ROMA – Durante un encuentro con los participantes de la asamblea plenaria de la Pontificia Academia para la Vida, el Papa Francisco criticó con firmeza el aborto y la eutanasia. También denunció que millones de habitantes del mundo no tiene agua con la que lavarse las manos y prevenir el COVID-19.
El Papa dijo que la Iglesia no puede “diluir” su enseñanza cuando se trata de la vida humana, lo que incluye protegerla desde la concepción hasta la muerte natural. Pero también incluye luchar contra otros elementos de la cultura del descarte, que lleva a negarles el derecho a una asistencia sanitaria digna a quienes no pueden pagarla.
“No sé si me hace reír o llorar… a veces llorar, cuando oímos a los gobernantes o a los líderes de las comunidades aconsejar a los habitantes de las barriadas que se higienicen varias veces al día con agua y jabón,” dijo Francisco. “Nunca han estado en un barrio marginal: allí no hay agua, no conocen el jabón.”
Gobernantes y científicos también recomendaron no salir de la casa, dijo el Papa, refiriéndose a las estrictas cuarentenas impuestas en gran parte del mundo: “Pero allí la casa es todo el barrio, porque viven... Por favor, ocupémonos de estas realidades, incluso cuando pensamos en la salud.”
Las palabras del Papa Francisco tuvieron lugar el lunes 27, durante un encuentro con los hombres y mujeres provenientes de todo el mundo que forman parte de la Pontificia Academia para la Vida, dirigida por el Arzobispo Vincenzo Paglia. Entre los presentes, había médicos, investigadores, académicos y teólogos, a quienes el pontífice invitó a pensar nuevas formas de colaboración para defender la vida humana en cada una de sus etapas.
“El compromiso de una distribución justa y universal de las vacunas es importante, pero teniendo en cuenta el ámbito más amplio en el que se requieren los mismos criterios de justicia para las necesidades de salud y promoción de la vida,” dijo.
Estadísticamente "variables como el nivel salarial, la calidad educativa y el barrio en el que se vive, incluso en la misma ciudad", también marcan una gran diferencia entre las personas, dijo el Papa.
"Afirmamos que la vida y la salud son valores igualmente fundamentales para todos, basados en la dignidad inalienable de la persona humana, pero si esta afirmación no va seguida de un compromiso adecuado para superar las desigualdades, aceptamos de hecho la dolorosa realidad de que no todas las vidas son iguales, y la salud no está protegida para todos de la misma manera," insistió.
"Aquí quiero reiterar mi preocupación por que siempre haya un sistema sanitario gratuito", dijo. Para los países que tienen un sistema sanitario gratuito, "no lo pierdan, porque si no sólo tendrán derecho a la sanidad los que puedan pagarla y los demás no".
Los planes de asistencia sanitaria universal, dijo, "ayudan a superar las desigualdades".
Aunque la enfermedad es un hecho natural, el papa remarcó que a veces es también el resultado de la acción e inacción humana, y esto deriva en una eutanasia “escondida”, causada por el alto costo de las medicinas. Cuando a una persona mayor sólo puede acceder a la mitad de los medicamentos que necesita, dijo, “se le está acortando la vida a la mitad”.
Francisco también lamento que hay muchos problemas graves que el mundo podría estar resolviendo si se les diera una respuesta global, como sucede con el caso del COVID. Sin embargo, dijo, “problemas muy graves se ignoran por falta de un compromiso adecuado".
"Pensemos en el impacto devastador de ciertas enfermedades como la malaria y la tuberculosis", dijo. "Cada año se producen en el mundo millones de muertes evitables. Si comparamos esta realidad con la preocupación que ha provocado la pandemia del COVID-19, vemos cómo la percepción de la gravedad del problema y la correspondiente movilización de energía y recursos es muy diferente."
Refiriéndose a la cultura del descarte, Francisco dijo que esta se aplica a los niños “que no queremos acoger, con esa ley del aborto que los devuelve al remitente y los mata directamente. Y hoy en día esto se ha convertido en una forma ´normal´ de hacer las cosas, un hábito muy feo, es realmente un asesinato”.
Del otro lado, están los ancianos, que son también a veces tratados como "material de desecho", porque “no sirven para nada... ¡Pero son sabiduría, son las raíces de la sabiduría de nuestra civilización, y esta civilización los descarta!”
“Con esto negamos la esperanza: la esperanza de los niños que nos traen la vida y que nos mantiene en pie, y la esperanza que está en las raíces que nos dan los ancianos. Descartamos ambos. Y entonces, ese descarte cotidiano, esa vida se descarta. Tengamos cuidado con esta cultura del descarte: no es un problema de una ley u otra, es un problema de descarte”.