recuerda el Concilio en el decreto Unitatis redintegratio-, es el alma de todo el movimiento. Que la oración sea el punto de partida para ayudar a Jesús a cumplir su sueño: que todos sean uno”, concluyó el Papa.