Christian Morquecho, nuevo sacerdote ordenado el 31 de mayo, durante una entrevista en video el 8 de abril. (Isabel Cacho)
El 31 de mayo, el arzobispo José H. Gomez ordenará a ocho nuevos sacerdotes para la Arquidiócesis de Los Ángeles en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles.
En los días previos a su ordenación, los iremos presentando uno por uno.
Edad: 31
Ciudad natal: Winnetka
Parroquia de origen: St. Joseph the Worker Church, Winnetka
Asignación parroquial: Incarnation Church, Glendale
Durante su etapa universitaria en San Diego, Christian Morquecho atravesó una crisis de fe, como les sucede a muchos jóvenes en esa etapa de la vida.
La vida universitaria era abrumadora: clases, estrés, decisiones importantes, el deseo de encajar.
Afortunadamente, venía de una familia creyente. El menor de cuatro hermanos, Morquecho había crecido en la Iglesia, participando en grupos juveniles y retiros de confirmación.
Una vez, mientras visitaba su hogar, su madre le sugirió que visitara una iglesia cercana a su campus.
“Y lo hice porque tenía una noche libre, y hubo algo en la belleza de ese lugar que realmente me atrajo,” recordó. “Seguí yendo por eso, y luego, al asistir, el ritmo de la Misa me empezó a resultar familiar. Era como estar en casa.”
Comenzó a ir a Misa de vigilia cada semana. Pronto, asistía también a Misa diaria en la parroquia del campus.
Ni siquiera sabía muy bien por qué seguía yendo.
“Siento que la Misa diaria es un secreto de la Iglesia,” dijo Morquecho. “Es tan pacífica, tranquila, rápida... Tiene un ritmo tan especial que es muy fácil entrar en oración.”
Con el tiempo, se integró a la comunidad. Todos se conocían. Si faltaba un día, preguntaban por él. Querían saber cómo estaba, cómo le fue en un examen. El sacerdote que celebraba siempre era el mismo, así que también se hicieron cercanos.
Christian decidió ir a confesarse. Como hacía tiempo que no lo hacía y no quería esperar en la fila habitual, pidió una cita.
“Empecé a hablar con él, y de repente empecé a compartir cosas que ni siquiera sabía que llevaba dentro,” dijo. “Y él fue tan amable, tan atento, sin juzgarme. Recuerdo la ternura en su mirada mientras escuchaba mi historia.”
La confesión duró 40 minutos.
Después, comenzó a reunirse regularmente con ese sacerdote, haciéndole preguntas sobre el discernimiento y sobre su vocación.
Un momento decisivo llegó durante otra visita a casa. Su madre le hablaba de alguien que se acababa de ordenar sacerdote. Christian comenzó a hacerle muchas preguntas: ¿Cuándo entró al seminario? ¿Qué edad tenía? ¿Era el tipo de persona que uno imaginaría como sacerdote?
“Mi mamá me dijo: ‘¿Por qué tantas preguntas?’” contó. “Y yo, sin pensarlo, le respondí: ‘Creo que quiero ser sacerdote.’ Y luego pensé: ‘¿Qué acabo de decir?’”
A partir de ahí, su discernimiento se volvió más serio. Ya se sentía listo para aplicar al seminario, pero empezaron a surgir los miedos. Volvió a hablar con su sacerdote amigo, quien le dio justo las palabras que necesitaba oír.
“¿Cómo tienes todas estas respuestas?” le preguntó Christian.
Resulta que era el director de vocaciones de la Diócesis de San Diego.
“Me dijo: ‘No te lo dije antes porque no quería que pensaras que estaba tratando de manipularte.’” contó Morquecho. “Así que Dios realmente me fue guiando paso a paso, con la ternura que yo necesitaba.”
Tras graduarse, ingresó al Seminario St. John’s en Camarillo.
Como sacerdote, espera ser una voz amable y un oído atento, como el que él recibió años atrás. Y sabe que las personas lo inspirarán tanto como él espera animarlas a ellas.
“Es un privilegio escuchar a las personas compartir abiertamente sus historias,” dijo. “A veces quisiera que pudieran oírse a sí mismas, porque son relatos que conmueven, que fortalecen. Inspiran muchísima esperanza.”