CIUDAD DEL VATICANO -- Cuando los catequistas enseñan, su objetivo no es simplemente transmitir información sobre la fe, sino poner en los corazones "la palabra de vida, para que produzca frutos de vida buena", dijo el Papa León XIV.

"Evangelio nos anuncia que la vida de todos puede cambiar, porque Cristo ha resucitado de entre los muertos. Este acontecimiento es la verdad que nos salva; por eso debe conocerse y anunciarse", dijo el Papa a unos 20.000 catequistas de más de 115 países que asistían al Jubileo de los Catequistas.

Pero no basta con proclamar la Buena Nueva, dijo el Papa en su homilía durante la Misa del 28 de septiembre en la Plaza de San Pedro. "Debe amarse, y es este amor el que nos lleva a comprender el Evangelio".

Durante la liturgia, el Papa León instaló formalmente en el ministerio de catequista a 39 mujeres y hombres de 16 países, entre ellos David Spesia, director ejecutivo de la Secretaría de Evangelización y Catequesis de la conferencia episcopal de los obispos estadounidenses, y Marilyn Santos, directora adjunta de la secretaría.

Antes de que el Papa pronunciara su homilía, un diácono llamó por nombre a cada uno de los 39, quienes respondieron en italiano "Eccomi" ("presente"). Tras la homilía, el Papa León les entregó a cada uno un crucifijo.

"Que vuestro ministerio se base siempre en una profunda vida de oración, que se edifique sobre una sana doctrina y se anime con un genuino celo apostólico", les dijo el Papa. "Como administradores de la misión confiada a la Iglesia por Cristo, debéis estar siempre dispuestos a dar respuesta a cualquiera que os pida razón de la esperanza que hay en vosotros".

La lectura del Evangelio en la Misa fue la parábola del hombre rico y Lázaro, de Lucas 16, 19-31.

En la parábola, dijo el Papa, Lázaro es ignorado por el hombre rico, "pero Dios está cerca suyo y recuerda su nombre".

Sin embargo, el hombre rico no tiene nombre en la parábola, "porque se pierde a sí mismo, olvidándose del prójimo", dijo el Papa. "Está disperso en los pensamientos de su corazón, lleno de cosas y vacío de amor. Sus bienes no lo hacen bueno".

"El relato que Cristo nos confía es, lamentablemente, muy actual", dijo el Papa León. "A las puertas de la opulencia se encuentra hoy la miseria de pueblos enteros, azotados por la guerra y la explotación".

"Nada parece que haya cambiado a lo largo de los siglos, cuántos Lázaros mueren frente a la avaricia que olvida la justicia, al beneficio que pisotea la caridad, a la riqueza ciega frente al dolor de los necesitados", dijo.

En la parábola, el hombre rico muere y es arrojado al inframundo. Le pide a Abraham que envíe a un mensajero a sus hermanos para advertirles que se arrepientan.

La historia del Evangelio y las palabras de las Escrituras que los catequistas están llamados a compartir no tienen como objetivo "decepcionarnos o desanimarnos", sino despertar nuestras conciencias, afirmó el Papa.

Haciéndose eco de las palabras del Papa Francisco, el Papa León dijo que el corazón de la catequesis es la proclamación de que "el Señor Jesús ha resucitado, el Señor Jesús te ama, ha dado su vida por ti; resucitado y vivo, está a tu lado y te espera todos los días".

Esa verdad, dijo, debería impulsar a las personas a amar a Dios y a amar a los demás a cambio.

El amor de Dios, dijo, "nos transforma abriendo el corazón a la palabra de Dios y al rostro del prójimo".

El Papa León recordó a los padres que ellos son los primeros en enseñar a sus hijos acerca de Dios, sus promesas y sus mandamientos.

Y agradeció a todos los que han sido testigos de la fe, la esperanza y la caridad ante los demás, cooperando en la "obra pastoral (de la Iglesia), escuchando las preguntas, compartiendo las pruebas, sirviendo al deseo de justicia y de verdad que reside en la conciencia humana".

Enseñar la fe es un esfuerzo comunitario, dijo, y el Catecismo de la Iglesia Católica "es el ‘instrumento de viaje' que nos protege del individualismo y las discordias, porque confirma la fe de toda la Iglesia Católica".

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Cindy Wooden