CIUDAD DEL VATICANO -- Cuando el Papa Francisco fue elegido como el primer pontífice latinoamericano, dijo que sus hermanos cardenales se habían esforzado en elegir a alguien de los “confines de la tierra”.
El resto de su pontificado lo dedicó a regresar a esas periferias, viajando a más de 65 países, dando preferencia a aquellos pobres, marcados por la guerra, marginados y olvidados. Luego, fueron esas periferias las que vinieron a él el día de su funeral en la Plaza de San Pedro.
Más de 160 naciones enviaron delegaciones el 26 de abril, encabezadas por reyes y reinas, presidentes y primeros ministros, funcionarios gubernamentales y embajadores.
Algunas eran naciones geográficamente remotas como el archipiélago del Pacífico Sur de Vanuatu, Nueva Zelanda, Australia y Japón.
Muchas otras eran países al margen de la atención mundial, pero donde el Papa nunca visitó, como Albania, Islandia, El Salvador, Angola, Gabón, Burundi, Sierra Leona, Togo, Zimbabue, Guinea Ecuatorial, Esuatini, Qatar, Omán y Vietnam.
Todos los países que el Papa visitó en sus 12 años de pontificado estuvieron representados, excepto Kazajistán y Corea del Sur, según la lista oficial publicada por la oficina de prensa del Vaticano el 25 de abril.
Entre las naciones periféricas que visitó y que acudieron a Roma para devolver el honor estuvieron: Timor Oriental, Cuba, Madagascar, República Centroafricana, Congo, Sudán del Sur, Kenia, Mozambique, Marruecos, Mongolia, Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Myanmar, Filipinas, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Palestina y muchas más.
Por supuesto, también estuvieron presentes las élites políticas y naciones centrales del poder: el presidente de EE.UU. Donald J. Trump y su esposa Melania, el presidente francés Emmanuel Macron, el presidente argentino Javier Milei, el presidente italiano Sergio Mattarella, la primera ministra italiana Giorgia Meloni, el primer ministro británico Keir Starmer, el secretario general de la ONU António Guterres, el rey Abdalá II de Jordania, el príncipe William de Reino Unido y Mary Simon, la gobernadora general de Canadá.
También asistieron delegaciones de Arabia Saudita, Irak, Irán, Siria y Sudán. Sin embargo, Taiwán —no China continental— estuvo representada por Chen Chien-jen, ex vicepresidente y primer ministro de Taiwán. Solo una docena de países, incluido el Estado de la Ciudad del Vaticano, reconocen oficialmente a Taiwán como estado soberano independiente, mientras que China mantiene su reclamo sobre la isla.
El protocolo vaticano para un funeral papal coloca a los cardenales, obispos y delegados ecuménicos a la izquierda del féretro y a los jefes de Estado a la derecha.
De los casi 40 delegados ecuménicos, estuvieron presentes el patriarca ecuménico ortodoxo Bartolomé de Constantinopla; el metropolitano ortodoxo ruso Anthony de Volokolamsk, encargado de relaciones exteriores del Patriarcado de Moscú; el catolicós Karekin II, patriarca de la Iglesia Apostólica Armenia; así como representantes de las comunidades anglicana, luterana, metodista y evangélica.
El protocolo también determina el acomodo en la sección VIP para líderes políticos. Las grandes delegaciones de Italia y Argentina, país natal del Papa, estaban en la primera fila, seguidas por la realeza, luego los líderes internacionales según jerarquía política y en orden alfabético en francés.
Eso significó que el presidente de EE.UU., Trump, no estuviera cerca del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy. Como representante de “États-Unis”, Trump fue invitado a sentarse cerca de Estonia, Finlandia y Francia.
Sin embargo, los líderes mundiales tuvieron la oportunidad de rezar junto al féretro cerrado del Papa en la basílica antes de que iniciara el funeral. Zelenskyy y Trump conversaron brevemente en lo que la Casa Blanca calificó de “muy productivo”. Zelenskyy escribió en Telegram que fue una “buena reunión. Uno a uno, logramos hablar de mucho. Esperamos resultados de todo lo dicho”.
La “reunión muy simbólica”, dijo, “tiene potencial de ser histórica si logramos resultados conjuntos. ¡Gracias, presidente Donald Trump!”. También se publicó en redes sociales una foto de Zelenskyy, Trump, Macron y Starmer reunidos y conversando en la basílica.
Aun así, la compleja disposición de asientos para el funeral significó que muchos enemigos tradicionales y países en guerra no estuvieran cerca unos de otros.
Por ejemplo, Zelenskyy, como jefe de Estado, fue colocado delante de la representante de Rusia, Olga Lyubimova, ministra de Cultura.
El primer ministro palestino Mohamed Mustafa también estaba lejos del embajador de Israel ante el Vaticano, Yaron Sideman, quien asistió aunque normalmente los representantes oficiales de Israel no participan en actividades formales durante el sábado judío.
“En este caso, se hizo una excepción por su importancia”, dijo Sideman a la agencia italiana Ansa el 24 de abril. “Israel le da gran importancia a expresar sus condolencias y unirse al mundo católico en el luto por el pontífice”.
Aunque alfabéticamente cerca, Armenia y Azerbaiyán —enfrascados en conflicto étnico y territorial por Nagorno-Karabaj— estaban lejos, ya que Armenia envió a su presidente y Azerbaiyán al presidente de su Asamblea Nacional.
Como no es jefe de Estado en funciones, el expresidente de EE.UU., Joe Biden, católico, fue ubicado en otra sección VIP y no cerca de Trump, quien lo ha criticado públicamente.
En otra sección, estuvieron presentes numerosos representantes de otras religiones, como budistas, hindúes, jainistas, zoroastrianos, sijs, musulmanes y el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni.
La presencia de tantos líderes mundiales en el funeral del Papa Francisco y sus elogios tras su muerte el 21 de abril generó acusaciones de hipocresía, especialmente en Italia, donde el gobierno ha endurecido su postura contra la inmigración.
Achille Occhetto, político italiano, dijo: “Ahora que Francisco está muerto, todos los azotes de migrantes, campeones del rechazo, en fin, todos los autoritarios del mundo, fingen rendirle homenaje”.
El cardenal Domenico Battaglia de Nápoles dijo al diario italiano La Repubblica el 26 de abril: “Existe el riesgo de beatificarlo en palabras y olvidarlo en hechos”.
El Papa Francisco “hablaba claro”, sin rodeos, como todos los profetas, dijo. El cardenal comparó la situación con la de Herodes y Juan el Bautista. Herodes “lo acogía, lo escuchaba y luego hacía lo contrario de lo que Juan predicaba”.
El funeral del Papa ofreció una rara oportunidad para que enemigos y amigos se reunieran como uno solo y recordaran su invitación a “construir puentes y no muros”. Pero también advirtió que el mundo necesita acciones, no solo palabras.