En la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de las Américas y de Filipinas, el Papa León XIV celebró por primera vez la Misa en su honor en la Basílica de San Pedro, subrayando el mensaje guadalupano como una llamada a la unidad, a la esperanza y a la dignidad de toda persona.

En su homilía del 12 de diciembre, el pontífice presentó a María como la mujer que acoge la Palabra de Dios y la lleva allí donde la alegría humana parece agotarse, recordando que en Guadalupe la Virgen “despierta en los habitantes de América la alegría de saberse amados por Dios”.

El Papa comenzó su reflexión a partir de la lectura del libro del Sirácide, en la que la Sabiduría es descrita con un lenguaje poético que, según explicó, la tradición cristiana ha leído también en clave mariana. “¿Quién sino María puede decir: ‘en mí está toda la gracia del camino y de la verdad, toda esperanza de vida y de virtud’?”, preguntó, citando el texto bíblico.

Al comentar el Evangelio de la Visitación, León XIV destacó la actitud misionera de María, que, llena del gozo recibido en el anuncio del ángel, “va presurosa hacia la casa de Isabel”. Ese dinamismo, afirmó, muestra cómo la Palabra de Dios, cuando es acogida, impulsa a comunicar la alegría del don recibido.

El Papa vinculó ese gozo con la experiencia guadalupana, recordando que, en el Tepeyac, María habló a san Juan Diego en su lengua materna y expresó su deseo de que se construyera allí una “casita sagrada”. En medio de conflictos, injusticias y sufrimientos, dijo, el mensaje central de Guadalupe sigue siendo actual: “¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?”.

Esa maternidad, añadió, permite a los fieles descubrirse hijos, a la luz de las palabras de Jesús desde la cruz: “Aquí tienes a tu madre”. Como hijos, señaló, los cristianos pueden dirigirse a María con la pregunta de cómo vivir una fe auténtica, escuchando su respuesta evangélica: “Hagan lo que Él les diga”.

En un pasaje dirigido explícitamente a los pueblos y a las naciones, el Papa pidió a la Virgen que enseñe a no dividir el mundo “en bandos irreconciliables” y a no permitir que “el odio marque su historia ni que la mentira escriba su memoria”. Exhortó también a que la autoridad sea ejercida como servicio y no como dominio, y a que se custodie la dignidad de cada persona “en todas las fases de su vida”.

León XIV encomendó a la Virgen a los jóvenes, pidiendo que obtengan de Cristo la fuerza para elegir el bien y mantenerse firmes en la fe, así como a las familias, para que cada hogar sea “escuela de fe”. También elevó una súplica por quienes se han alejado de la Iglesia y por quienes “siembran discordia”, invocando el deseo de Cristo de que “todos sean uno”.

La homilía incluyó una oración particular por el clero y la vida consagrada, a quienes el Papa pidió que María sostenga “en la fidelidad diaria”, protegiéndolos en la tentación y animándolos en el cansancio.

Al concluir, el pontífice recordó que los cristianos no son dueños del Evangelio, sino sus servidores, como san Juan Diego. “Que vivamos convencidos de que allí donde llega la Buena noticia, todo se vuelve bello, todo recupera la salud, todo se renueva”, afirmó.

Cerrando la homilía, León XIV encomendó su ministerio a la Virgen de Guadalupe, a quien llamó “Madre del verdadero Dios por quien se vive”, pidiéndole que lo asista como Sucesor de Pedro para confirmar a los fieles “en el único camino que conduce al Fruto bendito de tu vientre”.

La celebración en San Pedro se suma a una tradición que comenzó bajo el pontificado de Benedicto XVI y fue continuada por el Papa Francisco, quien celebró anualmente la Misa del 12 de diciembre en la basílica vaticana. Nuestra Señora de Guadalupe, venerada desde las apariciones de 1531 en México, es reconocida por la Iglesia como patrona de las Américas y, desde 1935, también de Filipinas, donde su fiesta es celebrada con gran fervor.

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Angelus Staff