Este domingo, Monseñor José Gómez, arzobispo de Los Ángeles, celebró una Misa en honor de las mártires de las Siervas de María Ministras de los Enfermos, asesinadas hace 85 años durante la persecución de la Iglesia que tuvo lugar en el transcurso de la guerra civil española.
“La sangre de los mártires es semilla de la Iglesia”, dijo Gómez en su homilía, destacando que esta expresión de la Iglesia primitiva se ha verificado como cierta desde los tiempos del Imperio Romano, en la época de los Apóstoles, hasta los horrores de la España revolucionaria de los años treinta.
“Y sigue siendo cierta en nuestros días, en que hay tanta gente que está padeciendo el martirio en tantos países de todo el mundo”, dijo el arzobispo.
Según un informe que la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada publicó en abril, alrededor de 5.200 millones de personas viven en países donde se producen graves violaciones de la libertad religiosa, entre ellos tres de los países más poblados del mundo: China, India y Pakistán. En la mayoría de estas naciones, las minorías religiosas son el principal objetivo, y en los últimos años se ha intensificado la persecución religiosa por parte de los gobiernos autoritarios.
“La Iglesia resurge más fuerte en medio de la persecución y se renueva en la ofrenda de los que dan la vida por el Evangelio”, dijo Gómez el domingo.
La Misa conmemoró el 85 aniversario del martirio de las beatas Aurelia Arambarri Fuente, Aurora Lopez Gonzalez, Daria Andiarena Sagaseta, Agustina Peña Rodríguez, las cuatro religiosas de las Siervas de María.
La Iglesia Católica reconoce como mártires a las personas que murieron en odio a la fe. Estas personas son consideradas beatas, y a no ser que el Santo Padre disponga lo contrario, es necesario que se reconozca un milagro atribuido a su intercesión para después ser reconocidas como santas.
Fieles al carisma de su fundadora, Soledad Torres Acosta, las Siervas de María continúan ejerciendo su labor de asistencia a los enfermos, en hospitales y otros centros de salud, pero especialmente en sus propios domicilios.
“Las hermanas conocían los riesgos que corrían; no desconocían el alto costo de ser religiosas”, dijo Gómez de las cuatro beatas. “Entendían que estaban viviendo en un tiempo en el que la Iglesia era perseguida y los creyentes —especialmente los obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos— estaban siendo asesinados”.
Pero las religiosas no dieron marcha atrás y se mantuvieron con los ojos fijos en Jesús, dijo el arzobispo de Los Ángeles. Los revolucionarios encontraron a las religiosas en los primeros días de diciembre de 1936, y fueron ejecutadas en Madrid. Se cree que su martirio tuvo lugar en la noche del 6 al 7 de diciembre.
Se estima que unos 13 obispos, 4.180 sacerdotes, 2.365 frailes y 283 religiosas fueron asesinadas durante la Guerra Civil Española.
Gómez destacó que no todas las personas están llamadas a ser mártires. Sin embargo, “todos estamos llamados a seguir a Jesús y a imitar su amor, donde quiera que sea que nos encontremos; justo ahí, en donde nos encontremos.”
Seguir a Jesús, reconoció, no es fácil, y requiere “fe, esperanza y amor,” además de “fortaleza y valentía.”
“Por eso, hoy les pedimos a nuestras santas hermanas que intercedan por nosotros, para que tengamos siempre el valor de proclamar y vivir nuestra fe en Jesucristo”, invitó Gómez a los presentes.