En su discurso inaugural el 20 de enero, el presidente Joe Biden expresó que está comprometido con "toda su alma" a unir al país.
El presidente Biden pidió a los estadounidenses -- quienes, después de haber pasado por una elección amarga y un año de ajuste de cuentas racial, aún se encuentran en medio de una pandemia mortal -- que asumieran esta causa de manera similar.
"Es hora de ser audaces porque hay mucho que hacer", expuso Biden en un discurso de 21 minutos, exhortando a los estadounidenses trabajar juntos por la unidad en este histórico momento, y enfatizando que "la historia estadounidense no depende solo de algunos, sino de todos".
El segundo presidente católico de la nación también instó al país reconocer que la historia estadounidense es una historia de esperanza, no miedo, de luz, no oscuridad. También señaló que "la democracia ha prevalecido" a pesar de los esfuerzos por eliminarla cuando, hace un par de semanas atrás, violentas protestas tomaron lugar en el Capitolio cuando el Congreso estaba confirmando los resultados de las elecciones.
En un día frío, ventoso pero soleado, el presidente Biden habló con un sentido de urgencia, recordando a la multitud presente -- que era pequeña debido a la pandemia como al bloqueo de seguridad -- que "hemos llegado muy lejos, pero aún nos queda mucho por andar".
Mezclando realismo con esperanza, declaró que hay mucho que reparar y mucho que restaurar, pero agregó: "Seguiremos adelante".
Refiriéndose a la profunda división que hay en el país, el presidente número 46 dijo firmemente: "Tenemos que ser mejores que esto" y prometió que la democracia no será eliminada mientras los estadounidenses se esfuerzan por poner fin a esta "guerra incivil que nos enfrenta unos con otros".
El presidente pidió un momento de silencio para todos los que murieron durante la pandemia de COVID-19. También habló de la naturaleza destructiva del racismo y la necesidad de rechazar el extremismo político y los hechos fabricados.
"Seré presidente de todos los estadounidenses", agregó, refiriéndose a quienes votaron por él y también a quienes no lo hicieron.
Esta inauguración presidencial fue completamente distinta a las demás, ya que contó con asistentes usando máscaras faciales y saludándose con el codo debido al coronavirus, pero también debido a mayor presencia de seguridad, un claro recordatorio de la violencia del 6 de enero.
Además, aunque los ex presidentes Barack Obama y George W. Bush estuvieron presentes, el ahora ex presidente Donald Trump no estuvo en la inauguración.
Biden fue juramentado por el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, quien usó la biblia familiar del presidente. Esa biblia ya había sido utilizada muchas veces antes, dos veces cuando juró como vicepresidente y siete veces como senador de Delaware, y también fue utilizada en el juramento de su hijo Beau como fiscal general de Delaware.
En diciembre, el presidente dijo en un programa de entrevistas presentado por Stephen Colbert que esa biblia ha sido una reliquia familiar desde 1893.
La invocación de la inauguración fue dirigida por el padre jesuita Leo O’Donovan, ex presidente de la Universidad de Georgetown y actual director de misión del Servicio Jesuita a Refugiados. El sacerdote, amigo de la familia Biden, fue el celebrante principal en la misa fúnebre del hijo de Biden, Beau, en 2015.
En su oración, el sacerdote citó al papa Francisco y destacó la necesidad de cuidarnos los unos a los otros "con palabras y obras, especialmente a los menos afortunados entre nosotros".
Otro sacerdote jesuita, el padre Kevin O'Brien, presidente de la Universidad de Santa Clara en California, pronunció la homilía en una misa en la Catedral de San Mateo en Washington justo antes de la inauguración. A la misa asistieron Biden, la ahora vicepresidenta Kamala Harris, familiares y algunos miembros del Congreso de ambos lados del pasillo.
En su homilía, el padre O’Brien también habló de la necesidad de sanación y dijo que el presidente y la vicepresidenta conducirán a este país hacia adelante.
"Todos los días, te esforzarás por sanar las heridas de nuestra nación y reconciliar las diferencias y unirnos. Conoces demasiado bien los desafíos que se avecinan y el costo del servicio", dijo el sacerdote. "Mi oración más profunda para ti hoy, como sacerdote, ciudadano y amigo, es que recuerdes siempre que el Señor está cerca y sin importar el ruido y la furia que te rodea, que Dios quiere darte paz, una paz profundamente arraigada que te sostendrá".
El tema de la sanación de una nación dividida y el papel que todos deberían desempeñar en ella fue prominente durante las ceremonias inaugurales. Lo destacó la senadora Amy Klobuchar, demócrata por Minnesota, quien dijo en los comentarios introductorios de la ceremonia de inauguración que este día era uno en el que "la democracia se recupera" después de lo que pasó el 6 de enero.
Ella enfatizó que corresponde a todos los estadounidenses "tomar la antorcha de nuestra democracia, no como un arma de fuego político, sino como un instrumento para el bien".