Al empezar la Cuaresma este año, el mundo está bajo la amenaza de la guerra.

El Papa Francisco nos ha pedido que oremos y ayunemos el Miércoles de Ceniza por nuestros hermanos y hermanas de Ucrania, cuya patria está siendo atacada por Rusia.

Le pedimos al Señor de la Paz que toque los corazones de los agresores y que los mueva a la conversión. Oramos por una paz justa que reconozca la dignidad y la soberanía del pueblo ucraniano.

Toda guerra, de alguna manera, tiene su origen en lo profundo del corazón humano.

“¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes?” pregunta Santiago en el Nuevo Testamento. ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes?”

Nuestros corazones están divididos. En muchas ocasiones no hacemos el bien que queremos hacer. Con demasiada frecuencia nos damos cuenta de que somos atraídos en la dirección opuesta, lejos de lo que es bueno, verdadero y hermoso. El apóstol San Pedro escribió, “les recomiendo que se alejen de las pasiones bajas, que hacen la guerra al espíritu”.

Sabemos que nuestra vida cristiana es una lucha diaria por el dominio propio, por vencer nuestras inclinaciones naturales al egoísmo y al amor propio, y por dirigir totalmente nuestro amor a Dios y al prójimo.

Lo que hace de nuestra vida una hermosa aventura es que vamos caminando con Jesús y confiando en que su gracia nos ayuda. Es Jesús quien nos ha colocado en este camino. Él es quien nos llama por nuestro nombre, a cada uno de nosotros para que lo sigamos; Él nos llama a ser santos como él es santo, y nos promete enseñarnos cómo hacerlo.

La Cuaresma es un tiempo privilegiado que se nos ofrece cada año para concentrarnos en nuestro esfuerzo, para trabajar verdaderamente en el progreso de nuestra continua conversión a Cristo.

Dentro de mis propios preparativos para la Cuaresma estaba leyendo sobre uno de los santos, San Josemaría Escrivá, y él dice, “Estoy decidido a que no pase este tiempo de Cuaresma como pasa el agua sobre las piedras, sin dejar rastro. Me dejaré empapar, transformar; me convertiré, me dirigiré de nuevo al Señor, queriéndole como Él desea ser querido”.

Ésa es la actitud que todos debemos tener en la Cuaresma. Los animo a visitar frecuentemente nuestro sitio web, LACatholics.org, durante los próximos 40 días.

Hemos preparado allí una gran variedad de recursos para contribuir a que esta Cuaresma les ayude a cambiar. En esta Cuaresma nos estamos concentrando en algunos elementos esenciales para nuestro crecimiento espiritual: el examen diario de conciencia, la confesión frecuente, la oración por los demás y la práctica de la misericordia y la ternura.

Nadie puede lograr un progreso en la vida espiritual si no desarrolla ese hábito que los santos y los maestros espirituales llaman el “examen”. Esta práctica fue destacada principalmente por San Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas, y es algo esencial para todos nosotros.

Necesitamos hacer todos los días —sin falta— un buen examen de conciencia. No es difícil de hacer; lleva tan solo dos minutos. Háganlo ya sea al final del día o a mitad de éste, en algún momento que tengan disponible.

Pídanle al Espíritu Santo que los ayude a repasar el día: las bendiciones que recibieron, el bien que han hecho durante el día y las ocasiones en las que han pecado o han actuado imperfectamente.

Agradézcanle a Dios por lo bueno, díganle que están arrepentidos por sus fracasos y hagan el propósito de mejorar.

Hagan esto todos los días y descubrirán que irán conociendo mejor a Dios y se irán conociendo también a ustedes mismos. Empezarán a verse a sí mismos como los ve Dios, con toda la ternura que él tiene por ustedes, y también verán las cosas maravillosas que él quiere para ustedes.

La confesión se vuelve mucho más fácil cuando ustedes tienen este hábito diario. Escribiré sobre este hermoso sacramento de la misericordia en mi próxima columna.

Orar por los demás todos los días es otro hábito importante que debemos desarrollar. Es algo que nos ayuda a crecer en la compasión y a volvernos menos egoístas y egocéntricos.

Y nuestra oración debe ir acompañada por nuestras acciones. A eso se debe el hecho de que durante la Cuaresma yo los anime a buscar con mayor esmero la práctica de la ternura.

El Papa Francisco ha dicho que todos tenemos que ser “actores activos” en lo que él llamó la “revolución de la ternura” iniciada por Jesús.

Como seguidores de Jesús, ésta es nuestra misión.

Estamos llamados a caminar con él y a trabajar con él para difundir la tierna misericordia de Dios en el mundo, empezando por las personas que forman parte de nuestra vida. Esto es lo que nuestro atribulado mundo necesita, por sobre toda otra cosa: más amabilidad, más ternura. Y es algo que se origina en ustedes y en mí.

Oren por mí, y yo oraré por ustedes.

Sigamos orando al Corazón Inmaculado de María por la paz en el mundo. Y pidámosle que ella nos ayude a hacer de ésta una Cuaresma duradera, y a que participemos de la revolución de la ternura iniciada por su Hijo.