En el marco de la preparación al Jubileo de 2025 y en un gesto que resalta la proximidad entre el gobierno municipal y el Vaticano, el Papa Francisco se trasladó en la mañana de este 10 de junio al Campidoglio.
Tras su llegada a las 9.00 horas (hora local) a la colina Capitolina en Roma, el Santo Padre fue recibido por el alcalde de la ciudad, Roberto Gualteri. Se trata de la segunda vez que el Pontífice visita este emblemático enclave romano.
La segunda visita del Papa al Campidoglio durante su pontificado
Tras escuchar los toques de trompeta de los fieles de la localidad Vitorchiano, el Santo Padre entró junto al alcalde en el Tabularium y se detuvieron ante el primer arco que domina el Foro Romano. Más tarde, se trasladaron al Palazzo Senatorio, donde mantuvieron una reunión privada en el despacho del alcalde.
A continuación, el Papa Francisco saludó a los miembros de la secretaría del alcalde reunidos en la Sala dell'Arazzo. Después, en la Sala delle Bandiere, firmó en el llamado “Libro de Oro” del Ayuntamiento de Roma y, a continuación, en la Sala Giulio Cesare, se reunió con los consejeros, concejales y otras autoridades invitadas.
Tras un intercambio de regalos, el Papa Francisco y Gualtieri se asomaron a la Logia del Palazzo Senatorio y saludaron a los ciudadanos romanos reunidos en la plaza del Campidoglio.
Roma, “un faro de estabilidad y seguridad”
Durante su discurso, el Papa Francisco posó su mirada sobre el transcurso de la historia de Roma, desde la época del Imperio romano hasta la llegada de los pontífices.
En primer lugar, recordó que la antigua Roma “se convirtió en un faro al que muchos pueblos acudían para disfrutar de estabilidad y seguridad”.
Asimismo, resaltó que la aspiración de aquella civilización, que había alcanzado la cima de su florecimiento, “ofrece otra explicación de la rápida difusión del mensaje cristiano en la sociedad romana”.
También destacó “el luminoso testimonio de los mártires y el dinamismo de caridad de las primeras comunidades de creyentes”, que interceptaron la necesidad de escuchar nuevas palabras, “de vida eterna”.
“El Olimpo ya no era suficiente, era necesario ir al Gólgota y a la tumba vacía del Resucitado para encontrar las respuestas al anhelo de verdad, justicia y amor”, expresó.
Así, el Papa Francisco, enfatizó que la fe cristiana “impregnaría y transformaría con el tiempo la vida de las personas y de las propias instituciones”.
Además, recordó los años de la esclavitud y lamentó que en ocasiones, casi inconscientemente, en la actualidad se corre “el riesgo de ser selectivos y parciales en la defensa de la dignidad humana, marginando o descartando a determinadas categorías de personas, que acaban encontrándose sin una protección adecuada”.
Posteriormente, habló de la Roma “de los Papas, sucesores del apóstol Pedro, que presidieron en la caridad a toda la Iglesia” y también citó la Unificación de Italia.
El Jubileo, una “peregrinación orante y penitente”
Más adelante, destacó que ahora Roma se prepara para acoger el Jubileo de 2025, un acontecimiento de carácter religioso que definió como“una peregrinación orante y penitente para obtener de la misericordia divina una reconciliación más completa con el Señor”.
Remarcó que este evento “no puede dejar de implicar también a la ciudad en cuanto a los cuidados y las obras necesarias para acoger a los numerosos peregrinos que la visitarán, además de los turistas que vienen a admirar su inmenso tesoro de obras de arte y las grandiosas huellas de los siglos pasados”.
Por ello, agradeció a las autoridades municipales su empeño en preparar a la ciudad para acoger a los peregrinos del próximo Jubileo, y al Gobierno italiano “su plena disponibilidad para cooperar con las autoridades eclesiásticas para el éxito del Jubileo, confirmando la voluntad de cooperación amistosa que caracteriza las relaciones mutuas entre Italia y la Santa Sede”.
El valor de la ciudad de Roma
Más tarde, señaló que Roma es una ciudad “con un espíritu universal”, que quiere “estar al servicio de la caridad, al servicio de la acogida y de la hospitalidad” e instó a que la ciudad “siga mostrando su verdadero rostro, un rostro acogedor, hospitalario, generoso, noble”.
“Todo esto es Roma, su especificidad, única en el mundo, su honor, su gran atractivo y su responsabilidad hacia Italia, hacia la Iglesia, hacia la familia humana”, expresó a continuación.
Además, señaló que “cada uno de sus problemas es el ‘reverso’ de su grandeza y, a partir de un factor de crisis, puede convertirse en una oportunidad de desarrollo: civil, social, económico, cultural”.
“El inmenso tesoro de cultura e historia que yace en las colinas de Roma es el honor y la carga de su ciudadanía y de sus gobernantes, y espera ser adecuadamente valorado y respetado”, enfatizó.
Ante esto, el Santo Padre instó a que se reavive en todos la conciencia del valor de Roma, “del símbolo que representa en todos los continentes; y que la recíproca colaboración eficaz entre todas las potencias que residen en ella, para una acción coral y constante que la haga aún más digna del papel que el destino, o más bien la Providencia, le tiene reservado”.
También explicó que, como Obispo de Roma, una de sus prioridades es sentirse cerca de sus sacerdotes, y afirmó que por ello visita a las diócesis de las periferias.
Por último, habló de su devoción a la Virgen Salus Populi Romani, a quien pidió que “vele por la ciudad y el pueblo de Roma, infunda esperanza e inspire caridad, para que, confirmando sus más nobles tradiciones, siga siendo, también en nuestro tiempo, faro de civilización y promotora de paz”.
Tras sus palabras, se trasladó al llamado Pórtico de Vignola, donde entre los toques de trompeta, el Santo Padre Francisco se despidió del alcalde Roberto Gualtieri y abandonó el Capitolio para regresar al Vaticano.