WASHINGTON -- El arzobispo de San Antonio, Gustavo García-Siller, todavía se encontraba atendiendo el dolor de la comunidad de Uvalde, Texas, que se recuperaba de un tiroteo masivo en una escuela primeria donde 19 niños, la mayoría del cuarto grado, y sus dos maestros murieron, cuando otra tragedia aterrizó en la puerta de su diócesis de Texas.

"Cuando me enteré…la oficina ya había cerrado…yo me fui directamente a los hospitales", dijo el arzobispo en una entrevista del 8 de julio con Catholic News Service, recordando la noche a fines de junio cuando escuchó sobre un grupo de migrantes que autoridades habían encontrados muertos o a punto de morir, dentro de un tráiler cerca de San Antonio. Se les entraba de contrabando a los EE. UU.

Al principio, era difícil saber si alguien había sobrevivido las temperaturas de más de 100 grados dentro del tráiler que los transportaba, pero si había sobrevivientes, el prelado se imaginó que los encontraría en uno de los hospitales de la zona y fue a buscarlos.

El número de muertos en ese incidente eventualmente llegaría a 53. Sobrevivieron un poco más de una docena de personas, entre ellos algunos menores de edad.

Durante una visita reciente a un sobreviviente joven que todavía estaba en el hospital, el prelado se enteró que estaba a punto de cumplir años. Como no tenía con quién celebrar, el arzobispo reunió a un grupo de migrantes que Caridades Católicas en San Antonio para la ocasión y celebraron el cumpleaños del hombre con una fiesta y un pastel.

Admitió que la jornada ha sido agotadora. "Cansancio", dijo que había sentido. Los días han estado llenos de visitas: a víctimas, sobrevivientes, sus familias y miembros de la comunidad que están sufriendo. Entre medio, ha presido un funeral tras el otro. Al lidiar con eventos consecutivos de tan gran magnitud, dijo que la comunidad arquidiocesana ha estado a su lado para responder a los que sufren.

Aunque la comunidad en general ha sufrido, sin duda, "los que sobrevivieron (las tragedias) son los que más sufrieron", dijo el arzobispo, recordando un relato de uno de los sobrevivientes que visitó.

"Tiene 21, o 22 años, y estaba en el tráiler…no había aire acondicionado, ni siquiera una ventanita… no tenían agua y no tenían comida", le dijo el joven al arzobispo.

Las condiciones eran tan terribles que "realizaban sus necesidades físicas" en el espacio donde se encontraban.

"Llegó un momento en que dice que sentía la piel estaba, como que se le estaba arrugando, como si se estuvieran quemando, como si estuvieran en la estufa", dijo el arzobispo. "Así empezó la desesperación".

El muchacho le dijo al arzobispo que algunos en el grupo comenzaron a moverse hacia el centro del tráiler. Sintiendo que quizás se acercaba el final de su camino en esta tierra, algunos tomaron sus pequeñas biblias, rosarios y estampas con la imagen de Jesús y de varios santos, y se pusieron a rezar.

"Señor, ten piedad de nosotros. Padre bueno, escúchanos. Cuida a nuestras familias. Protégelas", rezaron, e incluso al final, dijo el arzobispo García-Siller, su preocupación era por los demás, por sus familias. Su inclinación natural era acercarse a Dios en lugar de maldecirlo por su situación, dijo.

Lentamente, comenzaron a colapsar, a desvanecerse, le dijo el sobreviviente. Los que todavía estaban conscientes "no sabían si era más desmayos o la muerte", dijo el arzobispo García-Siller.

Eso muestra, dijo, esa inclinación, un valor muy grande de la cultura hispana, que aunque hay diversidad de fe, "existe un movimiento natural, desde hacia adentro, de confiar, abandonarse a Dios, de creer y de expresarse" a ese Dios.

Pero por hablar de los migrantes, ha enfrentado críticas por humanizarlos, en particular por los relatos de los migrantes en el tráiler.

"El hecho de que esté herido al cruzar la frontera a escondidas no significa que se pueda quedar", le dijo un usuario de Twitter al arzobispo después de que tuiteó sobre la llamada telefónica del sobreviviente con su madre.

Pero lleva tiempo lidiando con detractores, y estos aumentaron cuando pidió límites a las armas de alto poder, como las que usaron para matar a los niños en la escuela de Uvalde.

"Quédate en tu carril", le dijo el usuario de Twitter @ProLife4U2.

"Recibimos estas vibras negativas" en la arquidiócesis, dijo. "Pero nos queda muy claro que el mal no se combate, no se gana con el mal. Ante el mal, lo que gana y triunfa es el bien…Lo que hacemos es por la gente, por la gloria de Dios, hacia sus creaturas. Entonces, todo lo que viene negativo son heridas, pero heridas que purifican…para seguir amando, buscando, caminos también aceptando a los demás".

Y a veces también ayuda reconocer sus propios errores, dijo.

Da crédito al proceso de sesiones de escucha, conocido como el proceso del Sínodo, dirigido por el Vaticano, y destinado a generar colaboración en la Iglesia Católica. Esto le ha ayudado a él y a otros en la arquidiócesis de San Antonio a enfrentar las tragedias de este año.

"Algo que me ha impresionado mucho es este llamado del papa a la sinodalidad, a trabajar juntos, y hacernos responsables todos de todo, y en eso ya ha habíamos estado trabajado un año, año y medio, entonces durante estas circunstancias (del tiroteo y la difícil situación de las víctimas del tráiler), he podido ver lo valioso que es eso", dijo a CNS.

"El espíritu de colaboración”, que reclama la sinodalidad, ya ??no se trata de decir "lo que me tocado a mí vivir, no puedo decir que es mío...todo es nuestra experiencia, nuestro tiempo, nuestras capacidades y también nuestro cansancio nuestras frustraciones nuestro dolor", dijo monseñor García-Siller, y es Dios moviendo a la comunidad a actuar con espíritu de fe, "es Dios que está moviendo todo esto entre nosotros".

Muchos hermanos obispos con los que se reunió recientemente para un retiro en junio también expresaron su apoyo, sus condolencias, incluidos aquellos a cuyo club se unió: obispos que han enfrentado tragedias a gran escala en sus diócesis, como los tiroteos.

Hay una sensación de pena cada vez que uno levanta el teléfono para llamar al otro y ofrecer sus condolencias por el último tiroteo masivo o tragedia en sus respectivas diócesis, particularmente porque hay soluciones pero poca voluntad política en el país para resolverlas, dijo.