El Papa Francisco, de 87 años de edad, no sólo sobrevivió al viaje más largo de su pontificado, sino que atrajo la energía de las multitudes que acudieron a verle, y pareció disfrutar de su visita de 12 días a Asia y el Pacífico.

La unidad, el respeto a la propia cultura, el diálogo interreligioso, el cuidado de los pobres y del medio ambiente fueron los temas principales de sus discursos en Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur del 2 al 13 de septiembre.

Excepto en Yakarta, Indonesia, su último acto en cada país fue un encuentro con jóvenes. Y a pesar de su edad, de todas las reuniones a las que ya había asistido y de los cambios de horario en cada país, el Papa Francisco pareció sacar la mayor energía de esos encuentros con los jóvenes.

Al hablar con la juventud, el Papa no siguió ninguno de los textos preparados para sus encuentros con adolescentes y jóvenes adultos, y ninguna de las reuniones terminaba a tiempo. En su lugar, recogiendo una o dos frases de lo que oía a sus jóvenes anfitriones, iniciaba un diálogo, avivando a la multitud con un "no los oigo" cuando no respondían lo suficientemente alto.

El 45º viaje de su pontificado le llevó desde Indonesia, un país predominantemente musulmán, a la predominantemente cristiana Papúa Nueva Guinea, y de un Timor Oriental asolado por la pobreza al súper próspero Singapur.

Aunque la pobreza, el desarrollo y la consolidación de las instituciones democráticas siguen siendo retos para el país, que obtuvo su independencia en 2002, el Papa Francisco dijo estar impresionado por lo joven que era la población, por el entusiasmo de la gente y por su fe.

De hecho, se calcula que 600.000 personas asistieron a la Misa con el Papa el 10 de septiembre en un parque de Tasitolu; el país tiene una población de sólo 1,3 millones de habitantes, de los cuales el 96% son católicos. Sin contar el Estado de la Ciudad del Vaticano, fue el mayor porcentaje de población local jamás reunido en una sola Misa, según el arzobispo Paul R. Gallagher, ministro de Asuntos Exteriores del Vaticano.

Con los líderes del gobierno, el Papa Francisco abordó algunos de los retos clave a los que se enfrenta cada país, y con los trabajadores de la Iglesia, el Santo Padre abogó por un ministerio cercano a la gente, dispuesto a compartir sus luchas y transmitiendo siempre la alegría de saberse amado y perdonado por Dios.

El Papa no eludió hablar de la grave división entre ricos y pobres en Indonesia.

"Algunos quieren hacer frente a esto" recurriendo a " una legislación de muerte, es decir, limitando la natalidad, limitando la mayor riqueza que tiene un país, que son los nacimientos", dijo, refiriéndose a un programa gubernamental de larga duración que promueve el uso de anticonceptivos.

El Papa provocó sonrisas y risas cuando dijo a líderes gubernamentales y cívicos el 4 de septiembre que en algunos países "las familias prefieren tener un gato o un perro pequeño".

El Papa Francisco visitó la mezquita Istiqlal de Yakarta -- una mezquita del sudeste asiático -- el 5 de septiembre, y él y Nasaruddin Umar, el gran imán, firmaron un breve documento en el que los miembros de sus comunidades religiosas se comprometían a defender la dignidad humana, especialmente cuando se ve amenazada por la violencia, y a defender la integridad de la creación.

Pero reconociendo la delicada situación de la comunidad católica de Indonesia, el Papa Francisco dijo a los trabajadores de la Iglesia que la llamada cristiana a compartir el Evangelio no consiste en intentar ganar conversos a toda costa, sino en vivir de una manera que destile alegría cristiana y tratar siempre a los demás con respeto.

"Anunciar el Evangelio no significa imponer o contraponer la propia fe a la de los demás, no significa hacer proselitismo, significa, más bien, dar y compartir la alegría del encuentro con Cristo, siempre con gran respeto y afecto fraterno por cada persona”, dijo el Papa a obispos, sacerdotes, religiosos y catequistas en una reunión celebrada el 4 de septiembre.

El 13 de septiembre, cuando habló extemporáneamente a jóvenes adultos comprometidos en el diálogo interreligioso en Singapur, un país en el que coexisten muchas religiones, pero donde una parte significativa de la población no profesa ninguna religión, hizo la misma observación, de una manera ligeramente diferente y menos precisa.

" Si empiezan a discutir ‘Mi religión es más importante que la tuya’ o ‘La mía es la verdadera, en cambio la tuya no es verdadera’, ¿Adónde lleva todo esto?”, preguntó a los jóvenes.

"Todas las religiones son un camino para llegar a Dios", que es el creador y padre de todos, dijo el Papa. “Y si sólo hay un Dios y padre, entonces todas las personas son hermanos y hermanas".

“Sin embargo, para el diálogo interreligioso entre los jóvenes se requiere valentía. Porque la juventud es la edad de la valentía. Pero mientras podrías tener esa valentía para hacer cosas que no te ayudarían, sería mejor tener valentía para avanzar y para el diálogo”, dijo.

En Papúa Nueva Guinea, donde alrededor del 98% de la población es cristiana, el Papa Francisco pidió una mayor atención a "las periferias de este país" con " las personas de los sectores más desfavorecidos de las poblaciones urbanas, así como a aquellas que viven en las zonas más remotas y abandonadas, donde a menudo falta lo indispensable".

"Pienso también en las personas marginadas y heridas, tanto moral como físicamente, a causa de los prejuicios y las supersticiones, en ocasiones, hasta el punto de arriesgar la propia vida", dijo el Papa. "La Iglesia quiere estar particularmente cercana a estos hermanos y hermanas, porque en ellos, Jesús está presente de un modo especial".

Un grupo de misioneros -- sacerdotes y religiosas -- de Argentina estaban ejerciendo su ministerio en la selva, y el Papa Francisco decidió hacerles una visita.

La Fuerza Aérea Real Australiana le llevó en avión 600 millas hasta Vanimo, cerca de la frontera de Papúa Nueva Guinea con Indonesia, el 8 de septiembre, para una reunión en un campo con unas 20.000 personas y luego un corto trayecto en coche hasta la iglesia y la escuela de los misioneros en Baro.

El padre Tomás Ravaioli, uno de los misioneros argentinos del Verbo Encarnado que trabajan en Baro, declaró a la prensa: "A su edad, en su estado, es un sacrificio enorme. Pero demuestra que lo que dice, lo que escribe, también lo demuestra" en su cercanía y servicio a la gente.