Con el inicio del cónclave para elegir al próximo papa programado para el 7 de mayo, no hay un claro favorito entre los llamados papables —el término usado para describir a los cardenales con posibilidades de ser elegidos papa.
Hay 135 cardenales menores de 80 años —y por tanto con derecho a voto en el cónclave—, la cifra más alta de electores en la historia (aunque, al momento de escribir esto, dos han anunciado que no asistirán).
Provienen de todo el mundo, y muchos no se conocen bien entre sí. Por eso, algunos analistas prevén que este cónclave podría durar más que los últimos, que concluyeron en apenas dos días, ya que lograr la mayoría de dos tercios necesaria podría ser difícil sin un candidato claro.
Sin embargo, hay varios factores que podrían favorecer un resultado relativamente rápido.
Primero, el cónclave tiene una norma que permite, si la votación se prolonga demasiado, elegir al papa con una mayoría simple del 50% más uno. Eso significa que el primer cardenal en alcanzar ese nivel podría simplemente esperar mantener los votos hasta que el resto decida apoyarlo para evitar un estancamiento prolongado.
También hay que considerar que aproximadamente dos tercios de los electores fueron nombrados por el Papa Francisco, por lo que se espera cierto deseo de continuidad.
Ahora bien, eso no implica que los cardenales no deseen algunos cambios en el modo de gobernar la Iglesia. Francisco solía hablar de “sacudir las cosas” y pedía “hacer lío”. Es probable que muchos electores busquen ahora algo un poco más tranquilo.
Eso no quiere decir que no existan distintas corrientes dentro del Colegio Cardenalicio. Se podrían identificar al menos cuatro grandes bloques:
- Primero, los progresistas, que desean continuar el legado del Papa Francisco, destacando el papel de la Iglesia como “hospital de campaña”, abierta a quienes se han alejado de sus enseñanzas morales. Algunos dentro de este grupo incluso desean que la Iglesia bendiga uniones homosexuales o que ordene mujeres al sacerdocio. Claro está, lo que significa ser “progresista” o “conservador” varía mucho según la región del mundo, por lo que es difícil encasillar a este bloque.
- Segundo, los conservadores. Son menos que en tiempos de Juan Pablo II o Benedicto XVI, y es poco probable que uno de los pocos conservadores prominentes sea elegido papa. Sin embargo, son suficientes para influir en una elección de consenso hacia un candidato más moderado.
- Tercero, los cardenales del mundo en desarrollo, en su mayoría de África y Asia. Vienen de contextos donde la Iglesia enfrenta persecución y están menos interesados en las polémicas que preocupan más a Occidente.
- Cuarto, los italianos. Desde Juan Pablo II, el primer papa no italiano en más de 400 años, hay un deseo entre muchos cardenales italianos de volver a ver a uno de los suyos en la Cátedra de Pedro. Tres de los papables más mencionados son italianos: el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, el cardenal Matteo Zuppi de Bolonia, y el cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén.
Francisco tenía 88 años al morir, y la verdad es que los cardenales han hablado entre ellos en privado sobre su posible sucesor durante años. Sin embargo, muchos de los nuevos cardenales no han formado parte de esas conversaciones.
Desde el Concilio Vaticano II ha habido cuatro cónclaves. Juan Pablo I en 1978 y Benedicto XVI en 2005 eran papables y sus elecciones no sorprendieron. Juan Pablo II en 1978 y Francisco en 2013 sí fueron sorpresas: el primero por no ser italiano, el segundo por no ser europeo.
En 2025, podríamos ver una nueva sorpresa: el primer papa africano o asiático. Al mismo tiempo, los cardenales podrían buscar más estabilidad y elegir a un europeo —incluso italiano.
Pero todo esto es mera especulación para quienes no llevan puesto un solideo rojo.
Recuerdo que en 2005, estaba en la Plaza de San Pedro con otro periodista esperando que saliera la segunda tanda de humo desde la Capilla Sixtina. Me preguntó si creía que sería blanco, indicando que ya había nuevo papa.
“No. Será negro. Ratzinger será elegido en la cuarta votación y elegirá el nombre Benedicto”, le dije. Más tarde ese día, me escribió diciéndome que era un genio. Pero como todos los reporteros, simplemente estaba adivinando.
No recuerdo qué dije en 2013, pero nadie me llamó genio. Así que tomen todo lo que vean en los medios con pinzas.