CIUDAD DEL VATICANO -- La misión de un seminario "no es formar 'superhombres' que pretenden saber y controlar todo", sino ayudar a los seminaristas a convertirse en sacerdotes que sean humildes servidores de las comunidades a las que siguen perteneciendo, dijo el Papa Francisco.
"El Señor llama a algunos de sus discípulos para que sean sacerdotes, es decir, elige a algunas de las ovejas de su rebaño y las invita a ser pastores de sus hermanos", escribió el Papa en un discurso preparado para un grupo de rectores y miembros del personal de los seminarios de América Latina.
Como sacerdotes, "somos condiscípulos del resto de los fieles cristianos y, por tanto, compartimos las mismas necesidades humanas y espirituales, así como estamos sujetos a las mismas fragilidades, limitaciones y errores", escribió en el texto que entregó al grupo el 10 de noviembre antes de hablarles de improviso.
Los rectores y miembros del personal asistían a un curso patrocinado por el Dicasterio para el Clero.
"Los dones de la gracia y los rasgos de una naturaleza herida", marcada por la tendencia al pecado, son partes normales de la vida de cada bautizado y están presentes también en los seminaristas, escribió el Papa, por lo que la formación en el seminario debe ayudarles a ser conscientes de ambos a medida que crecen en la fe y en la madurez humana básica.
El Papa Francisco instó a los rectores y al personal del seminario a ayudar a los candidatos al sacerdocio a aprender "a leer su propia historia" con los ojos de la fe, viendo cómo y dónde actuó Dios y dónde pueden haberse extraviado.
El rector y el personal también deben reconocer que el modo en que viven sus propias vidas tiene un gran impacto en los seminaristas.
Los candidatos al sacerdocio deben ser capaces de ver cómo "una sana maduración humana" implica superar las dificultades y los períodos de crisis a través de una constante renovación de la fe y la confianza en el Señor, escribió el Papa.
Ya que "uno de los indicadores de la madurez humana y espiritual es el desarrollo y la consolidación de la capacidad de escucha y el arte del diálogo", dijo, y éstos "están naturalmente anclados en una vida de oración, donde el sacerdote entra en diálogo diario con el Señor, incluso en los momentos de aridez o confusión".
El trabajo de los sacerdotes, especialmente en un seminario, no es fácil, dijo el Papa. Los sacerdotes son humanos y experimentan "la frustración, el cansancio, la ira y la impotencia, por eso es importante dirigirse cada día a Jesús, arrodillarse y en su presencia aprender de aquel que es manso y humilde de corazón, para que poco a poco nuestro corazón aprenda a latir al ritmo del corazón del maestro".