CIUDAD DEL VATICANO — El futuro que los cristianos esperan y deben construir “no es de muros y alambres de púas, sino de acogida mutua”, dijo el Papa León XIV a jóvenes católicos adultos de más de una docena de países del Mediterráneo.
Procedentes de diferentes culturas, hablantes de distintas lenguas y representantes de Iglesias tanto de rito latino como oriental, los jóvenes “son prueba de que el diálogo es posible, de que las diferencias son fuente de riqueza y no motivo de oposición, y de que el ‘otro’ es siempre un hermano o una hermana, nunca un extraño, y menos aún un enemigo”, afirmó el Papa.
El Papa León recibió en audiencia privada el 5 de septiembre a los miembros del Consejo Juvenil del Mediterráneo, un grupo coordinado por la Conferencia Episcopal Italiana, pero compuesto por jóvenes designados por conferencias episcopales de toda la cuenca mediterránea, incluyendo Europa, Medio Oriente y el norte de África.
Los obispos, dijo el pontífice, reconocen que el Mediterráneo “puede y debe ser un lugar de encuentro, un cruce de caminos de fraternidad, una cuna de vida y no una tumba de muertos”, y que los jóvenes de la región ya están trabajando para hacerlo realidad.
El Papa León pidió a los jóvenes que “sigan siendo signos de esperanza, esa esperanza que no defrauda, la esperanza que se arraiga en el amor de Cristo”.
“Ser signos de Cristo significa ser sus testigos, heraldos del Evangelio, precisamente en torno a ese mar desde cuyas orillas partieron los primeros discípulos”, afirmó.
Con diálogo, acogida y tolerancia, dijo, “el patrimonio espiritual de las grandes tradiciones religiosas nacidas en el Mediterráneo puede seguir siendo un fermento vivo en esta región y más allá, fuente de paz, de apertura al otro, de fraternidad y de cuidado de la creación”.
“Esas mismas religiones han sido, y a veces siguen siendo, explotadas para justificar la violencia y los conflictos armados”, advirtió. “Debemos rechazar esas formas de blasfemia que deshonran el santo nombre de Dios, y hacerlo con el testimonio de vida. Estamos llamados a cultivar la oración y la espiritualidad, junto con la acción, como fuentes de paz y puntos de encuentro entre tradiciones y culturas”.
Con demasiada frecuencia, dijo el Papa León, la paz no es más que un eslogan.
“Ser un artesano de paz no es tarea fácil: nos obliga a salir de nuestras zonas de confort, de la distracción y la indiferencia, y puede que nos encontremos con resistencia de quienes tienen interés en perpetuar los conflictos”, afirmó.
Pero el pontífice animó a los jóvenes: “No tengan miedo. Sean brotes de paz donde germina la semilla del odio y el resentimiento; tejedores de unidad donde prevalecen la polarización y la enemistad; la voz de quienes no tienen voz para pedir justicia y dignidad; luz y sal donde se apaga la llama de la fe y se pierde el gusto por la vida”.
“No se desanimen si alguien no los comprende”, concluyó el Papa. Como solía decir San Carlos de Foucauld, el ermitaño francés asesinado en Argelia en 1916: “Dios también se sirve de vientos contrarios para llevarnos a puerto”.