Cuando parecía que no le quedaba nada “sin precedentes” al papa Francisco, el viernes se embarcará en otra aventura histórica: del 5 al 8 de marzo comenzará la primera visita papal a Irak, la tierra de Abraham.
Él buscará llevar esperanza a una comunidad cristiana amenazada durante mucho tiempo y dará un paso más en el diálogo entre católicos y musulmanes.
El viaje es uno que produce muchos quebraderos de cabeza a quienes se encargan de la seguridad del Papa: desde los ataques con cohetes en Erbil -una ciudad que visitará-, hasta la constante amenaza de ISIS, el grupo terrorista que la mayoría de los observadores creen que permanece latente, incluso tres años después de ser derrocado, y por supuesto, la pandemia de COVID-19.
El ministro de salud del país advirtió el 19 de febrero que "Irak ha entrado en la fase más peligrosa de la epidemia”, y anunció el cierre de todos los lugares de culto, incluidas las iglesias y las mezquitas hasta el último día de la visita del pontífice.
El viaje contempla una ajetreada agenda, con siete discursos públicos. Sin embargo, podría decirse que los momentos más relevantes de la visita serán cuando esté en silencio o manteniendo reuniones a puertas cerradas.
El sábado, Francisco dejará Bagdad para dirigirse a Nayaf, la tercera ciudad más sagrada del islam chiita después de La Meca y Medina. Aquí, será recibido por el Gran Ayatolá Ali al-Sistani, lo más parecido que tiene esta rama del islam a un Papa. La reunión será privada, el hogar del líder religioso, por lo que se espera que esté libre de la pompa y las circunstancias habituales del protocolo que impiden cualquier diálogo real.
No se espera que los dos firmen un documento, pero tampoco se esperaba que Francisco regresara de su histórico viaje a los Emiratos Árabes Unidos, también el primero para un papa, con el Documento sobre Fraternidad Humana para la Paz Mundial y Vivir Juntos, firmado por él mismo y el Jeque Ahmed el-Tayeb, Gran Imán de Al-Azhar.
Llegará a Nayaf después de haber pronunciado sus dos primeros discursos: uno a la clase política, donde se espera que pronuncie palabras en apoyo del pluralismo, la paz y la libertad religiosa; y uno a los sacerdotes y religiosos católicos de Irak, en la Catedral Siro-católica de “Nuestra Señora de la Salvación”.
Es en esta iglesia, que el 31 de octubre de 2010 fue el escenario de un baño de sangre, con cinco terroristas provenientes de Irak, Siria y Egipto asesinando a dos sacerdotes y 45 fieles católicos laicos, incluida una mujer embarazada. En la cripta yacen los restos de los dos sacerdotes, visitados por el cardenal Pietro Parolin, secretario de estado vaticano en 2018.
La escalera para bajar a la cripta es larga y no hay ascensor disponible, por lo que no está en el programa que Francisco, quien ha cancelado varias actividades este año debido a un brote de su ciática, baje. Pero se espera una oración silenciosa en su memoria, y este recuerdo de los 48 mártires, el más joven de los cuales fue Adam Zuheer Marzina Arab, un niño de tres años, hablará más fuerte que cualquier cosa que él diga a la comunidad cristiana local, que pasó de contar más de 1,4 millones de personas a principios de los 2000 a cerca de 300.000 en el presente, según las estimaciones más esperanzadoras.
Una oración silenciosa por los miles de cristianos martirizados en Irak por ISIS, acusado de perpetrar genocidio contra las minorías durante los tres años de terror que reinó en Irak, podría equiparada a la parada no programada de cuatro minutos que Francisco en el muro que separa a Israel de Palestina en 2014.
El sábado Francisco también irá a la llanura de Ur, que se cree fue el lugar de nacimiento de Abraham, un profeta para judíos, cristianos y musulmanes. Fundada en el quinto milenio a.C., será el escenario de una cumbre interreligiosa que San Juan Pablo II había soñado con liderar a fines de 1999, como la primera parada de su peregrinaje por los lugares más sagrados del cristianismo.
Por desgracia, las negociaciones con el gobierno de Saddam Hussein fracasaron en el último minuto y el Papa polaco no pudo hacer el viaje. El Papa emérito Benedicto XVI recibió una invitación para visitar Irak durante su pontificado, pero habiendo comenzado poco después de la invasión liderada por Estados Unidos a Irak, las preocupaciones por la seguridad siempre fueron demasiado altas.
Francisco, conocido por tomar decisiones audaces cuando se trata de recolectar sellos en su pasaporte, incluida una visita en 2015 a la República Centroafricana con una guerra civil en curso, había decidido ir a Irak el año pasado, pero la pandemia lo hizo imposible.
El domingo, la atención de Francisco estará casi exclusivamente en la comunidad cristiana local, ya que irá a Erbil, capital de la región autónoma del Kurdistán en el norte de Irak, y de allí irá a Mosul y Qaraqosh, en la llanura de Nínive, la tierra de Profeta Jonás, y hasta el surgimiento de ISIS, hogar de una animada comunidad cristiana.
Mientras esté en Mosul, dirigirá un momento de oración por todas las víctimas de la guerra.
Aunque el viaje se produce cuando Francisco entra en el octavo año de su pontificado, la verdad es que Irak ha estado en su corazón y en su mente durante bastante tiempo. Por esta razón, nombró cardenal al Patriarca de Babilonia de los Caldeos, Raphael Sako, en 2018.
En enero de 2020, en la que terminaría siendo una de las últimas audiencias públicas del papa antes del cierre a causa del coronavirus, el Presidente de Iraq, Barham Salih, encontró al papa en el Vaticano, y fue en ese encuentro que las ruedas de este viaje comenzaron a girar.
Un mes después, rezó por el país mientras se dirigía a una audiencia general en la Plaza de San Pedro: “Les digo, ciudadanos de Irak, estoy muy cerca de ustedes. Su país es un campo de batalla con guerras a cada lado. Rezo por ustedes y rezo por la paz en su país”.
Hay un sinfín de motivos por los cuales el pontífice argentino debería posponer el viaje, sin embargo, solo hay una cosa que le importa a Francisco cuando trata de explicar por qué va, en contra del viento y la marea, y se la dijo a la oficina de Roma la agencia de noticias de los obispos de Estados Unidos: “Soy pastor de personas que sufren”.