El Papa Francisco se reunió este 16 de septiembre en el Aula Nueva del Sínodo del Vaticano con representantes de las asociaciones de fieles, movimientos eclesiales y nuevas comunidades a quienes les advirtió sobre el riesgo del “deseo de poder” y de la “deslealtad”.
Esta audiencia se llevó a cabo en el marco del encuentro “la responsabilidad de gobierno en los grupos de laicos: un servicio eclesial” organizado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida que convocó a fundadores y moderadores de asociaciones de fieles, movimientos eclesiales y nuevas comunidades. Muchos de ellos asistieron en forma presencial, tal fue el caso de la fundadora de la Comunidad Nuevos Horizontes, Chiara Amirante, y el fundador de la Comunidad San Egidio, Andrea Riccardi, mientras que otros de ellos participaron en forma virtual.
Entre los temas abordados en su largo discurso, el Santo Padre reconoció su preocupación por los abusos de poder que ocurren en las realidades eclesiales y alentó a vivir el gobierno como servicio y no caer en el deseo de poder.
“El ejercicio de la gobernanza en el seno de las asociaciones y movimientos es un tema que me importa mucho, sobre todo teniendo en cuenta que los casos de abusos de diversa índole que se han producido también en estos grupos y que siempre tienen su origen en el abuso de poder. Ese es el origen: el abuso de poder. No pocas veces, la Santa Sede ha tenido que intervenir en los últimos años, poniendo en marcha procesos de saneamiento que no eran fáciles. Y pienso no sólo en estas situaciones tan feas, estruendosas, sino también en las enfermedades que provienen del debilitamiento del carisma fundacional, que se vuelve tibio y pierde su capacidad de atracción”, afirmó el Papa.
Además, el Pontífice se refirió al decreto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida publicado el 11 de julio de 2021 en el que “disciplina el ejercicio del gobierno en las asociaciones internacionales de fieles, privadas y públicas, y en otros entes con personalidad jurídica sujetos a la supervisión directa del mismo Dicasterio”.
“Gracias a todos por estar presentes a pesar de los inconvenientes causados por la pandemia y de las veces de ‘humor no bueno’ que quizá este decreto ha sembrado en el corazón de algunos. Pero sigamos adelante juntos”, dijo el Papa.
El Santo Padre agradeció también por “su presencia como laicos y laicas, jóvenes y mayores, comprometidos en vivir y testimoniar el Evangelio en las realidades ordinarias de la vida, en su trabajo, en tantos contextos diferentes -educativos, sociales, en la calle, en el terminal de los trenes; allí estaban todos ustedes- éste es el vasto campo de vuestro apostolado, es su evangelización” y recordó que “la evangelización es un mandato que viene del Bautismo”.
“El Bautismo que nos hace sacerdotes juntos, en el sacerdocio de Cristo: el pueblo sacerdotal, ¿no? Y no hay que esperar a que venga el sacerdote, el cura a evangelizar, el misionero... Sí, lo hacen muy bien, pero quien ha sido bautizado tiene la tarea de evangelizar. Ustedes, con sus movimientos, se han despertado. Y está muy bien. Gracias”, indicó.
En esta línea, el Santo Padre recordó que durante el COVID-19 “no se han detenido: no han dejado de aportar su solidaridad, su ayuda, su testimonio evangélico incluso en los meses más duros, cuando los contagios eran muy altos”.
Sin embargo, el Papa advirtió a los miembros de movimientos y nuevas comunidades sobre “el riesgo de vivir en un ‘mundo paralelo’, destilado, lejos de los verdaderos desafíos de la sociedad, de la cultura y de todas las personas que viven a su lado y que esperan vuestro testimonio cristiano”.
“En efecto, la pertenencia a una asociación, a un movimiento o a una comunidad, sobre todo si se refieren a un carisma, no debe encerrarnos en una ‘torre de marfil’, hacer que nos sintamos seguros, como si no fuera necesario dar respuesta alguna a los desafíos y a los cambios. Nosotros todos, los cristianos, estamos siempre en camino, siempre en conversión, siempre discerniendo”, señaló.
De este modo, el Santo Padre subrayó que “el camino del Evangelio no es un viaje turístico. Es un reto: cada paso es un reto y cada paso es una llamada de Dios, cada paso es -como decimos en nuestro país- ‘poner la carne en el asador’. Ir siempre hacia adelante. Estamos siempre en movimiento, siempre en conversión, siempre en discernimiento para hacer la voluntad de Dios”.
Por ello, el Papa Francisco alertó sobre dos obstáculos “que un cristiano puede encontrar en su camino y que le impiden convertirse en un verdadero servidor de Dios y de los demás”. El primero es el “deseo de poder”, cuando este deseo de poder “te lleva a cambiar la naturaleza del servicio de gobierno”.
“Es una mala manera de ‘disciplinar’. Y lo hemos visto. Tantos -y pienso en las congregaciones que más conozco- superiores, superiores generales que se eternizan en el poder y hacen mil, mil cosas para ser reelegidos y reelegidos, incluso cambiando las constituciones. Y hay un deseo de poder detrás. Esto no ayuda; es el principio del fin de una asociación, de una congregación”, lamentó.
En este sentido, el Santo Padre destacó que “la experiencia de cercanía a sus realidades nos ha enseñado que es beneficioso y necesario prever una rotación en los puestos de gobierno y una representación de todos los miembros en sus elecciones”.
Asimismo, el Papa dijo que “el otro obstáculo para el verdadero servicio cristiano, que es muy sutil: la deslealtad” porque “decimos con palabras que queremos servir a Dios y a los demás, pero en los hechos servimos a nuestro ego, y nos entregamos a nuestro deseo de aparentar, de obtener reconocimiento, aprecio... No olvidemos que el verdadero servicio es gratuito e incondicional, no conoce cálculos ni pretensiones”.
Por ello, el Pontífice explicó que “caemos en la trampa de la deslealtad cuando nos presentamos ante los demás como los ‘únicos intérpretes del carisma’, los únicos herederos de nuestra asociación o movimiento o cuando, creyéndonos imprescindibles, hacemos todo lo posible por ocupar puestos de por vida; o también cuando pretendemos decidir a priori quién debe ser nuestro sucesor”.
“¿Pasa? Sí, pasa. Y más a menudo de lo que creemos. Nadie es dueño de los dones recibidos para el bien de la Iglesia, -somos administradores -nadie debe sofocarlos sino dejarlos que crezcan conmigo o con que viene después de mí”, expresó.
En esta línea, el Papa invitó a que “en el desempeño de la función de gobierno que se nos ha confiado, aprendamos a ser verdaderos servidores del Señor y de nuestros hermanos, aprendamos a decir ‘somos siervos inútiles’. Tengamos presente esta expresión de humildad, de docilidad a la voluntad de Dios, que tanto bien hace a la Iglesia y recuerda la actitud adecuada para trabajar en ella: el servicio humilde, del que Jesús nos dio ejemplo, lavando los pies a los discípulos”.
Finalmente, el Papa dijo que el mencionado decreto hace referencia a los fundadores y añadió “me parece muy acertado, pero los fundadores no hay que cambiarlo, sigue, adelante” pero pidió “simplificar, distinguir, en los movimientos eclesiales (y también en las congregaciones religiosas), entre los que están en proceso de formación y los que ya han adquirido una cierta estabilidad orgánica y jurídica”.
“Gracias por su escucha. Y algo más: cuando leí el borrador del Decreto, que luego firmé -el primer borrador-, pensé. ‘¡Pero esto es demasiado rígido! Le falta vida, le falta...’. Pero queridos, ¡ese es el lenguaje del Derecho Canónico! Y esto es algo del derecho, es algo del lenguaje. Pero debemos, como he tratado de hacer yo, ver qué significa este lenguaje, el derecho. Por eso quería explicarlo bien. Y también quería explicar las tentaciones que hay detrás, que hemos visto y que tanto daño hacen a los movimientos y también a los institutos religiosos y laicos”, concluyó el Papa solicitando oraciones por él porque “no es fácil ser Papa, pero Dios ayuda. Dios ayuda siempre”.