VATICAN CITY -- La fe es un viaje inspirado por el cuestionamiento inquieto, lleno de riesgos, impulsado por la perseverancia en la oración y la caridad, y que culmina en el asombro, la admiración y la adoración del Señor, dijo el Papa Francisco.
“Adoremos a Dios y no a nuestro yo; adoremos a Dios y no a los falsos ídolos que nos seducen con la fascinación del prestigio y del poder, con la fascinación de las falsas noticias; adoremos a Dios para no inclinarnos ante las cosas que pasan ni ante las lógicas seductoras y vacías del mal", dijo el papa el 6 de enero, la fiesta de la Epifanía.
Al inicio de la Misa en la Basílica de San Pedro, el Cardenal Luis Antonio Tagle del Dicasterio para la Evangelización, quien era el celebrante principal en el altar, bendijo con incienso la imagen del niño Jesús que había sido colocada frente al altar mayor en Noche Buena. Después de la Misa, el Papa Francisco fue llevado en su silla de ruedas para besar al Niño Jesús.
“Como una estrella que se eleva”, dijo el papa en su homilía, “Jesús viene a iluminar a todos los pueblos y alumbrar las noches de la humanidad”.
Los fieles de hoy están llamados, como los Reyes Magos de Oriente, a emprender un camino para descubrir al niño Jesús, dijo.
La experiencia de los Reyes Magos muestra que el primer "lugar" donde Jesús ama ser buscado es en la inquietud de las preguntas, dijo. La fe es un don de Dios cuya gracia "nos ayuda a despertarnos de la apatía y a hacer espacio a las preguntas importantes de la vida ".
Sin embargo, dijo, el mundo está lleno de peligrosos "tranquilizantes del alma" que calman la inquietud y suprimen las ganas de hacer preguntas; esos tranquilizantes incluyen nuevos productos para consumir, “las seducciones del placer, desde los debates sensacionalistas hasta la idolatría del bienestar; todo parece decirnos: no pienses mucho, deja que pasen, disfruta la vida”.
El camino de la fe comienza, dijo, “cuando no nos conformamos con la tranquilidad de nuestros hábitos, sino que nos la jugamos, nos arriesgamos en los desafíos de cada día; cuando dejamos de mantenernos en un espacio neutral y nos decidimos a vivir en los espacios incómodos de la vida, hechos de relaciones con los demás, de sorpresas, de imprevistos, de proyectos que sacar adelante, de sueños que realizar, de miedos que afrontar, de sufrimientos que hieren la carne".
Muchas preguntas pueden llevar a las personas a buscar al Señor, dijo, tales como, ¿dónde se encuentra la verdadera felicidad, la plenitud de la vida o el amor duradero? y "¿cuáles son las oportunidades escondidas dentro de mis crisis y mis sufrimientos?"
Después del inquieto cuestionamiento, dijo el Papa, el segundo lugar para encontrar al Señor es "en el riesgo del camino" y buscando "el rostro de Dios y la belleza de su palabra".
“Sin un camino continuo y un diálogo constante con el Señor, sin la escucha de la Palabra, sin la perseverancia, no se puede crecer”, dijo. “es necesario hacerse discípulos que siguen a Jesús y su Evangelio, hablarlo todo con Él en la oración, buscarlo en las situaciones cotidianas y en el rostro de los hermanos”.
El Papa Francisco dijo que los fieles deben preguntarse: "Jesús, ¿quién eres para mí? ¿Dónde quieres que vaya, qué es lo que me pides? ¿Cuáles son las decisiones que me estás invitando a tomar en favor de los demás?".
Finalmente, dijo, el tercer lugar para encontrar al Señor es la maravilla de la adoración.
“Este es el punto decisivo. Nuestras inquietudes, nuestras preguntas, los caminos espirituales y las prácticas de la fe deben converger en la adoración del Señor”, dijo.
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“Todo nace y todo culmina allí, porque el final de cada cosa no es alcanzar una meta personal y recibir gloria para nosotros mismos, sino encontrar a Dios”, dijo. La finalidad es “dejarnos abrazar por su amor, que es lo que da fundamento a nuestra esperanza, nos libra del mal, nos abre al amor a los demás y nos hace personas capaces de construir un mundo más justo y más fraterno".
Aprender a estar delante de Dios y no pedir nada, dijo, "sino sólo para permanecer en silencio y abandonarnos a su amor, para dejarnos aferrar y regenerar por su misericordia".
Después de la Misa, el Papa Francisco saludó a unas 60,000 personas que se reunieron en la Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus del mediodía después de ver un desfile tradicional de Epifanía. Bandas de música, abanderados y gente con trajes renacentistas desfilaron por el bulevar principal que conduce a la plaza por delante de los Reyes Magos a caballo y la "Befana", o bruja de la Epifanía, montada en un descapotable rosa.
Los magos no solo trajeron regalos a Jesús, también recibieron los regalos de Dios, dijo el Papa en su discurso.
Recibieron el don de la llamada a "ir más allá" y no conformarse con el statu quo, el don del discernimiento y saber distinguir "entre la meta de su camino y las tentaciones que encuentran en el camino", y el don de sorpresa, viviendo su encuentro con el Señor "con asombro, adorándolo", dijo.
Normalmente las personas están “inclinadas a buscar la grandeza, pero es un don saber encontrarla verdaderamente, saber encontrar la grandeza en la pequeñez que Dios ama. Porque el Señor se encuentra así: en la humildad, en el silencio, en la adoración, en los más pequeños y en los pobres", dijo el Papa Francisco.