ROMA - A partir del otoño europeo, el laico mexicano Rodrigo Guerra López será calificado como uno de los laicos de mayor relevancia dentro del Vaticano. El Papa Francisco lo nombró recientemente como secretario de la Comisión para América Latina.
Más allá del hecho de que la Iglesia esté hoy liderada por el primer Papa del hemisferio sur, considerando que el 40% de los católicos del mundo viven en esta región, el rol ha sido considerado clave desde que la comisión fue establecida por el Papa Pío XII en 1958.
Crux conversó ampliamente con Guerra sobre su formación católica, cómo se produjo su nombramiento, su pasado como "rigorista" y lo que espera poder lograr durante su gestión como Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina.
Debido a su extensión, la entrevista se ha dividido en dos, y la segunda parte aparecerá en los próximos días.
Una pregunta básica para empezar: ¿quién es Rodrigo Guerra López?
Soy un mexicano, y sin haberlo planeado, me he dedicado por una parte a la filosofía, y por otra a seguir a la iglesia en distintas responsabilidades muy centradas siempre en los temas de análisis social y doctrinal, primero para el episcopado mexicano, luego para el CELAM; y luego ya comencé a colaborar con algunos dicasterios.
Hace 13 años con un grupo de amigos fundamos el Centro de Investigación Social Avanza, un instituto de investigación científica, con la peculiaridad de que somos una comunidad de amigos católicos, unidos para brindar investigación científica rigurosa a la sociedad y a la iglesia cuando se necesita.
Y ahora se necesita su experiencia en el Vaticano. ¿Piensa trasladarse a Roma?
La invitación del Santo Padre, primero es un gran honor y responsabilidad, y me siento indigno e incapaz, pero me confío a la Virgen. Tengo que mudarme a Roma, y el cardenal Marc Ouellet me ha pedido que sea a finales de septiembre, para ahí comenzar a trabajar con Emilse Cuda y el resto del equipo de la Pontificia Comisión para América Latina, en este nuevo impulso que va a dar el Santo Padre a toda la curia, para que no vuelva a ser una instancia burocrática y se convierta realmente en un lugar de servicio, disponible para toda la iglesia en general, y nosotros en particular, para la de América Latina.
Hablando de la reforma de la curia, hay algunas dudas sobre dónde va a terminar la comisión. ¿Usted los sabe?
Evidentemente, el papa tiene la última palabra y está haciendo las ultimas consultas y modificaciones canónicas que puedan ser necesarias. Yo lo que he escuchado, pero no es una certeza, es que la comisión va a pasar a formar parte oficialmente de la Congregación para los Obispos, es decir, que ya no va a ser un dicasterio un poco a la par, sino que va a estar adentro de la congregación dirigida en este momento, afortunadamente, por el Cardenal Ouellet.
¿Quién le ofreció el puesto?
El Cardenal Ouellet me hizo primero una llamada telefónica del tipo exploratorio. Cuando supo que tenía la disposición, me dijo que me llegaría una carta, pero el mismo día que se anunciara la reforma de la curia. Entonces, me tomó por sorpresa que me llegara la carta oficial y a los pocos días, de sorpresa, publicaron oficialmente el anuncio. Yo pensé que sería en septiembre u octubre, cuando estimo se va a dar la reforma.
El cardenal, por supuesto, lo confirmó con el Santo Padre, que aceptó el nombramiento, me conoce, conoce mi trabajo y diversas publicaciones que he hecho.
¿Yendo un poco más a lo profundo, quien es Rodrigo Guerra Lopez como persona de fe? ¿Es decir, más allá de ser alguien que colaboró con el CELAM, cuál es su formación?
Mi familia no era muy practicante. Mi papá era más bien agnóstico, mi mamá creyente pero no practicante. Yo me convertí con la ayuda de un grupo de amigos, cuando tenía 16 años, y fue una experiencia que me cambió la vida en un sentido radical. Después se convirtió mi mamá, y eventualmente, también mi padre, durante una visita a Cuba, donde unos estudiantes le hablaron de Jesús.
Tuve una experiencia que en su momento me entusiasmó mucho, pero que ahora me doy cuenta era fuertemente rigorista, voluntarista, quizá excesivamente ideológica. Creo que eso ahora me hace ser especialmente sensible ante esos riesgos: de nada se es más enemigo que de un error recién dejado.
Esa experiencia fue muy fuerte, pero gracias a Dios después tuve un encuentro con el movimiento de Comunión y Liberación, en 1989, en donde descubrí que el cristianismo no es ideología ni compromiso militante para combatir enemigos, sino afirmar, siempre con alegría, la persona viva de Jesús a través de la amistad. Y eso me marcó mucho.
También, tengo que reconocer, el contacto con un laico polaco, que escribe libros de espiritualidad, doctor en física y teología. Sus libros me ayudaron a entender el papel de la Virgen María y me ayudó a acercarme mucho a la Virgen de Guadalupe, y a entender la importancia de siempre serle fiel al papa, independientemente de quien sea, y de ser fiel a los obispos, aun cuando podamos no coincidir con una acción.
También me ha gustado el pensamiento de Gustavo Gutiérrez, a quien me acerqué a través de un librito de espiritualidad, Beber en su propio pozo, que me hizo ver que Cristo está realmente presente en la eucaristía y en los más pobres, es decir, que no es una metáfora la presencia de Dios en los pobres.
Hoy se habla mucho en contra del rigorismo, pero por lo que entendí, usted inicialmente lo encontró a Dios ahí, aunque después su fe se profundizó por otro lado. A veces se tacha a los rigoristas por cuestiones ideológicas, pero hay una falta de voluntad pastoral por acercarse a estas personas, es decir, simplemente se condena el rigorismo. ¿Cómo vivió usted esa transición?
Yo me doy cuenta de que tengo que vivir agradecido por los modos por lo que Jesús se ha ido acercando a mi vida, que no son puros ni perfectos, sino que, al contrario, están llenos de la limitación humana, y eso nos da ya una lección de corte anti-rigorista: Jesús utiliza los medios humanos, torpes y frágiles, para hacer su obra como él quiere y cuando él quiere.
Yo vivo agradecido a mis amigos de corte más rigorista o conservador, porque gracias a su amistad pude descubrir a Jesús. Pero el rigorismo es una enfermedad, que vivieron también las comunidades cristianas primitivas, que vivían situaciones en las que veían al compromiso cristiano en clave moral, en clave de preservación de ciertas normas que a ellos les parecían piadosas y verdaderas para acercarse a Dios.
San Pablo, con quien me identifico porque él también venía de un origen rigorista, un día se encuentra con la persona viva de Jesús, nos ayuda mucho a purificar eso y a reconocer la primacía de la gracia. A mí me sirvió leer a Adrienne von Speyr, la amiga de Hans Urs von Balthasar, porque ella, de una manera muy espiritual, insiste en que la gracia nos precede, nos acompaña, y es lo que a fin de cuenta, le da eficiencia a nuestras acciones. En otras palabras, el papel de la voluntad es muy importante, sinérgico con la gracia, pero hay que reconocer su modestia.
Es la absoluta primacía de la gracia lo que nos salva, no la propia virtud y el compromiso moral, y vistas así las cosas, hay que agradecer siempre el modo como Jesús se nos acerca, hay que aprender a amar a quienes nos acercaron a la fe, y tratar con ternura, caridad y claridad a los rigoristas, sin ocultar la verdad, pero entendiendo que la manera más eficiente de penetrar un corazón rigorista no es la condena ni más rigorismo, sino afirmar la ternura y la compasión por encima de la norma, incluso con los intransigentes.
Rigorista, para vos, ¿es sinónimo de conservador? Lo pregunto porque habitualmente se reduce a los católicos dividiéndolos entre liberales y conservadores, con los liberales siendo aquellos que están a favor de la doctrina social de la Iglesia, pero también a favor de la ordenación de las mujeres, cuando el conservador es el que está en contra del cambio, a pesar de que, por ejemplo, puedan estar muy alineados a la doctrina social, dispuestos a ayudar al prójimo y trabajando con los migrantes. ¿Desde el punto de vista Latinoamericano, hay diferencia entre rigorista y conservador vs liberal?
Hay que hacer muchas distinciones, pero por una cuestión de tiempo, vale la pena decir que Karol Wojtyla (NdR el Papa Juan Pablo II), en las primeras páginas de Amor y responsabilidad, explica qué es el rigorismo. Y él escribe este libro para intentar superar el liberalismo y el rigorismo. Él entiende el rigorismo como pensar que la verdad objetiva es enemiga de lo que sucede en el interior del hombre, lo que él llama la subjetividad. El primer párrafo de este libro es muy difícil de leer, pero él explica que lo más objetivo que nos podemos encontrar es la subjetividad humana.
El rigorismo muchas veces aparece cuando hemos caído en la trampa de creer que la verdad solamente es la de los números, la de la ciencia, la de las verdades de fe al margen de la experiencia personal que el Señor tiene con cada uno al interior de nuestro corazón.
Lo que nos enseñan Santo Tomás de Aquino, Wojtyla y ahora Jorge Mario Bergoglio (NdR el Papa Francisco), es que la cosa es más compleja. Tan objetiva es la piedra que tengo adelante como mi propia realidad interior, y ambas merecen ser tratadas con mucho cuidado. Cuando perdemos de vista esto, muy fácilmente se deforma la propuesta moral y cristiana, porque cancela la paciencia que nos debemos tener los unos a los otros al momento de acercarnos a la verdad. Cada uno tiene su ritmo, y los grandes maestros de la vida espiritual enseñan que no hay un solo patrón para el proceso de santificación.
Dios a veces actúa rápido, a veces más lento.
Así las cosas, a lo mejor ciertas formas de conservadurismo son rigoristas, pero no todas. Y ahora que conservador se ha desfigurado en su perfil, sobre todo en clave política, hay que hacer matices, porque conservar lo conservable, sobre todo a la luz de la tradición y la fe, es algo muy sano. Pero conservar aun lo que puede cambiar a toda costa, rigidiza, congela las venas por donde debe fluir la sangre y a veces hace que el cuerpo muera.