El 15 de septiembre de 2020, cuando los obreros quitaban los escombros del bautisterio de la Misión de San Gabriel que fue destruida por el fuego, encontraron algo que los asombró debajo de las vigas y del yeso quemados.
Ahí, entre los escombros y por debajo de un travesaño quemado, había una pintura que mostraba a la Virgen María, vestida de color oscuro, ante un paisaje sombrío e inquietante: era Nuestra Señora de los Dolores.
Admirados, fueron en busca de la directora de la misión, Terri Huerta y se reunieron con ella. Ella se dio cuenta de inmediato de que el momento del descubrimiento no podía haber sido más apropiado.
“Dios mío”, exclamó ella, “hoy es fiesta de Nuestra Señora de los Dolores”.
De hecho, la pintura fue la única de la iglesia que sobrevivió al misterioso incendio del 11 de julio. La mayoría de las pinturas y esculturas, de valor incalculable y pertenecientes a la misión habían sido retiradas meses antes, con el fin de realizar trabajos de restauración en preparación para la celebración del jubileo de los 250 años de la misión, prevista para el año siguiente. Sólo la pintura de Nuestra Señora de los Dolores, que había estado colocada sobre el bautisterio, había quedado expuesta en el lugar.
Y se salvó, a pesar de algunos agujeros y burbujas en la pintura, situados alrededor de su claramente hispano rostro de “morena” (de piel morena). La compañía de seguros se comprometió a restaurarla, así como también a reparar cualquier otro daño sufrido por las obras de arte a causa del incendio.
El descubrimiento sorpresa llega como un pequeño rayo de luz, aparentemente milagroso, dentro del devastador episodio en la historia de la misión. También lo son los más de $ 200,000 recaudados a través de donaciones para ayudar a reconstruir la misión.
Los investigadores todavía están indagando la posibilidad de que se haya tratado de un incendio provocado, lo cual aún no se comprobado, aunque, según Jill Short, del Departamento de Construcción de la Arquidiócesis, “nadie ha podido encontrar su causa en un accidente, tal como hubiera podido ser un cortocircuito eléctrico”.
Dos meses y medio después del incendio, la reconstrucción —y mucho menos la restauración— no ha comenzado aún. Por ahora, el proceso sigue todavía en la fase de levantamiento de escombros.
“Los daños al tejado, que prácticamente desapareció, a las paredes, al coro, al altar y a los techos, que quedaron ennegrecidos y carbonizados, son bastante cuantiosos”, me dijo Huerta.
Todavía no hay una estimación en dólares sobre los costos de la reconstrucción, aunque el equipo cree que les tomará cuando menos un año el completarla. Como resultado de esto, es posible que las festividades del jubileo del próximo otoño deban realizarse afuera de la iglesia.
Le pregunté a Huerta si la pintura de la Señora de los Dolores vestida de oscuro era la famosa imagen que se exhibió ante los indios Tongva hace casi 250 años, el 15 de agosto de 1771, en la fiesta de la Asunción y justo cuando la Misión de San Gabriel estaba siendo fundada por los Franciscanos.
El misionero franciscano, Padre Francisco Palou, describió la escena en su biografía de Junípero Serra, en el año 1785 —“Relación”—, en la cual escribe que los Tongva fueron “conquistados por esa hermosa imagen” que les mostraron los españoles.
“Ellos tiraron por tierra sus arcos y flechas y los dos jefes se precipitaron para colocar a los pies de la Reina Soberana las cuentas que llevaban al cuello para mostrarle su gran estima”, escribe Palou.
“Convocaron a los indios de los pueblos cercanos, por lo cual un número creciente de hombres, mujeres y niños acudió a ver a la Santísima Virgen. Llegaron trayendo consigo una gran variedad de semillas que colocaron a los pies de la Santísima Señora, pensando que las consumiría, tal y como lo hacían los demás humanos.
En pocas palabras, era tan viva la expresión de dolor de la imagen que los Tongva pensaron que estaba viva.
Sin embargo, esta imagen no fue la que se encontró entre los escombros; puesto que más bien fue retirada de la iglesia antes del incendio, explicó Huerta. ¿Me gustaría acaso verla? ¡No tuvo que preguntármelo dos veces!
Entonces, en cierto sentido, hubo dos milagros en la Misión de San Gabriel, uno en 1771 y el otro en 2020, ambos relacionados con una “Dolorosa” diferente (“Nuestra Señora de los Dolores”).
Para complicar aún más las cosas, el padre Palou habla de otra pintura, una de la Virgen María con el Niño Jesús, que por esa misma época asombró tanto a los Kumeyaay, de San Diego, que sus mujeres intentaron alimentar al bebé, pensando también ahí que la imagen era real. Se desconoce el paradero de ésta.
Inspeccioné la imagen de “La Dolorosa”, que les fue mostrada a los Tongva y es más pequeña. Es bastante impresionante. Los párpados de María velan sus ojos, que quedan en la sombra; hay claras huellas de lágrimas claras en su mejilla y sus manos están juntas, en oración.
No sería exagerado imaginar que los Tongva percibieron a María en actitud de súplica, más que de oración. El “triunfo” del padre Palou puede haber sido más bien el despertar en ellos la empatía y el deseo de ayudar, más que la impotencia. Los labios de Mary están inflamados, hinchados por el dolor.
Según Diva Zumaya, del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, quien realizó recientemente un inventario de las obras de arte de la misión, las dos “Dolorosas” datan del siglo XVIII, aunque no se han determinado las fechas exactas de su realización ni los artistas que las elaboraron. Zumaya cree también que se ha sobrepintado notablemente la imagen de la “Dolorosa” que les fue mostrada a los Tongva.
El dolor que han estado experimentando los angelinos desde se enteraron de que el lugar concreto de nacimiento de Los Ángeles había sido quemado casi hasta los cimientos, requerirá también de cierto tiempo para que la gente logre recuperarse de él. Entre tanto, los ladrillos y la argamasa nos llaman.
El intenso calor del fuego retorció las vigas de acero instaladas como parte de una remodelación ocurrida después del terremoto de Whittier Narrows, en 1987. El tejado en sí, hecho de madera, ha desaparecido casi por completo; tan sólo quedan algunos trozos de alambre de malla aislante que están colgando de las pocas vigas transversales negras que no se cayeron.
Ha habido discusión acerca del tipo de tejado que lo reemplazará, así como también sobre la amenaza que representan las palmeras y los pirules cercanos —potencialmente inflamables— que hay en los terrenos de la misión.
Hay también daños causados por el proceso en sí de apagar el fuego. Cuando los bomberos irrumpieron a través del portón que daba al sur, en la noche del incendio, lo hicieron estratégicamente, usando una motosierra en lugar de hachas para cortar un rectángulo alto en la madera para penetrar y abrir la puerta.
Pero el agua de las mangueras de incendios dejó una marca: el piso de baldosas del bautisterio, que se hundió varios centímetros debido al agua atrapada y debe ser reparado, así como también el piso de la sacristía, que bajó de nivel entre 15 y 20 centímetros.
Se llevará a cabo una excavación arqueológica de hasta 3 pies de profundidad en ambos lugares, en asociación con monitores nativos americanos (como lo requiere la ley). ¿Podría acaso haber allí restos de los Tongva? Huerta dijo que nadie lo sabe con certeza, pero hay indios Tongva enterrados en el “camposanto” (“cementerio”) que está en el exterior, aunque no hay registros sobre quiénes son ni cuántos hay.
Las estatuas de los tres primeros santos, de los seis que estaban en el “panel posterior” —un gran retablo que está sobre el altar—, sufrieron graves daños. Son San Gabriel, San Antonio y Santo Domingo; y los tres que se libraron del daño fueron la Inmaculada Concepción, San Francisco y San Joaquín. Los murales de los cuatro evangelistas, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, ubicados en las cuatro esquinas del bautisterio, deben ser limpiados y posiblemente restaurados.
Huerta dice que los requerimientos de restauración que se habían retrasado durante mucho tiempo “se sumarán” a la reconstrucción y reparación, aprovechando la clausura general de la misión. Además de la pintura, el trabajo de restauración abordará otro hallazgo sorpresa que hubo después del incendio: las curiosas capas de pintura coral y roja que hay cerca del altar y debajo de las cuales se está revelando un trazado de diseños sinuosos.
“El mejor ejemplo de obras de arte y diseños originales debajo de un interior anodino fue encontrado en la Misión de San Miguel”, dice Mel Green, el ingeniero estructural principal, que está encargado de la rehabilitación de la Misión de San Gabriel. “Tiene que haber algo debajo de esa pintura opaca de las paredes de la misión, algo que nosotros podamos encontrar y sacar a relucir”.
Huerta va a conservar como muestra algo del yeso faltante para hacer ver la mampostería que hay debajo. La puerta sur, que fue la que permitió el paso a los bomberos, puede ser restaurada.
Algunos de los vidrios rojos de las puertas que hay en la parte posterior de la iglesia, cerca del espacio para el coro pueden ser cambiados por otros de otro color. Todos estos cambios deben ser aprobados por la Comisión Histórica de San Gabriel.
Se puede realizar algún trabajo exploratorio en la pared que mira al norte, donde se ha especulado desde hace mucho que, durante el período de secularización, hubo un nicho original o ventanas cubiertas (o “victorianizadas”, según Short). La iglesia contaba originalmente con cúpulas y luego pasó a tener un tejado plano, que a fines del siglo XIX quedó estructurado como un tejado de dos aguas.
De las ruinas de San Gabriel parece seguir brotando notable arte y devoción. Tradicionalmente, hay siete “dolores” asociados con Nuestra Señora de los Dolores: el corazón de María traspasado por la predicción del destino de Jesús en su presentación en el Templo; la huida a Egipto ante la persecución de Herodes; la búsqueda de Jesús, perdido en Jerusalén; el encuentro con él en el camino al Calvario; el permanecer de pie ante la cruz; el recibir el cuerpo de Cristo y, finalmente, la sepultura de su Hijo.
Ciertamente no faltaron dolores durante los primeros años del inicio de la Misión de San Gabriel, los cuales Nuestra Señora de los Dolores hubo de aliviar. Además de los terremotos y de este incendio, San Junípero Serra le escribió al virrey español de ese tiempo que se había desatado “una plaga de males” en San Gabriel, que él buscó desesperadamente remediar.
Sin embargo, el 11 de octubre de 1771, cuando se desencadenaron incendios en la cuenca de Los Ángeles y parecía que los Tongva estaban preparándose para efectuar un ataque mayúsculo, dos de sus jefes llegaron a la misión para pedir la paz, sorprendiendo a los padres Pedro Cambon y Angel Somera, que solicitaron un traslado debido a las transgresiones de los soldados.
Los padres Antonio Cruzado y Antonio Paterna, quienes los relevaron, lograron lentamente recuperar la confianza de los indígenas y la Misión de San Gabriel pasó a ser la más rica y productiva de todas las misiones, con amplios viñedos (los primeros viñedos de California no estuvieron en el norte de California sino en Los Ángeles), con 16,500 cabezas de ganado y con una granja de 1,200 caballos.
Para el año 1817, 1,700 indios Tongva, Serrano y Cahuilla vivían y trabajaban en la Misión de San Gabriel, cultivando grandes huertos que mantenían con vida a toda la gente de la misión, incluyendo a los indígenas residentes y a algunos de las aldeas circundantes. Es apropiado que las mejores obras de arte indio de la era de las misiones, las 14 Estaciones de la Cruz, se encuentren ahora en la Misión de San Gabriel, bajo llave, afortunadamente.
El artista de Tongva pintó a los soldados romanos que torturaron a Cristo como “comandantes” españoles, en tanto que Cristo y María se parecen a los indios de California. La Duodécima Estación de la Cruz es extraordinaria: El mal ladrón, a la izquierda de Cristo y apartando la vista del Salvador, está colgando de su cruz, como mal atado por una cuerda. Pero el buen ladrón tiene sus brazos extendidos exactamente como los de Cristo, hacia arriba y está clavado del mismo modo que Cristo. La mirada que le dirige a Jesús es amorosa.
Con tanto que queda por hacer y por decidir antes de la celebración del jubileo de la misión, que es el próximo año, Huerta ve el incendio del verano pasado como parte de un plan más amplio.
“Queremos que la Misión de San Gabriel sea un lugar de sanación”, dijo. “¡Es alentador el hecho de que justo en el día de su propia fiesta hayamos encontrado a ‘La Dolorosa’ entre las cenizas y que se haya conservado! Hemos ido avanzando en este proceso de San Gabriel durante mucho tiempo, primero para renovar y mejorar la propiedad para la celebración del jubileo de los 250 años y ahora en este trágico incendio”.
“El resultado final es que se verá más gloriosa”.