JUBA, Sudán del Sur -- Mirando a decenas de miles de rostros sonrientes, el Papa Francisco les dijo a los católicos de Sudán del Sur que la única forma en que el país saldrá de la oscuridad de la violencia es con la luz de su fe y su compromiso con la paz.

"En el nombre de Jesús, de sus Bienaventuranzas, depongamos las armas del odio y de la venganza para empuñar la oración y la caridad", dijo el papa el 5 de febrero mientras celebraba una Misa matutina en Juba el 5 de febrero en los terrenos del Mausoleo de John Garang.

Garang llevó al país al acuerdo de paz de 2005 que sentó las bases para la independencia del país de Sudán en 2011. Desafortunadamente, una guerra civil estalló dos años después -- y los repetidos intentos de negociar la paz y un acuerdo para compartir el poder no han logrado calmar la violencia.

El Arzobispo Anglicano Justin Welby de Canterbury y el Reverendo Iain Greenshields, moderador de la Iglesia Presbiteriana de Escocia, asistieron a la Misa, que tuvo lugar al final de la peregrinación ecuménica por la paz que estaban realizando con el pontífice. Alrededor del 60% de los sudaneses del sur son cristianos, siendo tradicionalmente las iglesias católica, episcopal y presbiteriana las más grandes.

También estuvieron presentes el presidente Salva Kiir, quien es católico, y otros líderes gubernamentales.

Las autoridades de Sudán del Sur dijeron que miles de personas seguían acudiendo al lugar de la Misa al inicio de esta, y para el momento de la homilía había cerca de 100,000 personas presentes.

Al exhortar a los cristianos de Sudán del Sur a ser la "sal de la tierra" y la "luz del mundo", como los llama la lectura del Evangelio del día, el Papa Francisco dijo a la gente: "Esta tierra, hermosísima y martirizada, necesita la luz que cada uno de ustedes tiene, o mejor, la luz que cada uno de ustedes es".

El camino hacia la paz, dijo, requiere que las personas "superemos las antipatías y aversiones que, con el tiempo, se han vuelto crónicas y amenazan con contraponer las tribus y las etnias".

De hecho, continuó, es hora de “poner sobre las heridas la sal del perdón, que quema, pero sana. Y, aunque el corazón sangre por los golpes recibidos, renunciemos de una vez por todas a responder al mal con el mal, y nos sentiremos bien interiormente.

"Acojámonos y amémonos con sinceridad y generosidad, como Dios hace con nosotros", expresó. "Cuidemos el bien que tenemos, ¡no nos dejemos corromper por el mal!"

Después de tanta guerra y violencia, con unos 4 millones de personas desplazadas en el país o en el extranjero, con una pobreza extrema y la amenaza del hambre que se avecina para la mayoría de los sursudaneses, el Papa Francisco dijo que entiende que las personas se sientan pequeñas e impotentes.

Pero, dijo, la sal que el Evangelio los llama a ser también es pequeña, ya que solo una pizca hace toda la diferencia.

"Antes de preocuparnos por las tinieblas que nos rodean, antes de esperar que algo a nuestro alrededor se aclare, se nos exige brillar, iluminar, con nuestra vida y con nuestras obras, la ciudad, las aldeas y los lugares donde vivimos, las personas que tratamos, las actividades que llevamos adelante", dijo el papa. "El Señor nos da la fuerza para ello, la fuerza de ser luz en Él, para todos; porque todos tienen que poder ver nuestras obras buenas y, viéndolas -- nos recuerda Jesús -- se abrirán con asombro a Dios y le darán gloria".