CIUDAD DEL VATICANO -- La base del matrimonio sacramental es la unidad de los cónyuges, un vínculo tan intenso y lleno de gracia que es exclusivo e indisoluble, según un documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
El documento, titulado “Una Caro (Una sola carne): Elogio de la monogamia. Nota doctrinal sobre el valor del matrimonio como unión exclusiva y pertenencia mutua”, fue publicado en italiano por el Vaticano el 25 de noviembre. El Papa León XIV aprobó su contenido el 21 de noviembre y autorizó su publicación.
“Aunque cada unión matrimonial es una realidad única, encarnada en las limitaciones humanas, todo matrimonio auténtico es una unidad compuesta por dos individuos, que requiere una relación tan íntima y total que no puede compartirse con otros”, afirma el documento.
El cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto del dicasterio doctrinal, escribió en la introducción del documento que el dicasterio quería recurrir a las Escrituras, la teología, la filosofía e “incluso la poesía” para explicar por qué es mejor elegir “una unión única y exclusiva de amor, una pertenencia recíproca que es rica y abarca todo”.
Entre los poetas citados se encuentran Walt Whitman, Pablo Neruda, Emily Dickinson y Rabindranath Tagore.
El dicasterio afirmó que publicó la nota en respuesta a las peticiones de los obispos de África, donde todavía se practica la poligamia, así como porque “diversas formas públicas de uniones no monógamas --a veces denominadas ‘poliamor’–- están creciendo en Occidente”.
“La poligamia, el adulterio o el poliamor se basan en la ilusión de que la intensidad de la relación puede encontrarse en la sucesión de rostros”, afirma el documento.
Pero “como ilustra el mito de Don Juan, los números disuelven los nombres; dispersan la unidad del impulso amoroso”.
Si bien la Iglesia, sus teólogos, pastores y canonistas han escrito mucho sobre la indisolubilidad del vínculo matrimonial, según la nota, ha habido menos reflexión oficial “sobre la unidad del matrimonio, es decir, el matrimonio entendido como una unión única y exclusiva entre un hombre y una mujer”.
El dicasterio doctrinal insistió en que el matrimonio sacramental es para siempre y que la apertura a la procreación es una parte esencial del matrimonio, pero también dijo que el propósito de la nota doctrinal era centrarse principalmente en el aspecto unitivo del matrimonio.
Si bien hay ejemplos de poligamia en el Antiguo Testamento, muchos otros pasajes celebran el amor que se encuentra en una relación exclusiva y monógama, decía. Y el Cantar de los Cantares utiliza el lenguaje de un amante y una amada de forma alegórica para referirse a la relación de Dios con su pueblo, una relación que es única y exclusiva.
En los Evangelios, se dice que Jesús exalta la monogamia fiel y para toda la vida, remitiéndose al “proyecto original” de Dios de que un hombre y una mujer se convirtieran en “una sola carne”.
El documento contiene una larga sección sobre lo que los papas y los teólogos cristianos --desde la Iglesia primitiva hasta la época moderna-- han dicho y escrito sobre el matrimonio.
A diferencia de otros teólogos primitivos, según el documento, San Juan Crisóstomo no enfatizó la procreación como el propósito principal del matrimonio, sino que escribió que “la unidad del matrimonio, a través de la elección de una sola persona con la que uno se une, sirve para liberar a las personas de un desahogo sexual desenfrenado, desprovista de amor o fidelidad, y orienta adecuadamente la sexualidad”.
Hasta que el Papa León XIII escribió una encíclica sobre el matrimonio en 1880, los pontífices no escribieron mucho sobre el matrimonio, según el documento.
En dicha encíclica, según el documento, la defensa de la monogamia por parte del Papa era en parte “una defensa de la dignidad de la mujer, que no puede ser negada ni deshonrada ni siquiera por el deseo de la procreación. La unidad del matrimonio implica, por tanto, una libre elección por parte de la mujer, que tiene derecho a exigir reciprocidad exclusiva”.
Dado que el matrimonio es una unión entre un hombre y una mujer “que poseen exactamente la misma dignidad y los mismos derechos”, según el documento, “exige esa exclusividad que impide que el otro sea relativizado en su valor único o sea utilizado meramente como un medio entre otros para satisfacer necesidades”.
En el sacramento del matrimonio de rito latino, señala, “el consentimiento se expresa diciendo: “Te tomo como mi esposa” y “Te tomo como mi esposo”. A este respecto, siguiendo la enseñanza del Concilio Vaticano II, hay que decir que el consentimiento es un acto humano por el cual los cónyuges se dan y se reciben mutuamente.
“Este acto, ‘que une a los esposos entre sí’, es un dar y un recibir: es el dinamismo que da lugar a la pertenencia mutua, llamada a profundizarse, a madurar y a hacerse cada vez más sólida”, dice la nota doctrinal
La forma en que se vive esa pertenencia mutua de manera exclusiva puede cambiar con el tiempo, “la atracción física y la posibilidad de tener relaciones sexuales se debilitan”, dice el documento, pero no termina.
“Naturalmente, no faltarán diversas expresiones íntimas de afecto, que también se consideran exclusivas”, dice. “Precisamente porque la experiencia de pertenencia recíproca y exclusiva se ha profundizado y fortalecido con el tiempo, hay expresiones que se reservan solo para aquella persona con la que se ha elegido compartir el corazón de manera única”.
“La pertenencia mutua propia del amor recíproco exclusivo implica un cuidado delicado, un santo temor a profanar la libertad del otro, que tiene la misma dignidad y, por tanto, los mismos derechos”, señala la nota.
La amistad única de los cónyuges, dice, está “llena de conocimiento mutuo, aprecio por el otro, complicidad, intimidad, comprensión y paciencia, preocupación por el bien del otro y gestos sensibles”.
Esa amistad “trasciende la sexualidad”, pero “al mismo tiempo la abraza y le da su significado más bello, profundo, unificador y fecundo”, dice el documento.
