CIUDAD DEL VATICANO -- La ira es un "vicio particularmente tenebroso" que destruye las relaciones, echa toda la culpa en los demás y sólo empeora con el tiempo, dijo el Papa Francisco.

"Es capaz de quitarnos el sueño y de hacernos maquinar continuamente en nuestra mente, sin que logremos encontrar una barrera para los razonamientos y pensamientos" porque la ira nubla completamente el pensamiento claro y se acumula incesantemente sin piedad, dijo el Papa el 31 de enero en su audiencia general semanal en el Aula de Audiencias Pablo VI.

Continuando con una serie de catequesis sobre los vicios y las virtudes, el Papa reflexionó sobre el vicio de la ira.

"Si nace de una injusticia padecida (o considerada como tal), a menudo no se desata contra el culpable, sino contra el primer desafortunado con el que uno se encuentra", dijo, poniendo como ejemplo a personas que "contienen su ira en el lugar de trabajo", pero luego la desatan en casa contra su cónyuge y sus hijos.

La ira "destruye las relaciones humanas. Expresa la incapacidad de aceptar la diversidad del otro, especialmente cuando sus opciones vitales difieren de las nuestras", afirmó.

Cuando alguien está dominado por la ira, dijo el Papa, "siempre, siempre dice que el problema está en la otra persona; nunca es capaz de reconocer sus propios defectos, sus propias faltas".

San Pablo recomienda a los cristianos afrontar el problema de inmediato e intentar la reconciliación antes de que acabe el día, dijo el Papa, citando la Carta del apóstol a los Efesios (4, 26) "No permitan que la noche los sorprenda enojado".

"No hay que entregar la noche al diablo", dijo el Papa, repitiendo que es importante que cualquier malentendido se gestione antes de que acabe el día, ya que este vicio nos puede mantener "despiertos en la oscuridad, rumiando nuestras razones y los errores incalificables que nunca son nuestros y siempre del otro".

"En el Padre nuestro, Jesús nos hace orar por nuestras relaciones humanas, que son un terreno minado: un plano que nunca está en equilibrio perfecto", dijo.

"Todos somos pecadores, todos", con deudas pendientes o "delitos" cometidos y experimentados a lo largo de la vida, dijo.

"Por lo tanto, todos tenemos que aprender a perdonar" en la medida de lo humanamente posible, dijo. "Lo que contrarresta la ira es la benevolencia, la amplitud de corazón, la mansedumbre, la paciencia".

Sin embargo, dijo el Papa, "no todo lo que nace de la ira es malo".

"No somos responsables de la ira en su surgimiento, pero sí siempre en su desarrollo", afirmó.

A veces "es bueno que la ira se desahogue de la manera adecuada", dijo. "Existe una santa indignación", especialmente ante una injusticia, pero no es ira.

Jesús la sintió varias veces en su vida, pero "nunca respondió al mal con el mal", dijo el Papa.

Cuando entró en el templo y expulsó a los mercaderes y volcó las mesas de los cambistas, Jesús "realizó una acción fuerte y profética, dictada no por la ira, sino por el celo por la casa del Señor", dijo.

"Debemos distinguir bien" que es la santa indignación, dijo, de lo malo, que es la ira, y rezar para gobernar correctamente las propias pasiones, "educarlas bien para que se dirijan hacia el bien, y no hacia el mal".

El Papa recordó también que el 31 de enero es la fiesta de San Juan Bosco.

En sus saludos a los visitantes en otros idiomas, el Papa destacó la obra del santo italiano del siglo XIX, diciendo que ayudó a muchos jóvenes en sus dificultades y, con su celo apostólico, los llevó a Cristo. "Seamos también nosotros testigos ante los jóvenes de que Cristo quiere entrar en nuestras vidas para llenarlas de la alegría que sólo Él puede dar".

Invitó a imitar al santo, "educando a los jóvenes en la fe y formándolos en las distintas ciencias y profesiones, para un futuro mejor en el que la humanidad pueda gozar de paz, fraternidad y tranquilidad".