BEIRUT -- Reconociendo la existencia de “circunstancias muy complejas, conflictivas e inciertas”, el Papa León XIV llegó a Líbano predicando la paz.
Apenas una semana antes de la llegada del pontífice, el 30 de noviembre, Israel había lanzado su último ataque contra el Líbano, matando a un comandante de Hezbolá y a cuatro militantes en un suburbio de Beirut.
Tras un vuelo de dos horas desde Estambul, el Papa León fue recibido en el aeropuerto de Beirut por el presidente libanés Joseph Aoun, el primer ministro Nawaf Salam y el cardenal Bechara Rai, patriarca de la Iglesia católica maronita, la más grande de las iglesias católicas del Líbano.
Tras una salva de 21 cañonazos y la interpretación de los himnos del Líbano y del Vaticano, se dirigieron al palacio presidencial de Beirut.
Cientos de personas se alinearon en las calles cercanas al palacio presidencial para ver al Papa, y muchas se quedaron incluso cuando comenzó a llover intensamente.
La lluvia tampoco impidió que un grupo de baile actuara fuera del palacio interpretando una danza tradicional llamada “dabke”.
Tras las reuniones privadas, el presidente y el Papa se dirigieron a unos 400 funcionarios gubernamentales, así como a líderes religiosos, empresariales, culturales y cívicos.
Sin mencionar a Israel por su nombre, el Papa León elogió al pueblo libanés como “un pueblo que no se rinde, sino que, ante las pruebas, siempre sabe renacer con valentía”.
“Su resiliencia es una característica imprescindible de los auténticos constructores de paz: la obra de la paz, en efecto, es un continuo recomenzar”, dijo el Santo Padre. “El compromiso y el amor por la paz no conocen el miedo ante las aparentes derrotas, no se dejan doblegar por las decepciones, sino que saben ver más allá, acogiendo y abrazando con esperanza todas las realidades”.
“Se necesita tenacidad para construir la paz”, dijo el Papa León. “Se necesita perseverancia para engendrar vida y custodiarla”.
