ROMA – Durante un encuentro de 75 minutos, el Papa Francisco y el Presidente Joe Biden hablaron sobre la pandemia del COVID-19, el cambio climático y la pobreza.
Según informó la Casa Blanca, durante el encuentro Biden "agradeció a Su Santidad su defensa de los pobres del mundo y de quienes sufren hambre, conflictos y persecuciones".
También "alabó el liderazgo del Papa Francisco en la lucha contra la crisis climática, así como su esfuerzo para garantizar que la pandemia termine para todos mediante el reparto de vacunas y una recuperación económica mundial equitativa".
El Vaticano confirmó que los dos hablaron el privado por 75 minutos, y después intercambiaron regalos y saludos por otros 15, motivo por el cual la oficina de prensa de la Casa Blanca habló de un encuentro de 90 minutos.
Según el Vaticano, Biden regaló a Francisco una casulla tejida, o vestimenta litúrgica, hecha en 1930 por el famoso sastre papal Gammarelli y utilizada por los jesuitas en Estados Unidos. La casulla se encontraba en los archivos de la Iglesia de la Santísima Trinidad, la parroquia a la que asiste habitualmente Biden en Washington. La Casa Blanca dijo que también haría una donación a una organización benéfica en nombre del Papa.
Según se puede ver en un breve video hecho publico por el Vaticano, Biden también otorgó al Papa lo que se conoce como una moneda de desafío, definiendo a Francisco como "el guerrero por la paz más importante que he conocido".
La moneda personalizada representa el estado natal de Biden, Delaware, y una referencia a la unidad militar de su difunto hijo Beau, la 261ª Brigada de Señales Tácticas de Teatro. Biden dijo a Francisco que Beau habría querido que él presentara la moneda al Papa.
"La tradición es, y estoy bromeando sobre esto, pero la próxima vez que nos veamos, si no la tiene, tiene que comprar las bebidas", dijo Biden, refiriéndose a la moneda. Y añadió: "Soy el único irlandés que ha conocido que nunca ha bebido".
Francisco se rió y respondió: "Los irlandeses trajeron whisky".
Una docena de guardias suizos con sus míticos uniformes a rayas azules y doradas se mantuvieron firmes en el patio de San Dámaso para la llegada de Biden y su esposa, Jill. Fueron recibidos por monseñor Leonardo Sapienza, que dirige la casa papal, y se detuvieron para saludar uno a uno a los caballeros papales, que como de costumbre estaban presente.
"Es bueno estar de regreso", dijo Biden mientras estrechaba la mano de uno de ellos. "Soy el marido de Jill", dijo a otro antes de que le hicieran pasar al Palacio Apostólico, y elevador de por medio, a la biblioteca privada del Papa, donde tuvo lugar el encuentro.
Biden llegó al Vaticano minutos antes del medio día local, desde la residencia del embajador de EE.UU. en Roma en una caravana inusualmente larga de más de 80 vehículos. El número se debió en parte a las restricciones italianas a causa del coronavirus, que limitan el número de personas que pueden viajar en coche.
Desafortunadamente, después de informar de la transmisión en directo de los saludos iniciales y del intercambio de regalos que tiene lugar al final del encuentro después del saludo a los miembros de la delegación visitante, entre los que figura el secretario de Estado Antony Blinken, el departamento de Comunicación del Vaticano canceló la víspera la retrasmisión, sin mayores explicaciones.
Hablando de la visita antes del arribo del presidente, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, había dicho que esperaba un "diálogo cálido y constructivo" entre los dos líderes.
"Hay una gran coincidencia entre el presidente y el Papa Francisco en una serie de temas: la pobreza, la lucha contra la crisis climática, el fin de la pandemia del COVID-19", dijo Psaki. "Todos estos son temas enormemente importantes e impactantes que serán el centro de su discusión cuando se reúnan".
Biden visitará Roma y luego Glasgow, Escocia, para asistir a dos cumbres consecutivas, primero a una reunión de líderes del G20, luego a una conferencia mundial sobre el clima, el G20.
Biden, que es el segundo presidente católico en la historia de Estados Unidos, priorizó su audiencia con el Papa Francisco: su encuentro era el primer evento programado del viaje.
El presidente y el papa se habían reunido entres oportunidades anteriores, pero esta fue la primera desde que Biden asumió como presidente.
Más temprano en la mañana, Francisco recibió en privado al presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, quien también está en Roma para participar de la cumbre del G20.
Según el comunicado oficial del Vaticano, los dos líderes hablaron sobre las buenas relaciones bilaterales y de la contribución positiva que la Iglesia católica ofrece a la sociedad, señalando una particular asiduidad en la promoción del diálogo y la reconciliación entre los coreanos.
“En este sentido, se comparte la esperanza de que el compromiso común y la buena voluntad favorezcan la paz y el desarrollo en la Península de Corea, sostenidos por la solidaridad y la fraternidad,” dice el comunicado.
Días antes de la visita, Lee Johng-joo, portavoz del Ministerio surcoreano para la Reunificación, había hablado de la posibilidad de que Moon insistiera en pedirle a Francisco que visite Corea del Norte, algo que, el gobierno del Sur considera "contribuiría enormemente a la construcción de la paz".
Con la esperanza de que dicha visita ocurra, Corea del Sur está dispuesta a no escatimar esfuerzos para actuar como intermediario entre el Vaticano y el régimen dictatorial de Pyongyang, un régimen represor que suele encabezar los índices de persecución religiosa. Se calcula que al día de hoy, hay entre 50.000 y 70.000 cristianos recluidos en campos de prisioneros.
Una visita de Francisco a esta nación insular podría ser, según algunos observadores, un buen primer paso para acabar con lo que se ha catalogado como genocidio.
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