¿Quién es Dios y qué tengo que hacer con Él? Como joven te lo plantearás de una manera radical, ya que sobre todo buscas ser auténtica.-«Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?, pregunta el joven rico a Jesús en Mt 19-«.
En nuestro lenguaje moderno sería como preguntarle a Jesús, ¿qué debo de hacer para tener una vida auténtica y llena de sentido?,¿ Quién soy yo? ¿Cómo realizaré aquello dentro de mi vida que estoy llamada a hacer?¿Qué debo de hacer? Nuestro santo padre Juan Pablo II lo expresa de la forma más profunda, clara y bella: «sólo Dios es el ultimo fundamento de todos los valores; sólo El da sentido definitivo a nuestra existencia humana».
El universo de los valores tiene su raíz en Dios. Residen en tu yo íntimo, ese que empiezas a descubrir cuando te descubres que eres diferente al resto, única y con una inteligencia propia. Los valores, son las herramientas que te ayudarán a ir construyendo y dando forma a tu proyecto de vida desde tu propia y recién estrenada libertad.
Valores como la generosidad, espíritu de servicio, responsabilidad, amistad pueden verse ensombrecidos cuando no hay diálogo interior con Dios y disposición abierta hacia los demás. Entonces aparecen el egoísmo, aburrimiento, desaliento, y negativismo que te hacen vulnerable e impiden tu crecimiento interno como mujer.
La juventud de hoy, tu juventud, se encuentra expuesta a una serie de acontecimientos que no siempre vienen precedidos por un fondo de verdad. Como lo son las modas, el mito de la mujer delgada, la posición social, la televisión y comunicación escrita. Por todo esto es urgente que el período de adolescencia sea un tiempo de conocimiento propio para evitar caer en los complejos e inseguridades, ya que sólo quien se conoce a sí misma puede sostener sin ningún miedo sus convicciones y principios.
Antes que pensar en deprimirte, levantar complejos o estar pendiente en extremo del que dirán recuerda que tu juventud es una época para descubrir y a la vez programar, elegir, prever y asumir como algo propio las primeras decisiones, que tendrán importancia para tu futuro en la dimensión estrictamente personal de tu existencia humana.
Querida amiga, considera iniciar una relación profunda con Dios en la persona de Jesucristo desde el mismo momento en que empiecen a asaltarte complejos, miedos, dudas, aburrimiento, y explosión descontrolada de emociones. Este momento tan único de tu vida en donde te plantearás ser tú o imitar a otros; así como elegir u obedecer; amar o descalificar a tus padres tienes que considerarlo también como la búsqueda que te lleve hacia una relación de amistad, encuentro y conocimiento de Dios. Haz que Jesucristo sea el valor fundamental, la roca, el ancla y la raíz desde donde emergerán los otros valores que escogerás para gobernar tu vida y que te llevarán convertirte en una gran mujer, pues hoy más que nunca el mundo esta necesitado de jóvenes que no tengan miedo al reto de hacer que sus vidas sean iluminadas y guiadas por Dios.
Recuerda que el elegir a Dios para hacer el proyecto de tu vida se trata de una decisión que se refiere a toda la vida.
Esto es que toda tu conducta, tu ánimo, tu entrega a los demás y tu razón de ser en el mundo deberán estar gobernados siguiendo las leyes que el mismo Jesucristo dejó a su paso por la tierra. Esto implica conocer tu fe católica y comprender que la cruz y lo que con ella viene son valores fundamentales para nuestro aprendizaje, crecimiento y progreso en la vida terrena.
Amar a tu prójimo como a ti misma necesita de tu vivencia de aceptación auténtica y amorosa relación contigo misma para que pueda hacerse una realidad con los otros.
El paso de la niñez a la juventud no es fácil, pues es enfrentarse a tu soledad por primera vez, pero si esa primera vez considera a Dios desde el mismo instante en que te sabes «tu» te aseguró que la adolescencia no será una época conflictiva, de depresiones y complejos, sino más bien aquella época que se quedo grabada para siempre en el fondo de tu corazón porque te mostró lo que era hacer uso por primera vez de la propia libertad, de saber que es vivir con responsabilidad y de crecer en sabiduría.