Con ocasión del 80° aniversario del bombardeo atómico en Hiroshima, el Papa León XIV envió un mensaje a Mons. Alexis Mitsuru Shirahama, Obispo de esta ciudad japonesa, en el que denunció que las armas nucleares “ofenden nuestra humanidad”.

El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó la primera bomba nuclear de la historia sobre Hiroshima, provocando la muerte inmediata de más de 70 mil personas, una cifra que se duplicó con el tiempo debido a las consecuencias de la radiación. Tres días después, otra bomba atómica cayó sobre la ciudad de Nagasaki, provocando la rendición de los japoneses.

En su mensaje, publicado este martes por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Santo Padre expresó sus sentimientos de respeto y afecto por los hibakusha, término que hace referencia a los supervivientes de los ataques atómicos.

Para el Pontífice, las historias “de pérdida y sufrimiento son un llamado oportuno para todos nosotros a construir un mundo más seguro y fomentar un clima de paz”.

A pesar del paso del tiempo, el Papa León XIV destacó que las dos ciudades “siguen siendo recordatorios vivos de los profundos horrores provocados por las armas nucleares. Sus calles, escuelas y hogares todavía llevan cicatrices —tanto visibles como espirituales— de aquel fatídico agosto de 1945”, lamentó.

En este contexto, el Pontífice recordó las palabras del Papa Francisco: “La guerra es siempre una derrota para la humanidad”.

También citó a Takashi Nagai, un superviviente de Hiroshima que afirmaba que “la persona del amor es la persona de la ‘valentía’ que no porta armas”. De este modo, subrayó que “la verdadera paz exige el valiente abandono de las armas, especialmente de aquellas que tienen el poder de provocar una catástrofe indescriptible”.

“Las armas nucleares ofenden nuestra humanidad compartida y traicionan también la dignidad de la creación, cuya armonía estamos llamados a custodiar”, afirmó el Santo Padre.

En un contexto global marcado por crecientes tensiones y conflictos, el Papa León XIV remarcó que Hiroshima y Nagasaki permanecen como “símbolos de memoria” que nos urgen a rechazar “la ilusión de seguridad fundada en la destrucción mutuamente asegurada”.

En su lugar, el Santo Padre exhortó a forjar una ética global “arraigada en la justicia, la fraternidad y el bien común”.

Por último, expresó su deseo de que este aniversario “sirva como un llamado a la comunidad internacional a renovar su compromiso con la búsqueda de una paz duradera para toda la familia humana: una paz desarmada y que desarma”.