ROMA - Cuando se acerca el Día de Acción de Gracias, ocurre una circunstancia relativa a la fiesta que la mayoría de las familias probablemente ha experimentado de una forma o de otra.

En la familia no falta un tío cascarrabias que insiste en presentarse cada Día de Acción de Gracias, aunque mucha gente desearía que no lo hiciera. Es ruidoso, insiste en decirles a todos lo que están haciendo mal y, pase lo que pase, siempre está ansioso de explicar por qué los viejos tiempos eran mejores. Francamente, papá le habría cancelado la invitación hace mucho tiempo, pero el abuelo siempre insistió en que todos los miembros de la familia tenían que tener un lugar en la mesa familiar.

Sin embargo, ahora que el abuelo ya no está por aquí, a papá le encantaría deshacerse del tío, pero por alguna razón no siente que pueda decirle directamente: “Vete”. Por lo tanto, intenta de todas las maneras posibles hacerlo sentir incómodo, con la esperanza de que finalmente se vaya por sí solo.

En términos eclesiásticos, algo de esto parece estar teniendo lugar ahora, en lo que respecta al Papa Francisco y a los católicos tradicionalistas, apegados a la Misa antigua.

En julio de 2021, el Papa Francisco emitió una carta apostólica titulada “Traditionis Custodes” (“Guardianes de la Tradición”), revocando los permisos para la celebración de la Misa antigua en latín otorgados por el Papa Benedicto XVI, e imponiendo algunas nuevas restricciones. A todas luces, la idea fue eliminar gradualmente la Misa antigua y pasar a una situación en la que todos los católicos de rito latino celebren la liturgia de acuerdo a la Misa posterior al Vaticano II.

Sin embargo, en los cinco meses transcurridos desde entonces, muchos católicos tradicionalistas han mostrado una obstinada falta de voluntad de retirarse silenciosamente a la oscuridad y han encontrado algunos obispos dispuestos a concederles la libertad que aún les queda bajo los términos de “Traditionis Custodes” para mantener viva la Misa antigua.

Por supuesto que el Papa Francisco podría simplemente prohibir la Misa antigua y darla de una vez por terminada. Pero por ahora, parece estar siguiendo la estrategia del papá que mencionábamos anteriormente, de tratar de lanzar tantas indirectas como sea posible sin decirle explícitamente a nadie que no es bienvenido.

Ese esfuerzo pareció comenzar en marzo, cuando se emitió una carta circular en la que se anunció que en la Basílica de San Pedro se prohibía la celebración de Misas individuales en las capillas laterales. Dado que la gran mayoría de esas Misas se llevaban a cabo en el rito antiguo, en parte debido a la arquitectura de los altares de esas capillas laterales, esto fue considerado en todas partes como un ataque a los tradicionalistas, dejando en claro que el Vaticano se tomaba en serio la aplicación de la “Traditionis Custodes”.

La semana pasada, la diócesis de Roma emitió sus propias pautas para la celebración de acuerdo a la “Traditionis Custodes”, las cuales, entre otras cosas, prohíben que la única parroquia tradicionalista de la ciudad utilice los libros litúrgicos antiguos durante la Semana Santa. Esto parece indicar, en teoría, que especialmente durante la Semana Santa, toda la Iglesia debería estar unificada en el culto.

Esa decisión ha ocasionado un gran disgusto entre muchos tradicionalistas, en parte debido a que esa parroquia forma parte de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro, cuya razón de ser es la celebración de la Misa antigua, de modo que, a su modo de ver, a la parroquia se le está pidiendo que abandone su identidad durante los momentos que son la cumbre del año litúrgico.

 

El arzobispo Arthur Roche en la presentación de un libro en Roma, en 2018 (Foto CNS / Paul Haring)

También a principios de este mes, el Arzobispo británico Arthur Roche, elegido por el Papa Francisco para encabezar el departamento litúrgico del Vaticano, le envió una carta al cardenal Vincent Nichols, de Westminster, que acabó por filtrarse a la luz pública, en la que el Arzobispo Roche afirma que el Papa Pablo VI “abrogó” la Misa antigua que estaba en uso antes del Vaticano II. Eso es significativo porque los tradicionalistas han afirmado durante mucho tiempo que el Papa Pablo VI no hizo tal cosa, y que simplemente aprobó la nueva Misa, pero sin jamás abolir la anterior.

Pocos días después, el arzobispo Roche insistió en lo mismo, esta vez en una entrevista con un canal de televisión suizo, en lengua italiana. Durante el diálogo, el Arzobispo dijo que el Papa Juan Pablo II y el Papa Benedicto XVI otorgaron concesiones para el uso de la Misa antigua con el fin de promover la reconciliación con la Sociedad de San Pío X, el grupo tradicionalista rebelde, fundado por el difunto arzobispo francés Marcel Lefebvre. Pero como eso no ha funcionado, dijo el arzobispo Roche, ahora es tiempo de volver a lo que el Vaticano II quiso, es decir, a una transición más o menos completa a la Misa nueva, aprobada por el Papa Pablo VI después de la clausura del concilio.

El Arzobispo Roche obtuvo el puesto de prefecto de la Congregación para el Culto Divino debido, en parte, a que se le percibió como más cercano a las ideas del Papa Francisco, que el anterior ocupante del cargo, el cardenal Robert Sarah, de Guinea, y es razonable suponer que sus comentarios son más o menos el reflejo de la propia manera de pensar del Papa.

El objetivo determinante de todo esto parecería ser convencer a los tradicionalistas de que abandonen el fantasma y acepten la nueva Misa. De lo contrario, parecería estárseles invitando a irse, con sus cosas, a otro lugar.

Entonces ¿qué pasará ahora? ¿El resuelto tío capta la indirecta y deja de presentarse el día de Acción de Gracias? Tal vez. Algunas familias han tenido suerte con la estrategia de lanzar indirectas. Otros, sin embargo, han descubierto que, a menos que se recurra a una orden de alejamiento, ninguna fuerza de la tierra mantendrá alejado a un pariente que está decidido a estar presente a la mesa.

Y también, por supuesto, ocasionalmente e igual que sucede en las familias reales, los papás van y vienen. Por lo menos algunos de los tradicionalistas pueden pensar que eventualmente alguien más cortará el pavo y que tal vez ese “papá” o “papa”, estará más abierto a los modos antiguos.