Como es tradicional, a pocas horas de la Nochebuena, el Papa Francisco se dirigió a la Curia vaticana y utilizó su discurso para afrontar los problemas de fondo del trabajo de sus principales colaboradores.

Entre otras cosas, les pidió humildad a los miembros de la Curia y les animó a trabajar juntos y evitar que se creen "divisiones, facciones y enemigos".

La Curia es el Gobierno central de la Iglesia católica.

Como viene haciendo desde el inicio de su pontificado, Francisco utilizó esta oportunidad para dar un repaso de los males que aquejan a la jerarquía católica.

"Es también para cada uno de nosotros un momento de reflexión y de revisión, para que la luz del Verbo, que se hace carne, nos haga ver cada vez mejor quiénes somos y cuál es nuestra misión", destacó.

En marzo de 2013, durante las reuniones previas al cónclave, los cardenales acordaron que era imprescindible reformar el funcionamiento de la maquinaria interna, que aún sigue el ya anticuado esquema de trabajo diseñado en 1988, por lo que no llama la atención que desde su primer discurso a la Curia, en el diciembre de su primer año, sea exigente con sus colaboradores y les exija un cambio.

El grupo de cardenales que asesora al Papa en esta reforma, entregó a Francisco el borrador final de la nueva constitución vaticana hace varios meses, pero el argentino continúa trabajando en la misma.

“La organización que debemos implementar no es de tipo corporativo, sino evangélico” pues “la Curia no es sólo un instrumento logístico y burocrático para las necesidades de la Iglesia universal sino el primer órgano llamado a dar testimonio”, dijo el Papa.

"Sólo sirviendo, y viendo nuestro trabajo como servicio, podemos ser verdaderamente útiles a todos. Estamos aquí -yo mismo antes que nadie- para aprender a arrodillarnos y adorar al Señor en su humildad, no a otros señores en sus vacíos atavíos", dijo el Papa a los cardenales, arzobispos, obispos, monseñores, sacerdotes y algunas religiosas y laicos.

"Los humildes dan vida, atraen a los demás y empujan hacia lo desconocido que está por delante", dijo el Papa. "Los orgullosos, en cambio, se limitan a repetir, se vuelven rígidos y se encierran en esa repetición, sintiéndose seguros de lo que conocen y temerosos de todo lo nuevo porque no lo pueden controlar; se sienten desestabilizados porque han perdido la memoria."

Más tarde, ese mismo día, el Papa Francisco se encontró con todos los empleados del Vaticano y sus familias, una cita anual que inició como una oportunidad para reconocer su servicio.

En ese discurso, se centró en el amor, especialmente dentro de la familia, y en los muchos desafíos que la pandemia del COVID-19 ha creado, particularmente para los empleados del Vaticano que tienen hijos que cuidar y padres o abuelos que atender.

En su discurso a la Curia, en cambio, tuvo un tono más severo, pero también palabras enraizadas en la importancia de la sinodalidad.

“Así, si la Palabra de Dios recuerda al mundo entero el valor de la pobreza, nosotros debemos ser los primeros en comprometernos a una conversión a la sobriedad. Si el Evangelio proclama la justicia, debemos ser los primeros en intentar vivir con transparencia, sin favoritismos ni grupos de influencia. Si la Iglesia sigue el camino de la sinodalidad, debemos ser los primeros en convertirnos a un estilo diferente de trabajo, de colaboración, de comunión; y esto sólo es posible a través de la senda de la humildad”, dijo Francisco.

El Papa les ha marcado tres “requisitos que me gustaría indicar como un estilo de humildad al que hay que aspirar aquí en la Curia: participación, comunión y misión”.

“La autoridad se convierte en servicio cuando comparte, involucra y ayuda a crecer”, ha explicado. “Sería importante que cada uno de nosotros se sintiera partícipe y corresponsable del trabajo, sin limitarse a vivir la experiencia despersonalizadora de llevar a cabo un programa establecido por otra persona”.

A sus colaboradores estrechos les dijo que la comunión en el Vaticano se concreta en huir de un esquema de “mayorías o minorías, pues todos somos de Cristo”.

Se trata de “construir relaciones que vayan más allá del mero trabajo y fortalezcan los vínculos de bien ayudándonos mutuamente. Sin esto, corremos el riesgo de ser sólo extraños que trabajan juntos, rivales que intentan posicionarse mejor o, peor aún, allí donde se crean relaciones, éstas parecerían tomar el aspecto de la complicidad por intereses personales, olvidando la causa común que nos mantiene unidos”, dijo el Papa este jueves.

“La complicidad crea divisiones, facciones y enemigos; la colaboración exige la grandeza de aceptar la propia parcialidad y la apertura al trabajo en equipo, incluso con aquellos que no piensan como nosotros. En la complicidad se está juntos para lograr un resultado externo. En la colaboración se permanece juntos porque nos interesa el bien del otro y, por tanto, el de todo el Pueblo de Dios al que estamos llamados a servir”, indicó Francisco.

Tambien les pidió que no se olviden de su propia humanidad ni se escondan en “los honores de nuestras armaduras,” porque la “mundanidad espiritual,” que definió como una peligrosa tentación difícil de desenmascarar, “porque está cubierta de todo lo que normalmente nos da seguridad: nuestro cargo, la liturgia, la doctrina, la religiosidad.”

Citando su carta apostólica Evangelii gaudium, Francisco dijo que en este contexto, “se alimenta la vanagloria de quienes se conforman con tener algún poder y prefieren ser generales de ejércitos derrotados antes que simples soldados de un escuadrón que sigue luchando.”

“¡Cuántas veces soñamos con planes apostólicos expansionistas, meticulosos y bien dibujados, propios de generales derrotados! Así negamos nuestra historia de Iglesia, que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida desgastada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa, porque todo trabajo es sudor de nuestra frente”, dijo.