FILADELFIA -- Los expertos católicos en bioética han dado la voz de alarma ante la falta de acuerdo sobre lo que constituye la muerte cerebral; y dicen que las implicaciones para la donación de órganos son "profundas".

El Centro Nacional Católico de Bioética (NBC por sus siglas en inglés), con sede cerca de Filadelfia, publicó una declaración el 11 de abril sobre "Integridad en la determinación de la muerte cerebral: desafíos recientes y próximos pasos".

El NCBC dijo en su comunicado que se había producido "una ruptura decisiva en el consenso público sobre la muerte y la donación de órganos", tras "el fracaso de los recientes esfuerzos para resolver una importante disputa sobre la determinación de la muerte cerebral".

La enseñanza católica apoya la donación de órganos, que el Papa San Juan Pablo II llamó "un ejemplo particularmente loable" de "heroísmo cotidiano", siempre y cuando la donación se haga con consentimiento libre e informado y el donante esté verdaderamente muerto. El acto de extraer los órganos no debe matar al donante.

Pero los esfuerzos recientes para cambiar la definición de muerte pueden erosionar esos estándares éticos, dijo el NCBC, cuya declaración fue motivada por dos acontecimientos clave.

El primero fue una propuesta de revisión de la Ley de Determinación Uniforme de la Muerte, o UDDA por sus siglas en inglés, de 1981, sobre los criterios para determinar la muerte. Ese cambio quedó en suspenso en septiembre de 2023 después del rechazo de varias organizaciones, incluidas la NCBC y la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB por sus siglas en inglés).

El segundo fue la publicación en octubre de 2023 de directrices revisadas sobre el tema por parte de la Academia Estadounidense de Neurología (ANN por sus siglas en inglés), la Sociedad de Neurología Infantil y la Sociedad de Medicina de Cuidados Críticos, que ahora permiten a los médicos declarar muerte cerebral a pesar de la evidencia de función neuroendocrina.

El sistema neuroendocrino, que incluye la parte del cerebro conocida como hipotálamo, regula una serie de actividades clave, como la temperatura, el equilibrio entre sal y agua en el cuerpo, el sueño y el deseo sexual. El hipotálamo también puede desempeñar un papel en la conciencia y la detección del dolor.

La UDDA -- aprobada por la Asociación Médica Estadounidense en 1980 y Colegio de Abogados de EE.UU. en 1981 -- establece que una persona puede ser declarada muerta tras el cierre "irreversible" de las funciones circulatorias y respiratorias, o de "todas las funciones de todo el cerebro, incluidas el tronco del encéfalo".
La determinación de la muerte debe hacerse "de acuerdo con los estándares médicos aceptados", establece la ley.

Sin embargo, en los últimos años "mucha gente pensó: 'Es una ley que tiene 40 años; tal vez necesitemos revisarla'", dijo a OSV News el vicepresidente ejecutivo de NCBC, John Brehany. "Creemos que hubo algunas malas propuestas (para hacerlo)".
Esas "malas propuestas" se refieren a las pruebas de muerte cerebral, afirmó Brehany.

"La ley prácticamente dice que... la muerte cerebral implica el cese irreversible de todas las funciones de todo el cerebro", dijo. "Y, sin embargo, las directrices de la organización más influyente (la AAN) no examinaban todas las funciones... de todo el cerebro. Creemos que eso es muy problemático".

En julio de 2023, la NCBC y la USCCB presentaron una carta conjunta a la Comisión de Derecho Uniforme, expresando "serias reservas" sobre cambiar el texto de la UDDA para que diga "cese permanente de las funciones circulatorias y respiratorias; o coma permanente, cese de las funciones respiratorias espontáneas, y pérdida de reflejos del tronco encefálico".

"La revisión propuesta reemplazaría el estándar de muerte cerebral total por uno de muerte cerebral parcial", permitiendo así que "los pacientes que exhiben una función cerebral parcial sean declarados 'legalmente muertos' cuando no están biológicamente muertos", dijeron el NCBC y la USCCB en su carta de julio de 2023.

Pero la decisión de la AAN y sus grupos afines de proceder con sus propias actualizaciones "representa una ruptura formal en un consenso de larga data en materia de leyes y políticas públicas", dijo el NCBC en su último comunicado, añadiendo que "estos temas son de gran preocupación para los católicos, en particular para las instituciones y profesionales católicos de la salud".

Tanto Brehany como Charles Camosy, profesor de humanidades médicas en la Universidad de Creighton, dijeron a OSV News que las tecnologías que salvan vidas han hecho que la determinación precisa de la muerte sea aún más urgente.
Históricamente, la muerte médica se consideraba desde una perspectiva cardiopulmonar, dijo Camosy. En otras palabras, "si tu corazón deja de latir y dejas de respirar, estás muerto", dijo.

Pero "las cosas se ponen mucho más complicadas cuando (un paciente) está en una unidad de cuidados intensivos", dijo Brehany.

"Desarrollamos el respirador, que mantiene con vida a personas que de otro modo habrían muerto a causa de una lesión cerebral traumática, ayudándoles a respirar", dijo Camosy. "Desarrollamos la capacidad de trasplantar órganos vitales, como un corazón, a otro ser humano".

Estos avances llevaron a un comité ad hoc de la Facultad de Medicina de Harvard a publicar un artículo en 1968 sobre la definición de lo que se entiende por coma irreversible.

La UDDA "esencialmente utilizó el lenguaje que se le ocurrió al comité", dijo Camosy.
Aun así, determinar la muerte cerebral puede estar plagado de incertidumbre, añadió.

Camosy señaló el caso de Jahi McMath, que en 2013 fue declarada en muerte cerebral tras complicaciones de una operación por apnea del sueño. Su familia luchó por mantenerla conectada a un ventilador debido a sus creencias cristianas profundamente arraigadas y los signos de vida que habían percibido en McMath, como los movimientos de los dedos de las manos y los pies. Finalmente se mudaron a Nueva Jersey, donde la ley estatal permite exenciones religiosas para religiones que no reconocen la muerte cerebral. McMath entró en la pubertad, experimentó tres ciclos menstruales documentados y murió en 2018 después de una cirugía intestinal.

Los cambios de la AAN, basados en una evaluación poco completa de la muerte cerebral, perjudicarán tanto a los posibles donantes de órganos como a las más de 103.000 personas en Estados Unidos que esperan trasplantes de órganos, dijeron tanto Camosy como Brehany.

"No estoy seguro de que debamos extraer órganos de personas si no estamos seguros de que estén muertas", dijo Camosy.

En su reciente declaración, NCBC hizo un llamado a los católicos a tomar tres medidas con respecto al tema.

"Los católicos deben reafirmar y explicar mejor un concepto claro y filosóficamente coherente de la muerte que sea compatible con las enseñanzas católicas y las pruebas clínicas rigurosas y consistentes", dijo el NCBC. "Un estándar de muerte cerebral total parece ser compatible con las enseñanzas católicas. Un estándar de muerte cerebral parcial nunca puede ser aceptable para los católicos".

Además, "los católicos deben reafirmar y fortalecer las normas y protocolos éticos para la determinación de la muerte", afirmó el NCBC. "En cuanto a las normas éticas, debemos ayudar a articular e integrar adecuadamente los numerosos bienes y demandas inherentes a la donación de órganos post-mortem".

Por último, es esencial una educación generalizada sobre el tema para "los líderes clínicos y administrativos... los donantes de órganos (actuales y potenciales), las familias, el clero y el público", dijo el NCBC.

Añadió que "completar las tareas descritas anteriormente requerirá acciones oportunas, atención enfocada y la colaboración de individuos e instituciones con la experiencia necesaria".
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Gina Christian es reportera multimedia de OSV News.