Por un extraño e increíblemente controversial desarrollo de circunstancias —que muchas organizaciones de noticias seculares comentaron con placer— una plataforma de redes sociales católica encontró un modo de descubrir y revelar los pecados de un sacerdote gracias a una aplicación que él utilizó en su teléfono.

Las reacciones ante este escarnio público de un clérigo han sido diversas. La publicación ha justificado su enfoque inquisitivo argumentando que un hombre que ha hecho una promesa de celibato ha de tener una continencia perfecta.

Un teólogo moral, citado por The Pillar en su publicación sensacionalista inicial dijo: “El uso de aplicaciones para buscar citas basándose en la ubicación es incompatible con las obligaciones de continencia y castidad que tienen los miembros del clero”.

El experto en teología pasó luego a referir su propia experiencia anecdótica en la formación de sacerdotes comentando que “cuando se hace evidente que un clérigo está fallando de manera frecuente y notoria en su compromiso de continencia”, eso puede llevarlo a quedar “sólo a un paso de convertirse en un depredador sexual”.

Me hubiera gustado que los que están haciendo la investigación cuestionaran al teólogo moral acerca de una sección del Catecismo de la Iglesia Católica, concretamente, la parte que habla sobre las “Ofensas a la verdad”. Lo que sigue puede encontrarse en la sección 2477:

El respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto. Se hace culpable: de juicio temerario el que, incluso tácitamente, admite como verdadero, sin tener para ello fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo; de maledicencia el que, sin razón objetivamente válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran; de calumnia el que, mediante palabras contrarias a la verdad, daña la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos.

No soy teólogo moral, pero considero que el hecho de decir que un sacerdote que peca contra la carne debería considerarse automáticamente como estando “a un paso de volverse un depredador sexual” se trata de un caso de juicio temerario. No estoy seguro de qué justificación tiene el teólogo moral para predecir que la incontinencia es, ipso facto, una señal del peligro de caer una conducta sexual depredadora. El adulterio es un pecado terrible; sin embargo, no hay datos que sugieran que la mayoría de los adúlteros pasen luego a la depredación sexual.

La aplicación señaló que a un sujeto se le pudo haber ofrecido la oportunidad de participar en una actividad sexual inmoral y que él se encontraba presente físicamente en ciertos lugares propicios a un estilo de vida contrario a la vida célibe. No es ilógico asumir lo que implica esa publicación, es decir, que él estuvo involucrado en una actividad sexual ilícita, pero ¿es eso una prueba necesariamente concluyente de ello?

No creo que el informe sea necesariamente “contrario” a la verdad, o calumnioso, pero me preocupa su relación con el pecado de detracción. ¿Cuál fue la “razón objetivamente válida” para revelar las faltas y flaquezas de ese sacerdote al mundo entero?

El argumento implícito que aducen los periodistas involucrados en esto es que era peligroso para la Iglesia y para las posibles víctimas de abuso sexual el hecho de permitir que un hombre que se dedicaba a la actividad de usar la aplicación continuara desempeñando su cargo. Pero, ¿era necesario publicar la evidencia circunstancial de “actividad sexual ilícita” sin tener la certeza de ello?

¿No podría alguien estar en un lugar, sin participar necesariamente en lo que es común allí?

También hay informes preocupantes de “ultimátums” y negociaciones sobre el asunto. Pero, ¿era acaso la amenaza de exposición la única manera de proceder? La amenaza obviamente funcionó, ya que se aceptó la renuncia del sacerdote. Pero, ¿era necesario entrar en detalles de lo que había se descubierto al espiar al sacerdote?

Hace poco tuve la desdicha de leer parte de Widespread Panic, de James Ellroy, que trata acerca de un detective de Los Ángeles que en los años cincuenta se convierte en periodista de publicaciones sensacionalistas. Realmente creo que, sean cuales sean sus intenciones y a pesar de su justificación, las personas que están detrás de esta denuncia de un clérigo bajaron al nivel del periodismo de tipo tabloide.

Existe también un problema ético relacionado con la recolección de los datos anónimos vendidos por aplicaciones comerciales, para luego “quitarles el anonimato”, con el fin de identificar a una persona en particular. La gente que está a cargo de la aplicación, preocupada, sin duda, por lo fácil que fue descubrir un nombre en los datos de base, supuestamente anónimos, que ellos venden, afirman que era “técnicamente imposible” que los responsables pudieran hacerlo. ¿Tenemos derecho a obtener información de cualquier manera posible? El famoso dicho, “Todas las noticias apropiadas para imprimirse”, tiene, en su núcleo de cliché una preocupación por servir a un propósito superior en la recopilación de información.

El sórdido personaje de Ellroy, Freddy Otash (una versión ficticia de una persona real; supongo que los muertos no pueden poner una demanda por difamación) se llama a sí mismo un Pervdog (pervertido). El chantajista-“investigador” de tabloides, les dice a sus colegas, en el dialecto característico de Ellroy: “Somos nocturnos de nacimiento. La gente de nuestro género se arrodilla al bajar la luna y cobra vida en la noche. Buscamos apoyo en el aroma de las vidas secretas medio escondidas. Espiamos, merodeamos, rompemos, entramos, BUSCAMOS”. ¿No suena eso a lo que le hicieron aquí a un clérigo?

No podemos defender en nadie un estilo de vida que esté en desacuerdo con la moral cristiana, y ciertamente debería aplicársele un estándar más alto a un sacerdote. Él es humano, por supuesto, pero es también un símbolo. Pero, ¿era necesario “sacar al hombre a la luz pública”? Esto parece ser un violentar la profesión periodística, y no un “periodismo de investigación al servicio de la Iglesia”.

La historia ciertamente ha puesto a esa publicación bajo los reflectores. Pero el asunto podría haberse manejado sin un escándalo que está dañando no solamente una vida sino también una comunidad.

Un santo comentó una vez el tema de la discreción y el comportamiento de los hijos de Noé cuando ellos encontraron a su padre borracho y en circunstancias escandalosas. Un hermano, Cam, llama la atención sobre el espectáculo de su padre, que acaba apenas de descubrir la intensidad del efecto de las uvas fermentadas y yace desnudo en su tienda. Sem y Jafet, sus hermanos, caminan hacia atrás para cubrir la desnudez de su padre. Cuando Noé despierta, agradece la discreción de los dos, pero maldice a los descendientes del otro.

Quizás estos investigadores de vanguardia deberían leer Génesis 9, 20-27. Puedo ver cómo Cam aparece ahí, más como un periodista “valiente”, “que tiene el valor de decir las verdades, luego de descubrir la ropa sucia”, pero Sem y Jafet fueron, ciertamente, más bondadosos.

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Mons. Richard Antall es párroco de la Iglesia Holy Name, en Cleveland, Ohio. Es autor de varios libros, entre ellos “The Wedding” (Lambing Press, $ 16.95) y de la novela de próxima publicación “The X-mas Files”.