Un ujier recoge la colecta durante el ofertorio de la Misa, en esta imagen de archivo del 16 de abril de 2023. (OSV News/Gregory A. Shemitz)
Los servicios sociales católicos en Estados Unidos enfrentan una crisis de financiación.
El pasado 27 de febrero, el Departamento de Estado de EE.UU. canceló su contrato de larga data con la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), eliminando los fondos para un programa de reasentamiento de refugiados vigente desde la década de 1980.
La decisión llegó tras una batalla de un mes por los fondos, que dejó en pánico a muchas organizaciones sin fines de lucro —incluidos los servicios sociales católicos en todo el país—. Como han descubierto, incluso una breve interrupción en la financiación federal es suficiente para desmantelar muchos programas.
“La Conferencia no tiene fondos para continuar las operaciones de los Servicios para Refugiados de la USCCB en los niveles actuales,” indicaba un memorando del 7 de febrero del padre Michael Fuller, secretario general de la USCCB. “Por lo tanto, debemos informar a nuestras Caridades Católicas locales y otras agencias subcontratadas que habrá un retraso en los pagos hasta nuevo aviso. Esto será una carga para ellos y para las personas a quienes sirven, y resultará en despidos de personal.”
Puede debatirse si las instituciones católicas deberían aceptar dinero federal. Pero la verdad es que actualmente lo hacen —y en cantidades significativas—. Solo la USCCB tenía cerca de 20 millones de dólares pendientes de reembolso desde diciembre.
Pero este modelo es inestable: basta con un solo mes sin esos fondos para que los servicios sociales católicos en Estados Unidos comiencen a tambalearse. Y esta realidad expone una verdad histórica y escandalosa sobre los católicos estadounidenses:
Simplemente no donamos como otros cristianos.
Refugiados de El Salvador ayudan a distribuir comida durante una fiesta organizada por Caridades Católicas por el Día Mundial del Refugiado, el 20 de junio de 2019, en Amityville, Nueva York. (OSV News/Gregory A. Shemitz)
La necesidad casi inmediata de recortar personal implica que los niveles actuales de servicios sociales simplemente no pueden sostenerse —ni siquiera por poco tiempo— con donaciones individuales o subvenciones privadas de los fieles. Y esto no es un fenómeno nuevo.
De hecho, los católicos no donan al mismo nivel que los protestantes desde principios de los años 60, según el libro del economista Charles E. Zech de la Universidad Villanova titulado “Why Catholics Don’t Give… And What Can Be Done About It” (Our Sunday Visitor, $19.14), publicado en 2006.
En ese libro, se citaba que los protestantes donaban el 2.2 % de sus ingresos a sus iglesias, mientras que los católicos solo el 1.1 %. Esa proporción 2:1 se mantiene en los datos más recientes de 2023 publicados por el Lake Institute.
Las donaciones a la parroquia y las donaciones caritativas totales son números distintos. Muchos católicos justifican el bajo nivel de apoyo a su parroquia alegando que donan a otras causas, como Caridades Católicas. Pero la realidad es que los católicos donan menos en general.
Según el State of the Bible Report 2024 de la American Bible Society, el 60 % de las donaciones católicas se destinan a organizaciones religiosas, frente al 75 % de los evangélicos y el 73 % de las denominaciones afroamericanas históricas. Solo los protestantes tradicionales tienen un porcentaje más bajo (52 %), pero dado que su nivel de donación total es casi el triple que el de los católicos, su contribución religiosa sigue siendo mayor en términos absolutos.
Para los católicos, el 45 % de las donaciones religiosas se destina a su parroquia local, nuevamente por debajo de los evangélicos y afroamericanos, y apenas 4 % por encima de los protestantes tradicionales.
En otras palabras, las “otras causas” con las que se justifica el bajo nivel de apoyo parroquial representan apenas el 15 % de la donación total. En cifras reales, eso equivale a un promedio de $237.15 según los datos del Lake Institute.
Este desfase no es algo reciente. El estudio “Money Matters” de 1996 ya indicaba que “los católicos de nuestra muestra donaron un promedio de $576 por hogar a causas religiosas y no religiosas fuera de su parroquia”, el segundo nivel más bajo entre las cinco denominaciones analizadas.
Y esto a pesar de que las parroquias católicas lideran la nación en ingresos anuales promedio. Según el Lake Institute, el ingreso anual medio de las iglesias estadounidenses ha aumentado un 42 % desde 2020 —siendo las católicas las que más ingresos tienen.
Pero el bosque estadístico no deja ver los árboles: los católicos, históricamente, han sido menos generosos por persona que nuestros hermanos protestantes. En 2023, los protestantes tradicionales donaron una mediana de $2,748 por persona frente a los $1,581 de los católicos.
Nuestros altos totales agregados solo existen porque los católicos aún superan en número a cualquier denominación protestante individual. Pero eso está cambiando.
Aunque los católicos siguen siendo el grupo religioso más numeroso según la Oficina del Censo de EE.UU., el Pew Research Center señala que los católicos son los que más fieles han perdido.
El 43 % de las personas criadas como católicas ya no se identifican como tales, lo que significa que el 12.8 % de los adultos estadounidenses son ex católicos. Eso está a menos de siete puntos porcentuales del 19 % de adultos que aún se identifican como católicos.
Y con 8.4 personas que abandonan la Iglesia por cada una que se une, no es inconcebible que el número de ex católicos pronto supere al de católicos practicantes.
A medida que la población católica disminuye, nuestra crisis de donativos se agudizará —especialmente si se pierde el acceso a fondos federales—. Sin esfuerzos decididos por parte de líderes y laicos para incrementar la generosidad, los recortes en servicios sociales católicos que hoy vemos pueden ser apenas la punta del iceberg.