CIUDAD DEL VATICANO — Dios nunca se rinde con nadie, incluso cuando una persona traiciona su amor, dijo el Papa León XIV.
La esperanza cristiana brota de "saber que, aunque nosotros fallemos, Dios nunca nos falla. Aunque lo traicionemos, él nunca deja de amarnos", afirmó el papa el 13 de agosto durante su audiencia general semanal.
Al llegar al aula de audiencias del Vaticano, el Papa León dio la bienvenida a los peregrinos en inglés, español e italiano, y explicó que la audiencia se llevaría a cabo en dos partes —en el aula y en la Basílica de San Pedro— para que la gente no tuviera que quedarse bajo el intenso sol.
El Papa León tenía previsto salir del Vaticano después de la audiencia para regresar a la villa papal de Castel Gandolfo, donde pasó parte de julio. La Oficina de Prensa del Vaticano indicó que permanecería allí hasta el 19 de agosto. La localidad se encuentra a unos 24 kilómetros al sureste de Roma.
Saludando en inglés a los fieles reunidos en la basílica, el papa les deseó "buen viaje" y oró para que la gracia de Dios "los acompañe y colme sus corazones con ese deseo que todos compartimos: vivir una conversión auténtica, caminar unidos en la Iglesia, renovar nuestra fe y ser testigos auténticos de Jesucristo y su Evangelio en todo el mundo".
En su catequesis principal en el aula, el Papa León continuó su serie sobre los últimos días de Jesús, enfocándose específicamente en la revelación que hizo durante la Última Cena de que uno de los discípulos lo traicionaría.
Jesús no hizo esta afirmación para condenar o avergonzar a Judas frente a los demás, explicó el papa, sino "para mostrar que el amor, cuando es verdadero, no puede prescindir de la verdad".
En el Evangelio, cada uno de los discípulos responde: "¿Acaso seré yo, Señor?"
Esa pregunta, dijo el papa, "es quizás de las más sinceras que podemos hacernos. No es la pregunta del inocente, sino la del discípulo que se descubre frágil. No es el grito del culpable, sino el susurro de quien, queriendo amar, es consciente de que puede herir. En esa conciencia comienza el camino de la salvación".
Para ser salvado, explicó, una persona debe reconocer que necesita ser salvada.
Pero, al mismo tiempo, un discípulo de Cristo también debe sentirse "amado a pesar de todo" y saber que "el mal es real, pero no tiene la última palabra".
"Si reconocemos nuestro límite, si nos dejamos tocar por el dolor de Cristo" al ser traicionado, "entonces podemos finalmente volver a nacer", dijo el Papa León a los presentes. "La fe no nos libra de la posibilidad del pecado, pero siempre nos ofrece una salida: la de la misericordia".