ROMA -- En lugar de presidir el Vía Crucis nocturno sentado en lo alto de una colina con vistas al Coliseo de Roma, el Papa Francisco siguió el servicio desde su residencia en el Vaticano, unido espiritualmente en oración con las 20,000 personas reunidas afuera del antiguo anfiteatro el 7 de abril.

La oficina de prensa del Vaticano había dicho a los periodistas varias horas antes de la ceremonia que el Papa Francisco no asistiría, "debido al intenso frío de estos días."

Las temperaturas al final de la tarde habían rondado los 52 grados Fahrenheit (11 grados Celsius) y el Papa había sido dado de alta el 1 de abril del hospital donde había pasado tres noches por una infección respiratoria. El Papa tenía una ligera tos y la voz áspera cuando recitó algunas de las oraciones al principio del día en la Liturgia de la Pasión del Señor del Viernes Santo.

La última vez que un Papa no asistió a la ceremonia al aire libre fue en 2005, cuando un enfermo San Juan Pablo II fue televisado rezando y viendo la retransmisión televisiva en directo de la ceremonia desde su capilla privada. En 2020 y 2021, el Papa Francisco encabezó el Vía Crucis en la Plaza de San Pedro debido a las restricciones de afluencia de público del COVID-19.

Cada año, el Papa elige a una persona o grupo de personas diferentes para que escriban la serie de oraciones y reflexiones que se leen en voz alta para cada una de las 14 estaciones, que conmemoran la condena de Cristo, su traslado con la cruz hasta el Gólgota, su crucifixión y su sepultura.

El tema de este año era "Voces de paz en un mundo de guerra", y varios dicasterios de la Curia Romana formularon las oraciones y meditaciones a partir de lo que el Papa Francisco ha escuchado de personas que sufren la falta de paz durante sus viajes apostólicos y en otras ocasiones.

El solemne servicio con antorchas en el Coliseo dio voz a quienes han sobrevivido a la violencia extrema, la guerra, los atentados terroristas, la pobreza y el tráfico de seres humanos y la tortura como emigrantes en busca de una vida más segura o mejor.

Al pasar sucesivamente una cruz de madera de un grupo de personas a otro, los elegidos para encabezar el Vía Crucis eran representantes visibles de distintas regiones geográficas, no los autores de cada meditación. Algunos de los que llevaron la cruz eran refugiados asistidos en Roma por el Centro Astalli del Servicio Jesuita a Refugiados.

Dos naciones -- Ucrania y Rusia -- fueron mencionadas por su nombre durante la Décima Estación, Jesús es despojado de sus vestiduras.

La meditación habla de una familia ucraniana que huye y luego regresa a su ciudad devastada por la guerra, mientras el hijo se aferra a la fe y la esperanza de su abuela de que "Verás que todo pasará. Y con la ayuda del buen Dios volverá la paz".

El joven ruso se pregunta por qué se siente culpable cuando él y sus amigos temen la guerra, su hermano mayor ha muerto, nadie sabe qué ha sido de su padre y de su abuelo, y su madre y su abuela lloran. "Todos nos decían que debíamos estar orgullosos, pero en casa sólo había sufrimiento y tristeza".

"Purifícanos, Señor Jesús", del rencor y la amargura, de las palabras y reacciones violentas, de las actitudes que crean división y de buscar quedar bien humillando a los demás, decía la oración.

La Quinta Estación, Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar su cruz, reflejó las voces de tres emigrantes, procedentes de África, Asia Meridional y el Medio Oriente. Cada uno expresa la tristeza de ser odiado, maltratado y faltado al respeto.

Con frecuencia, "hacen que lo que espero ser se reduzca a una marca sobre las casillas de un formulario. "Debo elegir: extranjero, víctima, solicitante de asilo, refugiado, migrante u otro. Sin embargo, lo que quiero escribir es: persona, hermano, amigo, creyente, prójimo. ¿Habrá un cireneo para mí?", decía la meditación.

La oración final de la Décimo Cuarta Estación, que debía ser leída por el Papa Francisco, fue leída por el cardenal Angelo De Donatis, vicario del Papa en Roma. Era una lista de 14 "gracias", expresando gratitud a Jesús por su "mansedumbre que confunde a la prepotencia", su valentía, paz y amor "que mostraste ante la traición".

"Gracias, por convertir las lágrimas en una sonrisa", por haber amado a todos sin excluir a nadie, por la esperanza, la misericordia y el "perdón que has ofrecido a tus verdugos", decía.

"Gracias, Señor Jesús, por la luz que has encendido en nuestras noches y, reconciliando toda división, nos ha hecho a todos hermanos, hijos del mismo Padre que está en los cielos", dijo el cardenal antes de impartir sus bendiciones.

Antes, en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco presidió la Liturgia de la Pasión del Señor, que conmemora la pasión y muerte de Cristo en la cruz.

El Papa inició el rito tras una procesión silenciosa por la nave central en silla de ruedas.

Siguiendo la tradición, la homilía estuvo a cargo del cardenal Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Papal.

El predicador papal dijo que la humanidad no es nada sin Dios.

Reflexionó sobre las consecuencias de las filosofías que han proclamado una forma fatalista y desesperanzada de la "muerte de Dios" en un "mundo occidental descristianizado".

"Pero la historia, la literatura y nuestra propia experiencia personal nos dicen" que "hay una verdad trascendente que ningún relato histórico o razonamiento filosófico podría transmitirnos", afirmó. "Dios sabe lo orgullosos que somos y ha venido en nuestra ayuda vaciándose ante nosotros".

"Como creyentes, es nuestro deber mostrar lo que hay detrás o debajo" de las proclamaciones de relativismo y nihilismo, es decir, mostrar la verdad y la vida nueva que trae la resurrección de Cristo.

"En cada Misa, después de la consagración, decimos o cantamos: 'Proclamamos tu muerte, Señor, y profesamos tu Resurrección hasta que vuelvas'".