ROMA – En un intento de fomentar la unidad de la iglesia, los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, durante sus pontificados tomaron una serie de medidas que permitieron, de manera extraordinaria, la utilización del misal promulgado antes del Concilio Vaticano II.
Argumentando que el resultado obtenido fue el opuesto, el Papa Francisco el viernes puso importantes límites a la celebración de la liturgia según el así llamado “rito antiguo,” a través del motu proprio Traditionis custodes que redefine el uso del misal preconciliar.
Entre otras cosas, Francisco determinó que la decisión de permitir a un sacerdote celebrar la Misa siguiendo el rito extraordinario recae sobre cada obispo diocesano. El Papa no prohibió este modo de celebrar la liturgia, pero cada obispo debe ahora aprobar las celebraciones según el rito tridentino. Los sacerdotes recién ordenados deben a su vez obtener un permiso explícito para celebrarla de sus obispos, en consulta con el Vaticano.
Según la nueva ley, los obispos también deben determinar si los actuales grupos de fieles que favorecen el rito antiguo aceptan el Concilio Vaticano II de 1962-1965. Los obispos ya no pueden autorizar la formación de nuevos grupos pro misa latina.
En solo ocho artículos, el motu proprio determina que las misas con el rito antiguo ya no se celebrarán en las iglesias parroquiales y el obispo determinará en qué iglesia y en qué días tendrán lugar las celebraciones. Las lecturas serán en la lengua de cada país, utilizando las traducciones aprobadas por las Conferencias Episcopales. El celebrante será delegado por el obispo, quien es también responsable de verificar si las celebraciones según el misal antiguo fomentan el crecimiento espiritual, designando un sacerdote que supervise los grupos de prefieran este rito considerando no sólo la celebración digna de la liturgia, sino también la atención pastoral y espiritual de los fieles.
El pontífice argentino tomó la decisión después de consultar a los obispos del mundo respecto a la aplicación de Sumorum pontificum, una ley promulgada por Benedicto XVI hace 14 años con el objetivo de fomentar la unidad. Esta consulta, ejecutada durante el 2020 por la Congregación de la Doctrina de la Fe, arrojó "una situación que me apena y me preocupa, confirmándome en la necesidad de intervenir", cuando el deseo de unidad ha sido "gravemente despreciado", y las concesiones ofrecidas con magnanimidad han sido utilizadas "para aumentar las distancias, endurecer las diferencias, construir oposiciones que hieren a la Iglesia y obstaculizan su camino, exponiéndola al riesgo de la división."
Como detalla Francisco en una carta que acompaña el motu proprio, Benedicto XVI promulgó Summorum Pontificum en 2007 con la convicción de que tal medida no pondría en duda la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, considerada una de las decisiones claves del concilio, y con el objetivo de fomentar la unidad, pensando particularmente en grupos tradicionalistas como la Sociedad de Pio X, fundada por el ya fallecido Arzobispo Marcel Lefevre, que rechazando el concilio provocó un sisma.
El Papa explica que Juan Pablo II dio a los obispos la facultad de recuperar este rito antiguo para “favorecer la recomposición del cisma con el movimiento liderado por el arzobispo Lefebvre.” Este permiso suponía una excepcionalidad, pero “muchos dentro de la Iglesia” la han convertido en norma.
Benedicto XVI reguló algunos aspectos tras las “insistentes peticiones” de algunos fieles y considerando que el misal de 1963 “nunca” se había “derogado”. Así “invitó a los obispos a superar las dudas y los temores” de cara a un enriquecimiento mutuo.
Citando la constitución del Vaticano II sobre la liturgia, Francisco declaró en su carta del día viernes que "dado que las celebraciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es el sacramento de la unidad, deben realizarse en comunión con la Iglesia".
"Me conforta esta decisión el hecho de que, tras el Concilio de Trento, San Pío V abrogó también todos los ritos que no podían reclamar una antigüedad probada, estableciendo para toda la Iglesia latina un único Misal Romano", escribió el papa.
Francisco también afirma que así como hay abusos en la liturgia por parte de aquellos que rechazan el Concilio Vaticano II, también los hay por parte de aquellos que no observan las "las prescripciones del nuevo Misal” la celebración, “sino que llegan a interpretarse como una autorización o incluso una exigencia de creatividad, lo que lleva a distorsiones casi insoportables".
“Me entristecen por igual los abusos de unos y otros en la celebración de la liturgia”, escribe el Papa.
Sin embargo, reconoce Francisco, “es cada vez más evidente en las palabras y actitudes de muchos que existe una estrecha relación entre la elección de las celebraciones según los libros litúrgicos anteriores al Concilio Vaticano II y el rechazo de la Iglesia y sus instituciones en nombre de lo que consideran la ‘verdadera Iglesia’”.
En la carta a los obispos en la que explica el nuevo decreto, Francisco aclara que las actitudes de rechazar el concilio son “comportamientos que contradicen la comunión y alimentan la tendencia divisoria -'yo soy de Pablo; yo soy de Apolo; yo soy de Cefas; yo soy de Cristo'- contra la que el apóstol Pablo reaccionó tan enérgicamente".
“Es para defender la unidad del Cuerpo de Cristo que me veo obligado a revocar la facultad concedida por mis predecesores” de permitir a los sacerdotes celebrar la misa según el rito tridentino sin un permiso explícito del obispo.
Francisco firmó el motu proprio el viernes 16 de julio y entra en efecto “inmediatamente.”