¿Quién será el próximo papa? ¿Cuánto durará el cónclave?
Estas dos preguntas son responsables, probablemente, del 90 % de las conversaciones entre los miembros de la prensa que he escuchado (o espiado) desde que llegué a Roma el lunes por la mañana para cubrir el cónclave para Angelus. Pero también ayudan a explicar por qué este cónclave podría ser muy distinto a los anteriores.
En muchos sentidos, un cónclave es el evento perfecto para los medios: lleno de rituales antiguos, con un elenco colorido de personajes obligados al silencio, y un clímax teatral de baja tecnología que mantiene a una audiencia internacional en vilo hasta el final.
En la Plaza de San Pedro esta semana, las señales clásicas de que se avecina un nuevo papa eran fáciles de identificar: reporteros y equipos de cámara de lugares tan lejanos como Chile y Filipinas grababan notas en vivo para sus audiencias, mientras presentadores de televisión ocupaban sus puestos en un andamio de tres pisos con la Basílica de San Pedro como telón de fondo. Ya se han instalado las cortinas rojas en la logia o balcón desde donde el nuevo pontífice se presentará al mundo. Y desde el techo de la Capilla Sixtina asoma la chimenea recientemente colocada, donde se verá el humo una vez que los cardenales empiecen a votar la tarde del miércoles.
Pero el mayor —y tal vez más inquietante— espectáculo en la plaza ha sido el avistamiento de cardenales que, al cruzarla con sus sotanas rojas tras las reuniones diarias en el Aula del Sínodo, se vuelven blanco de celulares, cámaras y micrófonos.
El lunes, el color del solideo del cardenal Ignatius Suharyo Hardjoatmodjo lo convirtió en un objetivo ideal mientras una multitud de periodistas lo seguía durante su camino hacia el almuerzo.
Suharyo, de 74 años, creado cardenal por el Papa Francisco en 2019, parecía tomarse la atención con calma, respondiendo pacientemente preguntas en italiano, español e inglés, y deteniéndose entre tanto para bendecir artículos religiosos.
Al preguntarle qué perfil desea para el próximo pontífice, Suharyo respondió que busca a un hombre “con una profunda espiritualidad” que pueda dar al mundo un ejemplo de santidad.
“El mundo y las personas se sentirán atraídos por eso”, dijo Suharyo, quien coincidió en que la Iglesia Católica necesita estar “más cerca de los fieles”.
Ni siquiera los reporteros más curiosos (y sí, había algunos) se atrevieron a preguntarle por quién votará. En cambio, le pidieron que pronosticara la duración del cónclave.
“Dos o tres días como máximo”, respondió el cardenal antes de girarse a bendecir el rosario de una peregrina.

El cardenal Suharyo respondió preguntas de la prensa mientras cruzaba la Plaza de San Pedro el 5 de mayo. (Pablo Kay)
La sabiduría convencional entre periodistas es que un cónclave corto, de uno o dos días (como los que eligieron a Benedicto XVI y a Francisco), sugiere la elección de uno de los “favoritos”, mientras que uno más largo, que se extienda más allá del viernes o sábado, indica una contienda más abierta —y la posibilidad de un “tapado”.
Un factor que hace difícil predecir el resultado es la composición del Colegio Cardenalicio, que gracias a Francisco ahora incluye a más hombres como Suharyo, procedentes de las “periferias” del mundo, muchos de los cuales no pasan suficiente tiempo en Roma como para conocerse bien entre sí.
Junno Arocho Esteves, periodista con más de una década cubriendo el Vaticano, señaló que los cardenales están notablemente más comunicativos que en 2013.
“El Papa Francisco cambió las reglas del juego”, explicó Arocho, quien fue corresponsal en Roma para Zenit y Catholic News Service y ahora colabora como freelance para OSV News. “De los 133 cardenales electores, más de 100 fueron creados por Francisco, muchos de ellos procedentes de lugares tan remotos o con desafíos tan grandes, que estas formalidades les son completamente nuevas. Así que, aunque respetan las reglas de confidencialidad, tienden a ser más abiertos sobre sus experiencias o expectativas para este cónclave, muchas veces de forma anónima”.
Arocho también observó que la falta de familiaridad entre los cardenales hace que muchos dependan de los medios para conocerse mejor. Algunos incluso, dijo, parecen tomar una estrategia más calculada al hablar con la prensa, “filtrando información” sobre ciertos temas para “provocar una reacción del público o influir en aquellos cardenales que buscan entender mejor el estado actual de la Iglesia”.
Pero para la tarde del martes, la fase mediática del cónclave estaba llegando a su fin. Los cardenales celebraron esa mañana su última Congregación General en el Vaticano, y tienen el resto del día para instalarse en la Casa Santa Marta, la residencia dentro del Vaticano donde comerán y dormirán entre sesiones de votación en la Capilla Sixtina.
Un portavoz del Vaticano confirmó ese martes que los cardenales deberán entregar sus teléfonos celulares antes de entrar al cónclave, y que todos los sistemas de transmisión electrónica serán desactivados tras los muros vaticanos hasta que se anuncie el nuevo papa —sea quien sea y cuando sea.