El cardenal Robert F. Prevost ha elegido el nombre de Papa León XIV, una aparente referencia al Papa León XIII, quien merece ser llamado el padre fundador de la doctrina social católica moderna, siendo su encíclica Rerum Novarum el documento fundacional.
La Iglesia católica ha enseñado sobre moral social durante muchos siglos. Este cuerpo de enseñanza incluye principios morales como la dignidad e inviolabilidad de la persona humana, el derecho a la propiedad privada, las condiciones para una guerra justa y muchos otros temas.
Sin embargo, a medida que han cambiado las condiciones sociales, la doctrina social de la Iglesia se ha expandido para incluir nuevas preocupaciones.
Comúnmente conocida como Sobre la condición de las clases trabajadoras, la extensa Rerum Novarum presenta un cuerpo de enseñanza papal en respuesta al estado de la sociedad industrial a finales del siglo XIX. Al hacerlo, como afirma el escritor católico Robert Royal, la encíclica de 1891 del Papa León “ha dado forma a la enseñanza social católica desde entonces”.
El futuro papa, Gioacchino Pecci, nació el 2 de marzo de 1810 en Carpineto, un pueblo en las colinas al sur de Roma, siendo el sexto hijo de una familia de la pequeña nobleza italiana. Alumno destacado, estudió en el Colegio Romano y en la Academia de Nobles Eclesiásticos, la escuela romana para futuros diplomáticos del Vaticano. Fue ordenado sacerdote en 1837.
Comenzó su carrera como administrador en los Estados Pontificios —primero como gobernador de Benevento y luego de Perugia. En 1843, el Papa Gregorio XVI lo nombró nuncio en Bélgica. Pero allí se involucró en una disputa con el gobierno sobre la política educativa, y el rey belga pidió su retiro. Fue entonces nombrado arzobispo de Perugia, cargo que ocupó de 1846 a 1878. Fue creado cardenal en 1853.
Tras el pontificado de 31 años del beato Pío IX, los cardenales reunidos en cónclave para elegir a su sucesor aparentemente querían a alguien que fuera un papa interino, que afinara algunas políticas del anterior y luego se retirara. El cardenal Pecci, de casi 68 años y con una salud aparentemente frágil, parecía cumplir ambos requisitos. Fue elegido el 20 de febrero de 1878. Para sorpresa de muchos, León XIII fue papa durante 25 años, lo que convirtió su pontificado en el tercero más largo de la historia, después del de Pío IX y san Juan Pablo II.
En el ámbito político, logró cierto éxito, especialmente en Alemania, donde se superó el distanciamiento entre el gobierno y la Iglesia. En otros lugares —particularmente en Francia e Italia— hubo poco o ningún avance. Sin embargo, más allá de la política, los años de su pontificado vieron un notable crecimiento de la Iglesia y una expansión continua de los esfuerzos misioneros. Tenía poco interés en el ecumenismo; tras un estudio realizado por una comisión papal, declaró en 1896 que las órdenes anglicanas eran “totalmente nulas y absolutamente inválidas”.
Se ha dicho que en materia doctrinal León XIII era tan tradicional como Pío IX, e incluso colaboró en la redacción del famoso Syllabus de errores. “La forma es dulce, pero el contenido es absoluto”, comentó una revista italiana sobre él.
León también albergaba la esperanza de recuperar el poder temporal del papado, al menos en Roma si no en los antiguos Estados Pontificios, ahora firmemente controlados por el gobierno de la Italia unificada. Sin embargo, aportó al papado una forma más amable de expresarse y un verdadero deseo de reconciliación entre la Iglesia y la cultura secular que emergía a finales del siglo XIX.
En el plano intelectual, una de sus acciones más significativas fue promover el pensamiento de santo Tomás de Aquino. Para León, esto no era un ejercicio de nostalgia, sino una forma de aprovechar recursos permanentes del pensamiento de quien llamó en su encíclica de 1879 Aeterni Patris “el baluarte y gloria especial de la fe católica”. Invitó a los obispos a fomentar el estudio tomista y fundó una academia en Roma con ese propósito.
Gracias a estos esfuerzos, la primera mitad del siglo XX vio florecer el tomismo con pensadores como Jacques Maritain, Étienne Gilson y Josef Pieper.
Pero hay dos documentos de León XIII que destacan especialmente. Uno es Rerum Novarum, fechado el 15 de mayo de 1891.
Respondiendo a lo que él llama “socialismo” —entendido ampliamente como todo movimiento que promueve la abolición de la propiedad privada— el papa defendió enérgicamente el derecho natural a la propiedad privada, al mismo tiempo que se posicionó del lado de la clase trabajadora, afirmando derechos como condiciones laborales dignas, salario justo, sindicatos y derecho a huelga.
La gran novedad de Rerum Novarum no es abogar por estos derechos, sino que lo hiciera un papa. El historiador Eamon Duffy lo calificó de “verdaderamente revolucionario”.
Para los católicos estadounidenses, es relevante que una de las influencias que tuvo León XIII fue la defensa del cardenal James Gibbons de una organización obrera llamada los Caballeros del Trabajo, cuando el papa estaba considerando condenarla como sociedad secreta.
Esta intervención del líder de la Iglesia en EE. UU., luego reflejada en la postura proobrera de la encíclica, ayudó a posicionar a la Iglesia del lado de los trabajadores en un momento clave del movimiento obrero.
La introducción de Rerum Novarum, que contextualiza la encíclica en las tensiones sociales de su época, es reveladora. Hablando del “espíritu de cambio revolucionario”, León XIII escribió:
“Los elementos del conflicto actual son inconfundibles: la enorme expansión de la industria, los descubrimientos científicos, las nuevas relaciones entre patrones y obreros, la concentración de riquezas en unos pocos y la pobreza de las masas, el creciente poder de los trabajadores organizados, y la decadencia moral general... No hay cuestión que haya calado más hondo en la conciencia pública.”
Los católicos estadounidenses también se interesarán en otro documento de León XIII: Testem Benevolentiae (“Testigo de buena voluntad”), donde condenó el llamado “americanismo”.
El término hacía referencia a ideas que el Vaticano, con razón o no, asociaba con la Iglesia en Estados Unidos, aunque muchas de esas ideas en realidad provenían de ciertos círculos católicos franceses. Los “americanistas” reales —como el cardenal Gibbons y el arzobispo John Ireland— estaban más preocupados por la integración de los inmigrantes católicos en la sociedad estadounidense que por teorías. Ellos negaron simpatizar con lo condenado por el papa en su carta del 22 de enero de 1899.
Independientemente de si el “americanismo” era un problema entonces, la carta del papa anticipa varios problemas reales que han surgido en la Iglesia estadounidense en tiempos recientes, como valorar más la acción que la contemplación, ignorar la autoridad doctrinal de la Iglesia en favor de interpretaciones personales del Espíritu Santo, y una actitud selectiva hacia la doctrina —lo que hoy se conoce como “catolicismo a la carta”.
Como pontífice, León XIII reinó con un estilo marcadamente monárquico. Pero también fue, en palabras de un cronista papal, “un hombre de profunda piedad conservadora”. Murió el 20 de julio de 1903 a los 93 años —el papa más longevo hasta ahora— y gracias a Rerum Novarum, uno de los más influyentes.