La Santa Sede presentó oficialmente este domingo 4 de octubre la encíclica “Fratelli tutti”, la tercera del pontificado del Papa Francisco, subtitulada “sobre la fraternidad y la amistad social”.

El Santo Padre firmó la encíclica en el Convento de San Francisco de Asís, ayer sábado 3 de octubre, junto a la tumba del santo cuya fiesta la Iglesia celebra hoy.

En la presentación, que tuvo lugar en el Aula Nueva del Sínodo, el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, explicó que “la encíclica no se limita a considerar la fraternidad como un instrumento o un deseo, sino que esboza una cultura de la fraternidad para aplicar a las relaciones internacionales”.

“La fraternidad no es una tendencia o moda que se desarrolla a lo largo del tiempo o en un tiempo, si no, que se trata más bien la manifestación de actos concretos”.

El Cardenal, en su exposición, hizo un llamado a poner las “relaciones internacionales al servicio de la fraternidad” y “favorecer el desarrollo de una cultura de la fraternidad”.

El Secretario de Estado contrapuso la guerra al diálogo y argumentó que “si las armas destruyen vidas humanas, destruyen el ambiente, destruyen la esperanza hasta el punto de extinguir el futuro de las personas y las comunidades; el dialogo destruye las barreras del corazón y de la mente, abre espacio al perdón y favorece la reconciliación”.

El dialogo, señaló, “cuando es perseverante, no genera noticias como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente a hacer el mundo mejor”.

“El diálogo exige paciencia y acerca al martirio, por eso la encíclica lo evoca como instrumento de la fraternidad”, subrayó.

El Cardenal Parolin indicó que el objetivo de esta encíclica firmada en Asís por el Papa Francisco “es un recorrido ascendente determinado por esa sana subsidiariedad que, partiendo de la persona, se amplía para abarcar las dimensiones familiar, social y estatal hasta la comunidad internacional”.

“Es necesario fomentar no únicamente una mística de la fraternidad sino al mismo tiempo una organización mundial más eficiente para ayudar a resolver los problemas acuciantes”, insistió remitiéndose al texto del Papa Francisco.

También destacó que el Papa en la encíclica no es ajeno a los desafíos que plantea la pandemia en curso de coronavirus. De hecho, el Papa emplea como argumento “la experiencia de la pandemia, que ha puesto en evidencia nuestras falsas seguridades”.

El Cardenal Parolin puso de relieve que en la encíclica se muestra la “abierta contradicción entre el bien común y capacidad de dar prioridad a los intereses de los Estados”.

Frente a ello, “la fraternidad se convierte en el instrumento para realizar un bien común verdaderamente universal”. “Se hace un llamado a la responsabilidad individual y colectiva” y se recuerda que “proclamarnos hermanos y hacer de la amistad social nuestro hábito, no basta”, sino que hacen falta acciones concretas.

Asimismo, el Cardenal Parolin hizo hincapié en que “por medio de la cultura de la fraternidad, el Papa Francisco llama a amar a los demás pueblos, a las demás naciones como la propia”.

Además del Cardenal Secretario de Estado participaron en la conferencia de prensa el presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, Cardenal Miguel Ángel Ayuso, el secretario general del Alto Comité para la Fraternidad Humana, Mohamed Mahmoud Abdel Salam, la profesora de la universidad de Durham (Reino Unido), Anna Rowlands, y el fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, Andrea Riccardi.

En su intervención, el Cardenal Miguel Ángel Ayuso reflexionó sobre el papel del diálogo interreligioso en la fraternidad. Señaló que “el diálogo interreligioso está verdaderamente en el corazón de las reflexiones y acciones del Papa Francisco” y llamó la atención sobre el hecho de que “el título mismo de la encíclica expresa un claro deseo de dirigirse a todos como hermanos”. “Somos todos hermanos, nadie está excluido”, repitió el Cardenal.

“El camino de diálogo entre personas de diferentes tradiciones religiones no comienza hoy”, argumentó, sino que “es parte de la misión original de la Iglesia y tiene sus raíces en el Concilio Vaticano II”.

El Papa Francisco “abrió otra puerta para que el oxígeno de la fraternidad pudiera entrar en el diálogo entre personas de diferentes tradiciones religiosas, entre creyentes y no creyentes, y con todas las personas de buena voluntad”.

Afirmó que “el creyente es testigo y portador de valores que pueden contribuir en gran medida a la construcción de sociedades más sanas y justas”. “Se trata de dar pasos concretos junto con los creyentes de otras religiones y personas de buena voluntad con la esperanza de que todos nos sintamos llamados a ser, sobre todo en nuestro tiempo, mensajeros de paz y artífices de comunión”.

“Dios es el Creador de todo y de todos, por lo que somos miembros de una familia y como tal debemos reconocernos. Este es el criterio fundamental que nos ofrece la fe para pasar de la mera tolerancia a la convivencia fraterna”.

Además, aseguró que “la fraternidad se puede convertir también en el camino de las creencias religiosas”.

En definitiva, “el objetivo del diálogo es trabajar, mediante una auténtica colaboración entre creyentes, para conseguir el bien de todos, luchando contra tantas injusticias que aún afligen a este mundo y condenando todo tipo de violencia”.

Por otro lado, Andrea Riccardi destacó que en la encíclica “la fraternidad se mide con la guerra”. También afirmó que “la mirada de la fraternidad no es nunca miope”.

El Papa “expresa con claridad la experiencia de humanidad de la Iglesia: toda guerra deja el mundo peor que como lo encontrar. La guerra nunca hace el mundo mejor”.

También criticó a los nacionalismos y populismos que “exaltan el valor de un grupo contra los otros”.

Criticó la tendencia “a desacreditar la estructura de diálogo que previenen los conflictos” y destacó que el Papa considera la guerra como “la derrota de la política y de la humanidad”. “La guerra se convierte en madre de toda pobreza, y se convierta en una escuela maléfica para los jóvenes”.

Frente a ello, “la encíclica llama a cada uno a su responsabilidad, recuerda que cada uno es responsable de la paz”. “No podemos limitarnos a ser espectadores, es obligación de todos la construcción de la paz”.

“Si tantos en el mundo pueden trabajar por la guerra, muchos pueden trabajar como artesanos de la paz”, insistió. “Aquí el papel de las religiones es fundamental”, al diálogo entre religiones porque “las religiones nunca son instrumento de la guerra, y si lo son es por su manipulación”.

En su intervención, Anna Rowlands dijo que “la idea de que cada criatura tenga origen en Dios Padre, y que en Cristo nos hayamos convertido en hermanos, es una de las más antiguas de la humanidad”.

Argumentó que “el hecho de que un tema así de antiguo se proponga de nuevo con esta urgencia se debe al temor del Papa de que se produzca una ruptura en la idea de que todos somos responsables de los demás”.

Por último, Mohamed Mahmoud Abdel Salam aseguró que la encíclica es “un rayo de luz para el mundo entero” y destacó que se trata de una “encíclica fuerte y valiente” que llama a “afrontar el racismo, la discriminación, el odio”.