Después de viajar por Estados Unidos durante 10 meses en 1831-32, el diplomático y filósofo político francés Alexis de Tocqueville declaró en su obra clásica "Democracia en América" que "no hay país en el mundo donde la religión cristiana conserve una mayor influencia sobre las almas de los hombres que en América".

Pero casi 200 años después, un nuevo informe del Public Religion Research Institute (Instituto para la Investigación de la Religión Pública o PRRI por sus siglas en inglés) titulado "Religion and Congregations in a Time of Social and Political Upheaval" ("Religión y congregaciones en tiempos de agitación social y política") arroja una sombra de duda sobre el fervor de los estadounidenses, sólo el 16% de los cuales declararon al PRRI que la religión es lo más importante en sus vidas.

En el estudio del PRRI, las personas sin afiliación religiosa representaban el 27% de la población. Asimismo, la mayoría de los estadounidenses rara vez (28%) o nunca (29%) asiste a servicios religiosos; y más de un tercio (37%) de los que abandonaron una religión se identificaron como "antiguos" (o "ex") católicos.

"Una de las metatendencias en el panorama religioso estadounidense de los últimos 20 -- incluso 30 -- años ha sido el precipitado descenso de la afiliación religiosa y de otros indicadores de religiosidad", afirma David Campbell, catedrático Packey J. Dee de Democracia Estadounidense en la Universidad de Notre Dame en South Bend, Indiana. Aunque existe cierto debate sobre las razones subyacentes, "las investigaciones que yo y otros hemos realizado han demostrado que Estados Unidos parece estar secularizándose de una forma que no había ocurrido antes", explicó Campbell.

Para contextualizar, Campbell dijo que casi desde "el comienzo de las encuestas de opinión pública -- que se remontan a muchas, muchas décadas hasta aproximadamente 1990 -- no más del 5% de los estadounidenses dijeron alguna vez que no tenían afiliación religiosa. Y luego, en los últimos 30 años más o menos, se ha visto este dramático aumento de la no afiliación religiosa que ahora ha ido acompañado de otros indicios de que la gente es cada vez menos religiosa".

"El hecho de que la gente no se afilie ni se identifique con tradiciones religiosas o iglesias concretas lleva décadas", coincidió el sacerdote jesuita Thomas Gaunt, director ejecutivo del Center for Applied Research in the Apostolate (CARA), un centro de investigación de la Universidad de Georgetown que realiza estudios científicos sociales para y sobre la Iglesia Católica.

Sin embargo, el padre Gaunt hace una distinción entre pertenencia institucional y creencia. "Son personas que creen en Dios", dijo. "Simplemente no creen necesariamente en las iglesias institucionales".

"Hace 50 años, sería insólito que alguien dijera que no pertenecía a ningún organismo eclesiástico. Las costumbres sociales han cambiado, y eso no es tan sorprendente ni tan inaceptable socialmente", dijo el padre Gaunt. "Puede que los que hace 40 años decían: 'Ah, sí, soy católico' o 'soy baptista', no lo dijeran en serio, pero hoy se sienten más cómodos reconociéndolo". Este fenómeno, conocido como sesgo de deseabilidad social, puede sesgar los datos de las encuestas.

Dentro de la Iglesia católica de Estados Unidos, el padre Gaunt observó un crecimiento "explosivo" en el sur y el oeste del país, debido sobre todo a la deslocalización; la inmigración también ha influido.

"Cuando estás en el noreste y el medio oeste (del país) y ves una iglesia vacía, es difícil de entender, pero es la realidad en muchos lugares", dijo, señalando que la Arquidiócesis de Atlanta ha añadido un millón de católicos a su lista de miembros en los últimos 30 años.

Según Gaunt, la asistencia semanal a misa casi ha vuelto a los niveles anteriores al COVID.

"Creo que se trata de una paradoja", afirmó John Carr, fundador de la Iniciativa sobre Pensamiento Social Católico y Vida Pública de la Universidad de Georgetown. Carr trabajó durante más de 20 años como director del Departamento de Justicia, Paz y Desarrollo Humano de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, donde dirigió la política pública y los esfuerzos de defensa en cuestiones nacionales e internacionales.

"No hay duda de que el lugar de la fe en la vida estadounidense ha disminuido, en la vida de las personas y en nuestra sociedad en su conjunto", observó Carr. "Pero dos cosas pueden ser ciertas a la vez. Una es que hay un declive. Dos, que también hay hambre de sentido; de pertenencia; de un vocabulario moral".

Ese hambre, señaló Carr, va acompañado de "un gran escepticismo sobre la integridad y la fiabilidad de las instituciones religiosas".

Entre las principales razones para cambiar de tradición o confesión religiosa, según PRRI, el 56% dijo que dejó de creer en las enseñanzas de la religión; el 30% se desanimó por las enseñanzas negativas o el tratamiento de las personas LGBTQ+; el 29% dijo que su familia no era muy religiosa; el 27% se desilusionó por los escándalos que implicaban a líderes de su religión anterior; y el 18% señaló un acontecimiento traumático en sus vidas.

Al menos el 17% de los encuestados por PRRI que cambiaron de confesión respondieron que su iglesia estaba demasiado centrada en la política.

"El mal uso de la religión con fines partidistas causa un gran daño", afirmó Carr. "Creo que nuestra fe tiene profundas implicaciones para la vida pública. Pero tenemos que empezar por la fe de la gente. No por su política".
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Kimberley Heatherington escribe para OSV News desde Virginia.