CIUDAD DEL VATICANO -- En presencia de la estatua original de Nuestra Señora de Fátima, que tiene incrustada en su corona una de las balas del intento de asesinato de San Juan Pablo II en 1981, el Papa León XIV pidió a aquellos involucrados en conflictos que depongan las armas.
“‘Envaina la espada’ es la palabra dirigida a los poderosos del mundo, a quienes guían el destino de los pueblos: ¡tengan la audacia de desarmarse!”, dijo el Papa el 11 de octubre mientras presidía una vigilia de oración y el rezo del rosario por la paz en la plaza de San Pedro.
La noche en que fue arrestado, Jesús le dijo a San Pedro: “Envaina tu espada”. Aunque Jesús dice lo mismo a los belicistas de hoy, afirmó el Papa, también es una invitación “a cada uno de nosotros, para hacernos cada vez más conscientes de que no podemos matar por ninguna idea, fe o política”.
Antes del servicio de oración vespertino, parte del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, la estatua traída del Santuario de Nuestra Señora de Fátima en Portugal se exhibió en la iglesia de Santa María en Traspontina, cerca del Vaticano. Miles de personas hicieron fila para ver la estatua de cerca y rezar ante ella.
Cuando la estatua fue llevada en procesión a la plaza de San Pedro, la gente aplaudió y gritó: “Viva la Madonna” (“Larga vida a Nuestra Señora”).
El Papa León colocó una rosa de oro en un pequeño jarrón a los pies de la estatua y rezó en silencio antes de comenzar la vigilia de oración.
Cada uno de los misterios gozosos del rosario se recitó en un idioma diferente --italiano, inglés, español, francés y portugués-- y cada década concluyó con la oración “Reina de la Paz, ruega por nosotros”.
Al caer la noche, el Papa León ofreció una meditación en la que instó a todos a estar “todos unidos, perseverantes y con un mismo sentir, no nos cansamos de interceder por la paz, don de Dios que debe convertirse en nuestra conquista y nuestro compromiso”.
Con María como modelo, tanto como ser humano como primera discípula de Jesús, dijo el Papa, los cristianos debemos pedir “que nos alcance el don de la compasión hacia todo hermano y hermana que sufre, y hacia todas las criaturas”.
“Contemplemos a la Madre de Jesús y al pequeño grupo de mujeres valientes al pie de la Cruz”, sugirió el Papa, “para aprender también nosotros a permanecer, como ellas, junto a las cruces infinitas del mundo, donde Cristo sigue crucificado en sus hermanos, para llevarles consuelo, comunión y ayuda”.
En las bodas de Caná, dijo, María dijo a los sirvientes que hicieran lo que Jesús les dijera.
Las palabras de Jesús que hay que obedecer hoy, dijo el Papa, son las que dirigió a San Pedro: “Envaina tu espada”.
“Desarma la mano y, antes aún, el corazón. Como ya he mencionado en otras ocasiones, la paz es desarmada y desarmante”, dijo el Papa León. “No es disuasión, sino fraternidad; no es ultimátum, sino diálogo. No llegará como fruto de victorias sobre el enemigo, sino como el resultado de sembrar justicia e intrépido perdón”.
Jesús llama a sus seguidores a ver el mundo “a adquirir un punto de vista diferente para mirar el mundo desde abajo, con los ojos de quien sufre, no con la óptica de los potentes; para ver la historia con la mirada de los pequeños y no con la perspectiva de los poderosos; para interpretar los acontecimientos de la historia desde el punto de vista de la viuda, del huérfano, del extranjero, del niño herido, del exiliado, del fugitivo. Con la mirada de quien naufraga, del pobre Lázaro, tirado junto a la puerta del rico epulón”, dijo el Papa.
“De lo contrario, nunca cambiará nada”, dijo, “y no surgirá un tiempo nuevo, un reino de justicia y paz”.
María, en el Magnificat, señala “el contraste entre humildes y poderosos, entre pobres y ricos, entre sacios y hambrientos”, dijo el Papa. “Y elige a los pequeños, se pone de la parte de los últimos de la historia, para enseñarnos a imaginar, a soñar juntos con ella los cielos nuevos y la tierra nueva”.
“Ánimo, adelante, en camino. Ustedes que construyen las condiciones para un futuro de paz, en la justicia y el perdón”, dijo el Papa León. “Sean mansos y decididos, no se desanimen. La paz es un camino y Dios camina con ustedes”.
El servicio de oración terminó con una adoración eucarística en silencio y la bendición.