El 18 de febrero del 2021, el Papa Francisco pronuncio un mensaje por video durante la celebracion de apertura virtual del Congreso de Educación Religiosa organizado por la Arquidiócesis de Los Ángeles. El texto de su mensaje a continuación:

Queridos hermanos y hermanas,

Un cordial saludo para todos los participantes del Congreso de Educación Religiosa patrocinado por la Arquidiócesis de Los Ángeles, que celebra su 65 aniversario y 50 aniversario del Día de la Juventud. Felicitaciones por estas iniciativas que ya han recorrido un camino largo y fecundo y que en este momento han asumido una realización en forma virtual.

No cabe duda que estamos en un tiempo difícil para todos. Es un tiempo de crisis. Que pertinente en este contexto es la llamada de este Congreso: ¡Proclama la Promesa!

Necesitamos anunciar y recordar que tenemos la promesa de Dios y que Dios siempre cumple sus promesas. También tenemos que recordar que cada mujer, cada hombre y cada generación encierra en si mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales.

La pandemia ha marcado la vida de las personas y la historia de nuestras comunidades. Ante esta y otras realidades, es necesario construir el mañana, mirar el futuro y para ello hacen falta el compromiso, la fuerza y la dedicación de todos. Hace falta actuar con el estilo del samaritano que implica dejarse golpear por lo que veo sabiendo que el sufrimiento me va a cambiar y con el sufrimiento del otro me debo comprometer. Los testimonios de amor generoso y gratuito que hemos presenciado durante todos estos meses, ¡tantos testimonios!, han dejado una huella imborrable en las conciencias y en el tejido de la sociedad, enseñando cuán necesaria es la cercanía, el cuidado, el acompañamiento y el sacrificio para alimentar la fraternidad. Ellas y ellos han sido anuncio y realización de la promesa de Dios.

Recordemos un principio universal: de la crisis nunca se sale igual, se sale mejor o se sale peor pero nunca se sale igual. En las crisis se revela el propio corazón: su solidez, su misericordia, su grandeza, su pequeñez. La crisis nos pone ante la necesidad de elegir, de optar y de comprometernos por un camino. En esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos y mirar hacia adelante!”

Saludo especialmente a los jóvenes, los invito a la esperanza que nos habla de una realidad que esta enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que viven. Ustedes jóvenes sean los poetas de una nueva belleza humana, una nueva belleza fraterna y amigable.

Y recordemos esta otra realidad: los sueños se construyen juntos. Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, pero si, todos hermanos. Que este sea el impulso grande que vivan y compartan, y se lleven de su participación en este Congreso de Educación Religiosa.

Los encomiendo a la ternura de María, Madre de la iglesia, y de corazón les imparto mi bendición.

Gracias a los ministros y maestros por lo que hacen y, por favor, no se olviden de rezar por