CIUDAD DEL VATICANO -- Los miembros de la asamblea del Sínodo de los Obispos no están reunidos en Roma para implementar un "plan de reformas", sino para caminar juntos como una Iglesia que discierne la voluntad de Dios para el momento presente, dijo el Papa Francisco en la Misa de apertura de la asamblea.

Con cardenales de todo el mundo a su lado, incluidos 20 nuevos cardenales de 16 naciones creados apenas cuatro días antes, el Papa instó a la gente a evitar mirar el sínodo a través de la lente de "estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas".

Preguntarse "si el Sínodo permitirá esto o lo otro; si abrirá esta puerta o la otra -- no, esto no sirve", dijo en la Misa del 4 de octubre en la Plaza de San Pedro.

En cambio, el Papa Francisco dijo que la tarea principal del sínodo es "poner a Dios en el centro de nuestra mirada, para ser una Iglesia que ve a la humanidad con misericordia. Una Iglesia unida y fraterna -- o al menos que trata de estar unida y ser fraterna".

El Papa reconoció que algunas personas tienen temores sobre el sínodo, pero les pidió que recordaran que "no es una reunión política, sino de una convocatoria en el Espíritu; no de un parlamento polarizado, sino un lugar de gracia y comunión".

"El Espíritu Santo deshace, a menudo, nuestras expectativas para crear algo nuevo que supera nuestras previsiones y negatividades", dijo.

A través del "diálogo sinodal", dijo el Papa, "podemos crecer en la unidad y en la amistad con el Señor para observar los retos actuales con su mirada", convirtiéndonos en una Iglesia "de yugo suave, que no impone cargas" y está "con las puertas abiertas para todos, todos, a todos".

"La mirada de Jesús que bendice y que acoge nos libra de caer en algunas tentaciones peligrosas: la de ser una Iglesia rígida -- una aduana --, que se acoraza contra el mundo y mira hacia el pasado; la de ser una Iglesia tibia, que se rinde ante las modas del mundo; la de ser una Iglesia cansada, replegada sobre sí misma", dijo.

Los laicos y delegados ecuménicos de la asamblea del Sínodo de los Obispos encabezaron la procesión hacia la Plaza de San Pedro -- todavía decorada con flores del consistorio que creó 21 nuevos cardenales el 30 de septiembre --, seguidos de sacerdotes, obispos y luego cardenales. Los miembros del Sínodo habían participado en un retiro fuera de Roma del 1 al 3 de octubre, durante el cual reflexionaron sobre cómo superar las diferencias de opinión y escucharse unos a otros y al Espíritu Santo.

El cardenal Giovanni Battista Re fue el celebrante principal en el altar de la Misa; los cardenales Mario Grech, secretario general del Sínodo, y Robert Prevost, prefecto del Dicasterio para los Obispos, uno de los nuevos cardenales, le acompañaron en el altar. Según el Vaticano, unas 25.000 personas estuvieron presentes en la Plaza de San Pedro.

Celebrando la Misa en la fiesta de San Francisco de Asís, un día en que el Papa Francisco también publicó una exhortación apostólica sobre el medio ambiente, recordó la historia de que Jesús le dijo al santo medieval "repara mi casa".

"El sínodo sirve para recordarnos que nuestra Madre Iglesia tiene siempre necesidad de purificación, de ser 'reparada', porque todos nosotros somos un Pueblo de pecadores perdonados", dijo.

San Francisco vivió en una época de "grandes luchas y divisiones entre el poder temporal y el religioso, entre la Iglesia institucional y las corrientes heréticas, entre cristianos y otros creyentes", dijo el Papa Francisco. Pero el santo "no criticó ni atacó a ninguno". Por el contrario, tomó las "armas del Evangelio, es decir, la humildad y la unidad, la oración y la caridad".

"¡Hagamos lo mismo también nosotros!” instó el Papa, señalando que los "momentos de oración son los más fructuosos del Sínodo, también el ambiente de oración, por el que el Señor obra en nosotros".

Tras la Misa, el Papa Francisco saludó individualmente en el escenario a los 20 nuevos cardenales que le acompañaban, algunos de los cuales permanecerán en Roma para participar en la asamblea sinodal, mientras que otros debían regresar a sus diócesis. El cardenal Luis Pascual Dri, un fraile capuchino argentino de 96 años, no viajó a Roma para recibir su birrete rojo por motivos de salud.