El ministerio que se le ha asignado a la hermana María Goretti es el de dedicarse a las personas sin hogar, pero cada cuarto viernes de mes, ella ayuda a los jóvenes adultos de la Misión San Gabriel a satisfacer un hambre muy diferente, la de adoración eucarística.
Al haber sido limitada la celebración de la misa o haber permanecido inaccesible durante varios meses, “muchos de nuestros jóvenes decían: ‘Ojalá hubiera un lugar al que pudiera ir para la adoración y la confesión’”, dice la Hermana Franciscana de los Pobres de Jesucristo.
Ella se asoció con el Padre Matthew Wheeler, vicario de la Iglesia de San Antonio, en San Gabriel y director de vocaciones de la Región Pastoral de San Gabriel. Con el apoyo de Jennifer Havey, coordinadora regional de renovación espiritual, lanzaron “Sanctitas” para que todos los cuartos viernes de mes, a las 7 p m., los adultos jóvenes pudieran participar de la adoración, la reflexión y la confesión, dentro de la iglesia parroquial que está al lado de la misión histórica.
La música es contemporánea y las prácticas espirituales, ajenas al tiempo.
Hay exposición del Santísimo Sacramento, algo de música, algo de silencio y un sacerdote ofrece una breve meditación. Luego de más tiempo de silencio, hay un examen de conciencia y una oportunidad para acercarse a la confesión. El canto es limitado debido al COVID-19 y precauciones como el cubrirse el rostro, el distanciamiento social y el registrarse con el fin de poder ser rastreados para establecer contacto, se observan rigurosamente.
Aunque el Padre Matt trabaja en vocaciones, Sanctitas no tiene que ver con el hecho de considerar las órdenes sagradas o la vida consagrada.
“Sanctitas surgió para ayudar en su relación con Cristo a la gente que está tratando de discernir la voluntad de Dios de una manera general, y para tratar de conectarlos con otros jóvenes que también están centrados en Cristo”, dijo.
La asistencia promedio es de entre 70 y 100 personas. Por lo menos otras dos parroquias ofrecen un ministerio similar los otros viernes del mes.
Hay cuatro sacerdotes disponibles para las confesiones. Ellos suelen estar ocupados, a menudo con gente que durante años no se ha confesado.
“Todas son buenas confesiones. Dios está actuando, está atrayendo de vuelta a la gente”, dijo el padre Matt.
Una de las personas habituales en Sanctitas es Marisol Valencia, de 27 años de edad y asistente médica en San Gabriel.
“Sanctitas ha sido como un soplo de aire fresco. Ha sido muy difícil ver en la clínica a tanta gente, debatiéndose con la pandemia, con el hecho de extrañar a sus familiares, con la depresión y la ansiedad, así que Sanctitas ha sido realmente una bendición para mí”, dijo.
Ella siempre había asistido a Misa, pero empezó a profundizar en la fe el año anterior a la pandemia, empezó a ir a Misa todos los días y se unió a la hermana María Goretti en el servicio de acercamiento y asistencia a las personas sin hogar. El cierre de las iglesias fue un shock que la hizo apreciar aún más la Eucaristía. Para la adoración, iba a una iglesia que la ofrecía a través de una ventana.
Aunque la adoración alguna vez resultó incómoda, dijo, se ha vuelto maravillosa.
“Una amistad me dijo: ‘¿Sabes qué?, los papás que tienen un nuevo bebé a veces solamente miran a ese bebé. No están diciendo nada, pero ¿crees que ellos se están hablando entre sí?’ Sus corazones se hablan uno al otro y eso es lo que haces cuando estás frente a la Eucaristía”, dice ella.
“Sanctitas es un lugar para que el alma encuentre la sanación. Un lugar para que nuestro corazón encuentre descanso. Pero lo más importante consiste en que es un lugar para adorar a Jesús, para consolar su corazón herido, para amarlo y para confiar en que él es todo lo que necesitamos. No necesitamos nada más, solamente a él”.