ROMA - Con la esperanza de que el mundo se libere de la "sombra de la soledad y del demonio de la guerra", el papa Francisco llama a los ancianos a liderar una "revolución de la ternura".
La vejez, dijo, "no es un tiempo inútil en el que nos hacemos a un lado, abandonando los remos en la barca, sino que es una estación para seguir dando frutos", con una nueva misión que cumplir, aportando la particular sensibilidad que tienen los ancianos por las preocupaciones y afectos "que nos hacen humanos."
Recordar a las generaciones más jóvenes su humanidad, dijo Francisco, es lo que su propia generación puede aportar a la "revolución de la ternura, una revolución espiritual y no violenta en la que os animo, queridos abuelos y ancianos, a tomar un papel activo."
El mundo, escribió Francisco en un mensaje difundido el martes por el Vaticano, está atravesando un tiempo de "prueba y ensayo", que comenzó con el "repentino y violento estallido" de la pandemia del COVID-19 que ha matado a 6,25 millones de personas, "y luego por una guerra que está perjudicando la paz y el desarrollo a escala mundial".
No es una coincidencia, dijo en su mensaje para la segunda Jornada Mundial de los Abuelos y las Personas Mayores patrocinada por la Iglesia, "que la guerra haya vuelto en Europa en el momento en que la generación que la vivió en el siglo pasado está desapareciendo. Y estas grandes crisis pueden volvernos insensibles al hecho de que hay otras “epidemias” y otras formas extendidas de violencia que amenazan a la familia
humana y a nuestra casa común."
Sin embargo, escribió, muchos de los ancianos han llegado a una "sabia y humilde comprensión" de lo que el mundo necesita hoy: "el reconocimiento de que no nos salvamos solos, y que la felicidad es un pan que partimos juntos. Demos testimonio de ello ante quienes piensan erróneamente que pueden encontrar la realización personal y el éxito en el conflicto".
La Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores se celebra cada año el cuarto domingo de julio. Este año, se celebrará el 24 de julio. La fecha se eligió por estar cerca de la fiesta de los santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María y, como tales, abuelos de Cristo.
Como nota a pie de página, si su salud se lo permite, la celebración podría encontrar al Papa Francisco en Canadá, ya que prometió a los pueblos indígenas de ese país que intentaría estar con ellos durante esta fiesta, que es muy apreciada por las primeras naciones de ese país.
En los últimos meses, su rodilla derecha le ha obligado a cancelar o aplazar varios compromisos, entre ellos una visita al Líbano, que estaba prevista, aunque nunca anunciada por el Vaticano, para mediados de junio. Está previsto que visite Sudán del Sur y la República Democrática del Congo a principios de julio.
El Papa ha elegido como tema de la segunda jornada mundial "Darán fruto incluso en la vejez" del Libro de los Salmos (92,15).
Según Francisco, los tiempos nefastos que atraviesa el mundo deben inspirar a los ancianos a "llevar de rodillas -con ayuda práctica o sólo con la oración- no sólo a nuestros propios nietos, sino también a los muchos nietos asustados que aún no hemos conocido y que pueden estar huyendo de la guerra o sufriendo sus efectos."
"Llevemos en nuestro corazón —como hacía san José, padre tierno y solícito— a los pequeños de Ucrania, de Afganistán, de Sudán del Sur," dijo Francisco.
El pontífice también dijo que para muchos, la vejez es una "especie de enfermedad" con la que es mejor no tener contacto, lo que les lleva a pensar que los ancianos no son de su incumbencia y que, por tanto, deben ser apartados en residencias o lugares donde puedan ser atendidos, "para no tener que ocuparnos de sus problemas."
"Esta es la mentalidad de la 'cultura del descarte', que nos lleva a pensar que somos de alguna manera diferentes de los pobres y vulnerables en nuestro entorno, ajenos a sus fragilidades y separados de 'ellos' y sus problemas", dijo.
Sin embargo, la Biblia ve las cosas de otra manera, definiendo una larga vida como una bendición, y a los ancianos no como parias que hay que rechazar, sino como signos palpables del amor de Dios: "¡Bendita la casa donde vive una persona mayor! Bendita la familia que honra a los ancianos".
Aquellos que en su vejez "y sus cabellos blancos" siguen confiando en Dios, escribe Francisco, siguen recibiendo sus dones para no dejarse vencer por el mal.
"Llegaremos a ver que envejecer es más que el declive natural del cuerpo o el paso inevitable del tiempo, sino el don de una larga vida", escribió. "Envejecer no es una condena, sino una bendición".